CAPÍTULO XV

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Escucho el sonido de las olas del mar y son ellas las que hacen que me despierte, abro los ojos con pesadez y veo el reloj que está en la mesita de noche marcar las diez de la mañana, maldición, dormí más de la cuenta. Me levanto de la cama y voy al baño para cepillar mis dientes y lavar mi rostro. Salgo de mi habitación en busca de Leo y veo que está en la cocina conversando con Lena, esto sí que es una novedad. Leo socializando, un hecho histórico.

— Buenos días —los saludo a ambos entrando a la cocina.

—Buenos días señorita —me contesta Lena con una sonrisa que yo también le devuelvo.

— Hasta que por fin despiertas —dice Leo, como siempre como siempre de buen humor.

— ¿Te levantaste hace rato?

— Sí, te estaba esperando para desayunar.

— Les llevaré su desayuno al comedor chicos —nos avisa Lena.

—No es necesario, nosotros lo llevamos —Leo lleva el tarro de jugo con los vasos, y yo llevo los platos.

Dejamos la comida en la mesa y cada quien se sirve su jugo. El desayuno consiste en un plato típico del país, plátano frito, frijoles, queso y aguacate, cosa que nunca había probado, pero desde hoy me volví fan, es deliciosa la comida de este lugar; Y más con el jugo de melón, simplemente el desayuno perfecto. Termino de comer rápidamente, hecho un vistazo al plato de Lionel y noto que casi no ha comido nada, solo se ha tomado su jugo.

— ¿No tienes hambre?

—Si como esto me va a dar diarrea.

— No te va a dar diarrea, pruébalo está delicioso —el frunce los labios y juega con el tenedor. —No te comportes como un niño tienes que comer.

— ¿Acaso eres la copia Karen?

— Solo come, tan siquiera el plátano —por fin logro convencerlo y minutos él se termina de comer su comida haciendo muecas y en silencio.

— Sí me da diarrea será tu culpa.

— Que no te va a dar nada —digo rodando los ojos. —Iré a ducharme, oye ¿te tomaste los medicamentos?

— Sí.

— Te traje el jabón especial para la herida ¿lo utilizaste?

— Que sí joder —exclama con molestia. —Mejor apúrate a bañarte que saldremos.

— ¿A dónde? —pregunto y él me dedica una mirada severa en respuesta, que solo significa una cosa: cállate y haz lo que te digo. —Ok, estaré lista en unos minutos.

Me levanto del comedor y me dirijo hasta la habitación, entro al cuarto de baño y en pocos minutos me ducho.  Elijo un vestido veraniego azul marino con finas rayas blancas en vertical, escojo unas sandalias blancas como calzado. Decido peinarme con una trenza estilo francesa, la cual me queda decente al segundo intento. Luego me coloco la crema protectora, agrego un poco de rímel a mis pestañas y brillo labial en mis labios, me veo en el espejo y una gran sonrisa sale de mis labios, me gusta como veo hoy y raras veces en la vida me siento contenta con mi aspecto. Por último tomo un bolso pequeño, meto mi teléfono en el y salgo de la habitación en busca de Leo, el cual ya se encuentra ya esperándome en la puerta principal. 

Él está de espaldas hacia mi, recargado en la puerta por lo que aún no me ha visto, así que hago un fingido carraspeo para que note mi presencia, él se da la vuelta lentamente y me ve con expresión imperturbable, noto como va descendiendo su mirada y me observa de arriba hacia abajo, sube de nuevo su mirada hacia mi rostro y habla.

—Vámonos —es lo único que sale de su boca y se da media vuelta para ir hasta la camioneta. Yo arqueo una ceja confusa porque no entiendo su reacción ¿Tan mal me vestí?

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora