CAPÍTULO LVIII

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El día final en Boston ha llegado. Ayer justo después de dejar a la hermana de Adam luego de pasar una bonita tarde juntos, al llegar a casa todos fuimos directo a empacar nuestro equipaje. Tengo que decir que no pude dormir en toda la noche, en parte porque ni siquiera me llegaba el sueño por no dejar de pensar, y por otro lado porque no quería volver a tener otra de las pesadillas que he sufrido en todos estos días, así que cuando menos lo espere ya había amanecido. Voy con unas ojeras de espanto, pero no importa porque espero reparar las horas de sueño durante el vuelo. En este momento ya estamos Ady y yo listos en el salón principal, y sólo estamos esperando a que Keyla se digne a bajar con su maleta.

— Listo, ya podemos irnos —justo aparece diciendo ella mientras baja los escalones.

— Creí que te quedarías aquí —le dice Adam con notorio sarcasmo.

— Eso es lo que quisiera, créeme.

— Mamá, ya nos vamos —le aviso para que salga de donde quiera que esté, y casi al instante aparece por la entrada de la cocina, y al ver sus ojos puedo notar que ha estado llorando. — Mamá —formulo acercándome a ella.

— No pasa nada, estoy bien —dice al unirnos ambas en un fuerte abrazo. — No entiendo porque prefieren irse en un taxi, cuando yo puedo ir a dejarlos —suelta en un hilo de voz.

— Dayanne, no es necesario —interviene Ady. — No hace falta que te molestes por nosotros.

— Para mí no es ninguna molestia.

— Mamá estaremos bien —interfiero. —Es mejor que te quedes aquí, porque si nos acompañas al aeropuerto no me podré ir.

— Y no tienes porqué irte, hija —expresa. — Podrías quedarte aquí.

— Sabes que tengo responsabilidades allá.

— Más bien tienes personas en esa ciudad —replica con negación. — Gianna, prométeme que me llamarás por cualquier cosa que suceda.

— No me sucederá nada, pero prometo llamarte.

— Esta es tu casa, y yo siempre estaré aquí para ti, para todo lo que necesites.

— Lo sé, Dayanne —aseguro. — Estaré bien, no te preocupes por mí.

— Te amo, mi muñeca —expresa dejando un beso en mi mejilla.

— También te amo, mamá.

— Y ustedes ¿Que hacen ahí parados? Acérquense a despedirse de mi —les dice a mis dos amigos quienes se acercan al instante. — Me harán muchísima falta —dice abrazándolos a ambos.

— Te extrañaremos —le hace saber Adam.

— Por favor, vuelvan pronto.

— Lo haremos señora madre de Gia —replica Keyla con una sonrisa. Decido unirme a ellos para un abrazo grupal, y justo en el momento en que nos separamos desde afuera se escucha el bocinazo del que supongo es el taxi que acaba de llegar por nosotros.

— Bueno, ha llegado el momento de irnos —digo mientras tomamos nuestro equipaje.

— Entiendo, pero ya salgan porque si se quedan un segundo más aquí no los dejaré partir —manifiesta mi mamá caminando con nosotros hacia la salida.

— Te llamaré cuando aterricemos —le hago saber antes de bajar los escalones.

— Esperaré tu llamada —dice abrazándome por última vez, y este es un abrazo que de cierto modo se siente muy nostálgico para mí, tanto que mis ojos se llenas de lágrimas. —Cuídense —dice al separarse dedicándome una sonrisa, la cual yo le devuelvo para finalmente bajar, y entregarle mis maletas al conductor quien las coloca en el maletero. Me subo al auto junto con los chicos, y al cerrar la puerta volteo a ver una vez más a mi madre por la ventanilla. Ambas nos dedicamos una leve sonrisa y poco tiempo después el taxi se pone en marcha dejándola atrás.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora