CAPÍTULO LII

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¡FELIZ CUMPLEAÑOS, GIA!

GIANNA

La sensación de sus labios tocando la piel de mi cuello, y el rico aroma a perfume varonil que inunda la estancia, logran que poco a poco vaya saliendo de mi profundo sueño. No abro mis ojos por la pesadez que siento en ellos, pero puedo percibir perfectamente a la persona que está frente a mí, que ahora va dejando un camino de besos desde mi clavícula, hasta llegar al inicio de mis senos. Mantengo mis ojos cerrados, suponiendo estar dormida para no interrumpir lo que hace. Pero cuando lleva uno de mis pezones a su boca, dándole un leve mordisco con sus dientes, me es inevitable soltar un gemido de satisfacción que me delata.

— ¿Vas a despertar, o prefieres seguir haciéndote la dormida hasta que termine follandote? —la segunda opción me parece más tentadora mi amor, pienso aún con los ojos cerrados. —Las personas dormidas no gimen Gianna, a menos que sea un sueño húmedo —expresa y luego sin esperármelo da un mordisco aún más fuerte en mi otro pecho logrando que por fin abra los ojos de golpe, y suelte un chillido.

— ¡Oye! ¡Eso dolió! —manifiesto apartándolo de mí.

— ¿No se supone que estabas dormida? —replica con una sonrisa triunfante, ganándose una mirada de desdén por mi parte. —Levántate de esa cama y arréglate que saldremos.

— ¿A dónde? —pregunto curiosa.

— Sólo haz lo que te digo —contesta con su típico tono autoritario, saliendo de la habitación.

Paso una mano por mi rostro, y estoy a punto de salir de la cama cuando me doy cuenta de que estoy completamente desnuda, diablos. Busco rápidamente mi ropa interior que esta tirada en el suelo, y me la pongo antes de caminar hacia la ducha. No me gustaría que alguien que no fuera Leo, entrara de improvisto y me viera caminando como Dios me trajo al mundo. Al entrar al cuarto de baño, lo primero que hago es verme en el espejo y lo que miro en mi cuerpo no me sorprende, pero sí me enfurece, es que ya es el colmo. No puede por una vez tener sexo conmigo, sin la necesidad de dejarme marcada como una vaca. Tengo chupetones que van desde mi cuello hasta mis senos, los cuales son muy notorios; tendré que ponerme toda la base encima por su culpa.

Después de ducharme, cepillar mis dientes y maquillarme medianamente, priorizando tapar muy bien las marcas en mi cuerpo; me puse un vestido estilo suéter tejido color gris claro, el cual es el único que traje, y las botas altas de color negro que por suerte empaqué. No pensé en traer mucha ropa que no fuera cómoda al venir, y tampoco pensé en comprar algo para ponerme hoy, así que esto es lo más... presentable se podría decir, que tengo para salir. En el cabello hago mi típica coleta alta y para darle forma solo hago unas leves ondas a mi cabello. Me veo una última vez en el espejo, y bien; me gusta como veo. Me pongo un poco de perfume, meto mi celular dentro de mi pequeño bolso y finalmente salgo de la habitación.

Al llegar a los escalones, trato de bajarlos con mucho cuidado ya que las botas que llevo puestas son de un tacón algo alto, y hace mucho tiempo que no uso este estilo de zapatos; uno porque no he salido y dos porque no son muy de mi comodidad. Pero como específicamente estas botas se me hicieron lindas, no pude resistirme y las compré solo para tenerlas recibiendo polvo en mi armario, hasta ahora. Bueno, a lo que iba. Termino de bajar por la escalera llegando al salón, no puedo evitar los ojos desmesuradamente por lo que estoy viendo. El recuerdo de la vez en el que lleno de rosas rojas su apartamento para mí, vuelve a mi cabeza, y justo ahora siento como si estuviera reviviendo esa escena, sólo que, en lugar de ser rojas, el piso del salón de la casa de mi madre, está cubierto por cientos de rosas azules.

Llevo una mano a mi boca aún sin poder procesar lo que mi visión ahora algo nublada enfoca, porque sí soy una dramática, llorona y sensible que no puede creer que uno de los hombres que están presentes en este lugar, pero que aún no me ha visto haya hecho esto por mí. Y el primero en percatarse de mi presencia es Adam quien abre los ojos exageradamente y luego mueve una ceja de manera insinuante, causando que deje salir una fuerte risotada por el gesto que ha hecho, cosa que llama la atención del otro hombre que también está ahí. Y que al escucharme aparta la vista de la ventana y se gira en mi dirección conectando mi mirada con la suya por varios segundos, luego de darme un buen repaso de pies a cabeza, tras el cual deja salir una leve sonrisa ladeada que lo hace ver increíblemente irresistible, pero que sabrá Dios en que perversidad estará pensando.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora