CAPÍTULO XXVI

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Al llegar al estacionamiento del edificio de Leo, bajamos del auto, y ambos caminamos hasta el elevador sin decir una palabra. Quiero hablar con él respecto a lo que sucedió en el restaurante. En el auto no pude decirle todo lo que quería, porque dejé que las ganas del momento me sobrepasaran, y él sabía perfectamente que me iba a callar con eso.

— Leo —lo llamo al ingresar al elevador.

— ¿Qué sucede?

— No estaba bromeando cuando te dije que no quiero que te acerques a ella —suelto encarándolo.

— No empieces, que ya hablamos de eso.

— No, no hablamos porque tú no me dejaste hablar, los problemas no se solucionan con sexo.

— ¿Problemas? Eso no fue un problema, fue un capricho tuyo.

— ¿Capricho porque esa mujer coqueteaba contigo en mi cara y tú no la apartaste?

— No estaba coqueteando.

— ¡Lo hacía Leo! No estoy ciega y tú deja de ser tan descarado.

— Deja de comportarte como una loca.

— ¿Loca porque me molesta tu actitud? Entonces tengo que quedarme tranquila a observarlos.

— De nuevo con lo mismo —dice irritado, mientras pasa las manos por su cabello.

— Te lo advierto Lionel Hertzman, no sé qué demonios somos tú y yo, aparte de dos personas que se revuelcan. Pero si te diré algo, yo no soy plato de segunda mesa, y si vas a coger con otra, entonces dímelo y me dejas en paz.

— Sí lo que te preocupa es, que si le voy a enterrar la polla a alguien más, no tienes por qué hacerlo, con tu coño tengo y me basta, diciéndolo de manera más "romántica" —dice haciendo comillas con los dedos —Le soy fiel a tu coño ¿contenta?

— No te tomas nada enserio.

— Te lo estoy diciendo enserio.

— No quiero que te acerques a ella.

— No puedes pedirme eso.

— Ah bueno, pues si yo no puedo pedirte eso, tú no puedes pedirme que deje de hablar con Jace.

— Eso es muy aparte Gianna —dice mientras salimos del elevador y entramos al apartamento.

— Es la misma mierda, si tú no te alejas de ella, yo no me alejo de Jace —que de hecho, en todo caso no lo pienso hacer.

— Solo aceptaré porque me estás dando un maldito dolor de cabeza con tus tontos reclamos —manifiesta sentándose en el sofá del salón.

— Espero que no me estés mintiendo.

— Que no me acercaré a ella ¡joder!

— Más te vale.

— Dramática.

— Quien habla.

— Mejor ven acá —pide jalándome el brazo y sentándome a horcajadas en él. —Te necesito ahora —dice besando mis labios.

— ¿Acaso no te cansas? —cuestiono al separar nuestras bocas.

  — De ti, no —manifiesta mientras deja un reguero de besos húmedos en mi cuello.

— Lo acabamos de hacer en el auto —le recuerdo.

— ¿Y? — cuestiona restándole importancia mientras baja los tirantes de mi vestido revelando mi sujetador.

— Eres bipolar ¿lo sabías? — al ver que tan rápido ha cambiado su estado de humor.

— Ya te lo dije, me pones cuando te enojas — replica dejando pequeños besos sobre mis pechos que me hacen soltar un ligero gemido.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora