CAPÍTULO I

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Mi trabajo, el sueño de toda chica; ser la asistente personal de Lionel Hertzman mejor conocido como Leo Hertzman, el famoso cantante americano de 25 años, un peli negro de ojos azules, signo zodiacal Capricornio (no me juzguen yo creo en el horóscopo), con una altura 1,84 metros y un cuerpo caliente como el infierno; Ganador de innumerables premios, millones de seguidores y con una voz que te eleva al mismísimo cielo.

¿Quién soy yo? Gianna Coleman, 22 años, signo zodiacal virgo, amante de los gatos; Piel morena, cabello lacio, cuerpo delgado, de 1,70 de estatura y recién graduada universitaria. Que hace una chica como yo en un trabajo como este se preguntarán: bueno, pues cuando me ofrecieron un trabajo en el que tenía que estar casi 24 horas completas con el amor de mi vida y cantante favorito no tenía como negarme.

Pensé que era lo mejor que podía pasarme, hasta que conocí al verdadero demonio detrás de esa faceta de artista predilecto.

Acompáñame en mi dramática, patética y picante historia con el pecado hecho cantante, Leo Hertzman.

ACTUALIDAD

— ¡Gianna apúrate joder! No necesito que te quedes pasmada como una estúpida —me grita él.

— Lo siento Leo, enseguida iré por tus zapatos —replico tragando fuerte luego de oír la despreciable forma en la que me habló.

— Para ti soy señor Hertzman, no Leo. Ahora muévete.

Dicho el "señor" eso, salgo como alma que lleva el diablo por sus zapatos.

Resulta que Leo tiene una presentación en un programa de televisión en quince minutos y los zapatos que le dispusieron al final resultaron no ser de su agrado, y a él se le ocurre esperar casi hasta el minuto para decirlo ¡menudo idiota! Parece que lo hace a propósito para hacerme la vida un infierno. Ahora estoy corriendo hasta su camioneta que se encuentra al otro lado del estudio de grabación, para buscar sus zapatos. Cuando por fin logro llegar, abro el auto, busco en la maleta que está en el asiento trasero, y por fin encuentro sus estúpidas zapatillas. Corro de regreso hasta el estudio, y mi corazón va a mil por hora. Si hubiera sabido que tendría que correr tanto, nunca habría aceptado este trabajo.

Al llegar nuevamente al camerino en el que se encuentra, agradezco a todos los dioses que aún se encuentren peinándolo. Menos mal.

— Aquí están sus zapatos señor —anuncio, consiguiendo que el enfoque sus orbes azules en mí, observándome seriamente.

— Por poco y no llegas. Y límpiate el sudor, das asco — suelta con desprecio.

No puedo emitir reacción alguna, ante lo que acaba de decir. Mis ojos se llenan de lágrimas, que hago todo lo posible por no dejar escapar, y mi corazón se estruja al escuchar eso último. No llores Gianna, no llores Gianna, es lo que me repito.

— Está bien señor, iré a limpiarme —suelto respirando hondo, para luego salir del camerino. Pero al llegar al baño las lágrimas no tardan en caer de mi rostro.

No entiendo porque me tiene que tratar de esa manera cuando doy todo de mí en este trabajo. Aunque ni sentido tiene que lo piense, si así es como se comporta con todo mundo. Estas actitudes me hacen preguntarme el por qué aún no he renunciado, pero siempre obtengo la misma respuesta. Estoy enamorada de este idiota.

Inhalo y exhalo el aire, hasta que consigo calmarme. Lavo mi rostro y una vez calmada salgo de los baños y voy nuevamente hasta donde él está. Al entrar me encuentro con uno de los productores del programa.

— Gianna que bueno que llegas — Me dice él con una gran sonrisa en el rostro. Es un hombre mayor, pero debo decir que feo no es. — Quería informarte que tú estarás detrás de cámaras con nosotros mientras Leo tiene la entrevista ¿Te parece?

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora