CAPÍTULO XLI

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— Gianna —escucho que alguien me llama a lo lejos entre mi sueño. — ¡Gia, despierta! —vuelvo a escuchar más claramente la voz de Adam.

— Déjame dormir —replico aún soñolienta.

— Dijiste que irías a correr conmigo, así que levántate.

— Cambié de opinión, Ady —me arrepiento de haberle dicho que saldría a correr con él, en este momento lo único que quiero es seguir durmiendo.

— Apúrate, si no quieres que te tire de la cama —manifiesta.

Yo lo ignoro tratando de cubrirme más con las cobijas, hasta que siento que estas son retiradas de mi cuerpo y sus manos comienzan a jalarme de las piernas.

— ¡Adam! —exclamo, levantándome antes de que me haga caer de boca al piso.

— Ve a cambiarte —es lo único que dice cuando logra su cometido, y luego sale de la habitación.

— Eres tan molesto —digo soltando un resoplido.

¿Quién demonios tiene ánimos para ir a correr a tempranas horas de la mañana? No sé en qué estaba pensando cuando acepté acompañarlo ayer. Es que ni siquiera estaba pensando, tenía la razón nublada por el sueño, y solo lo dije para deshacerme de él.

Camino hacia el baño de la habitación, y antes de meterme a la ducha, me cepillo los dientes. Cuando ya estoy totalmente refrescada y más despierta, tomo mi maleta buscando algo que ponerme; ayer no pude ni desempacar, y para mí mala suerte tampoco traje ropa deportiva aparte de la con que me vine. Reviso el armario, porque sé que mamá tiene toda mi ropa de preparatoria ahí.

Busco algo de ropa deportiva, y por suerte aquí tengo varios tops deportivos y leggins. Voy a llevarme algunos de estos a Los Ángeles, así no tendré comprar. Me pongo el conjunto, después mis zapatillas y por último hago una coleta en mi cabello.

— ¿Gia, ya estás lista? —pregunta Adam, fuera de la recámara.

— Cálmate, desesperado —le contesto.

 Regreso al baño, recordando tomar una toalla para secarme el sudor, y ahora sí por fin salgo, encontrándomelo a él esperándome delante de la puerta.

— ¡Por fin! —exclama dejando caer sus brazos a los costados.

— Agradece que te estoy acompañando.

— Tú me prometiste que lo harías —replica mientas bajamos hacia la planta principal. —Tenemos que llevar agua —nos dirigimos a la cocina y cuando ya estamos ahí observo a mí madre de espaldas en el refrigerador.

Ninguno de los dos ha conversado con ella después de lo de ayer, y yo aún me siento un poco molesta por lo que hizo. Sé que su intención no era formar un caos, pero si fue imprudente de su parte sabiendo perfectamente la clase de problemas que hay entre la familia de Ady y él. En cuestión de segundos ella nota nuestra presencia, porque de inmediato voltea hacia nosotros, y puedo notar por su expresión al vernos que también está mal por lo ocurrido.

— Buenos días chicos —nos saluda tratando de sonar amigable, pero todo esto se siente incómodo.

— Buen día, mamá —le respondo seca, y todos nos quedamos en silencio durante unos segundos.

— Chicos, sé que les debo una disculpa —admite. —Principalmente a ti, mi niño —manifiesta acercándose a él, y puedo observar los ojos de mi madre tornarse llorosos. —Quiero que sepas que mi intención, jamás fue hacerte pasar un mal rato. Sólo esperaba que las cosas entre tus papás pudieran mejorar, porque sé cuánto te ha afectado... —se detiene un momento para tomar aire. —Estar en esta interminable pelea con ellos —termina de decir sin poder controlar las lágrimas.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora