Al finalizar la cena de ayer por el cumpleaños de Ethan, estábamos tan cansados que al llegar a casa nos fuimos directamente a dormir. Puedo decir que la pasamos bien y no estuvo tan mal como pensé en un principio. Reímos mucho con las locuras de George, y mi primo disfrutó en su cumpleaños. En realidad, no me había percatado de cuánto extrañaba a toda mi familia hasta del día de ayer (exceptuando a Kenneth, claro; que por suerte se abstuvo de hacer algún comentario estúpido en toda la noche).
Pude olvidar todo respecto a Jace y divertirme, hasta el día de hoy. Por más que traté, la curiosidad me ganó y terminé metiéndome a su cuenta de Instagram, para terminar de comprobar viendo la fotografía recién publicada en su perfil en la que sale él junto a sus compañeros en una especie de entrenamiento en el estadio de Boston. Después de ver esa foto, mis nervios aumentaron y las dudas de si es buena idea ir al partido, volvieron a surgir. Como dije antes suena estúpido, porque no es como si él me vaya a observar dentro de una multitud de más de cincuenta mil personas; es muy poco probable, por no decir imposible. Pero es que ¡Demonios! ¡Tengo una mala corazonada con esto!
Ok, definitivamente me estoy alterando y me volver loca si de una vez por todas no dejo de pensar en Jace. Me dispongo a salir de la cama y me acerco a la ventana de mi habitación para abrirla, recibiendo el frío viento de la ciudad que entra por mis fosas nasales y llena mis pulmones. Inhalo y exhalo repetidas veces, logrando controlar mis pensamientos y calmarme un poco. Esto es algo que solía hacer mucho en la universidad cuando me sentía estresada. Permanezco ahí, hasta que escucho que mi teléfono empieza a sonar: cierro la ventana y me aproximo a tomarlo. Cuando lo tengo mis manos, observo el remitente, y una sonrisa sale de mis labios, es una videollamada de Leo. No he hablado con él desde ayer, el último mensaje que le envié fue el del video, pero supongo que estaba ocupado y después no pudo contestar.
— Hola, guapo —lo saludo al descolgar la llamada. Puedo notar que esta recostado en la cama, y supongo que las cortinas de su habitación están abiertas porque el reflejo de la luz solar pega en su cara. Puedo ver su pecho al descubierto y su brazo izquierdo flexionado detrás de cabeza resaltando sus bíceps ¡Por Dios, sí que he sido bendecida al tener este papacito conmigo!
— Preferiría que me llamaras de la forma en la que lo hiciste en el mensaje —contesta recordándome el mensaje que le envié ayer, con ese tono de voz enronquecido que me enloquece.
— ¿Hola mi amor? — cuestiono muriéndome de la pena. Nunca lo había llamado con un mote cariñoso, y ni siquiera lo pensé al hacerlo en ese texto.
— Dilo otra vez —me pide mientras entrecierra los ojos y deja salir una leve sonrisita de lado. Y es que está loco, quiere avergonzarme.
— Ya lo dije —contesto, y sé que en este momento tengo las mejillas encendidas.
— Lo cuestionaste no lo dijiste.
— Hola, mi amor —repito una última vez más roja que un tomate.
— Te pareces a Elmo —replica burlándose de mí, y yo ruedo los ojos.
— ¿Cómo estás?
— Aguantándome las ganas de mandar el trabajo a la mierda, y volar hasta Boston para follarte —responde con franqueza.
— Ni siquiera es para verme y pasar el rato conmigo, solo quieres tener sexo—le recrimino. Y no es como que me moleste la idea... pero, definitivamente el no piensa en otra cosa.
— Tener sexo implica verte y después pasar el rato contigo.
— ¿Acaso no solo podemos estar juntos sin tener sexo?
— No, porque verte implica una erección instantánea y no me la voy a jalar cuando puedo estar dentro de ti.
— Tienes un problema —admito riéndome.
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LA ASISTENTE DE LEO ✔️
Novela JuvenilGianna Coleman, una recién graduada universitaria logra conseguir un empleo como asistente personal de su cantante favorito y además amor platónico, Leo Hertzman. Ella piensa que este será el trabajo de sus sueños, hasta que conoce al verdadero homb...