CAPÍTULO XXIX

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(Maratón 3/5)

Leo me ha sacado del estudio sin siquiera dejarme despedir de nadie. Rápido nos subimos al elevador del edificio para llegar a la parte baja de la disquera, y ninguno dice nada en el trayecto. No obstante, a mí me carcome la cabeza lo que le dijo a Sean, y tengo que saber por qué lo hizo.

— ¿Por qué le dijiste eso a Sean? —pregunto sin pensarlo.

— ¿El qué?

— Lo de que eres mi novio.

— ¿No lo soy?

— No lo sé, no recuerdo que me hayas pedido ser tu novia, para tu proclamarte como mi novio oficial.

— ¿Es enserio?

— Claro.

— Cuando te cogí por primera vez, me hice automáticamente tu novio oficial.

— Yo no me considero tu novia.

— De hecho, tienes razón, tampoco me considero tu novio, porque esa palabra es demasiado estúpida. Solo lo dije para callarle la boca al estúpido de Sean y al entrometido de Paul —expresa, mientras salimos del elevador.

— ¿Qué? ¿Qué fue lo que te dijo Paul?

— Cuando me dijo que fuera con él, solo fue para sacarme casi un cuchillo sobre qué era lo que estaba pasando entre nosotros.

— ¿Y tú qué le dijiste?

— Que a nadie le importaba lo que tuviera contigo —responde.

— ¿Esto en que nos convierte entonces?

— Tu coño es mío, y mi verga es tuya.

— No seas idiota Leo.

— No lo estoy siendo, eres mía confórmate con saber y entender eso. Tampoco quiero que le vayas contando a mundo y Reymundo lo nuestro.

— ¿Tanto te avergüenzas de mí?

— Sí quisiera te cojo allá afuera para que todo el mundo se entere de quién eres. Pero lo hago por ti, para que no te caigan como aves carroñeras, atacándote solo por estar conmigo.

— Se defenderme.

— No, no lo sabes. No aguantarías la presión sobre ti y sabes que es lo primero que harías, huir de mí.

— No es cierto.

— Lo es, te conozco más de lo crees —ruedo los ojos y me quedo en silencio.

Poco tiempo después escucho un teléfono timbrar y lo saco de mi bolsillo pensado que es el mío.

La pantalla de notificaciones se ilumina y veo un mensaje que dice: "Bebe, por favor contéstame" ¡Qué diablos! Me fijo más a detalle en el teléfono que tengo en mis manos y no es mi celular, si no el de Leo. Observo el nombre del remitente del mensaje y puedo sentir toda la furia entra a mi ser, cuando leo el nombre de esa maldita odiosa.

— ¿Qué significa esto? —Me detengo a poca distancia de la puerta, mostrándole el mensaje que le acaba de llegar.

— ¿De qué hablas? —dice tomando su teléfono, que apuesto ni siquiera se acordaba de que yo lo tenía.

— ¿Puedes o no puedes leer? ¿Por qué ella te está escribiendo eso? 

— Otra vez no con lo mismo —suelta hastiado. —Realmente no es lo que crees.

— Ah no ¿entonces qué es? —pregunto molesta.

— No lo sé, ni siquiera sé porque me escribió eso —contesta haciéndose el desentendido.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora