Palpo a un costado tratando de sentir el cuerpo de Leo, pero noto que no hay nadie a mi lado. Abro mis ojos con pesadez y veo su espacio el cual se encuentra vacío mientras la luz del sol entra fuerte iluminando la estancia. Me siento en la cama y en ese momento al caer la cobija que me cubría, me percato de mi cuerpo desnudo rememorándome la gran noche de ayer. Una sonrisa se instala en mi rostro, y sin más me pongo de pie para buscar mi ropa, que se encuentra regada por muchas partes de la habitación.
Salgo de su recamara encaminándome hacia la mía, y cuando ya estoy en la puerta a punto de abrirla, un fuerte aroma a flores inunda mis fosas nasales deteniéndome en mi lugar. Con curiosidad me encamino por el pasillo para saber de dónde proviene ese olor y cuando llego al salón, no puedo creer lo que veo ¡Qué demonios!
Todo el piso está cubierto con decenas de arreglos florales de diversos colores de rosas. Camino dificultosamente tratando de apartarlas, hasta llegar a la cocina, donde está Leo al parecer ¿Cocinando? ¿Acaso estoy soñando?
— Vaya, esto sí que es una sorpresa —él voltea y me ve con el ceño levantado. —¿Desde cuándo tú cocinas?
—Que no lo haga, no significa que no pueda Gianna.
—Eso veo —replico gratamente sorprendida. —Oye ¿y quién trajo todas esas flores que están en la sala?
— Las compré para que no estés llorando por un puto ramo barato, y sepas que es un regalo de verdad.
— ¿Son para mí?
— No, son para mí — dice con sarcasmo mientras rueda los ojos. — No sabía que tenía a otra mujer en mi casa que no fueras tú. —sinceramente me ha dejado sorprendida y sin palabras.
— No tenías por qué hacerlo — replico logrando que él me dedique una mirada de fastidio. — Pero muchísimas gracias, son hermosas — le agradezco y de inmediato cambia su gesto — Sólo que, no sé dónde voy a poner a todas esas flores.
— Sí quieres puedes mandarlas al jardín de la azotea del edificio, ahí las podrán plantar.
— Me parece perfecto —replico. Poco después él mete la mano en uno de los bolsillos de su chándal, saca algo, y lo deja en la encimera.
— Tomate esa pastilla si no quieres tener algo creciendo dentro de ti en las próximas semanas —¿QUÉ? —Cogimos sin condón y supongo que tú no te cuidas.
— ¡Leo! ¿Por qué no te acordaste del puto condón?
— Tú tampoco lo hiciste, así que no me reproches nada —Mierda, por andar de estúpida calenturienta pude haber quedado embarazada.
— A partir de ahora si no tienes el maldito preservativo en tu pene no haremos nada.
— Ni de coña usaré un puñetero condón contigo, tienes que ir hoy con la ginecóloga para que te dé un método de planificación.
— Como sea — Leo sirve unos panqueques con mantequilla y miel, en un plato y me lo entrega.
— Come rápido y después ve a ducharte para poder irnos.
— ¿Tan desesperado estás?
— Estuve a punto de enterrarme en tu coño mientras dormías, hasta que recordé que tú no te cuidas. Me quedé con una erección de los mil demonios así que sí, estoy desesperado por follarte.
— Eres un enfermo.
Termino de comer el desayuno que Leo me ha preparado y me meto directo en la bañera. Cuando me estoy duchando me percato de todas las marcas que el idiota de Leo, me ha hecho; tengo marcas en mi cuello, en mis senos, en mi abdomen, se ha pasado dos hectáreas. Cuando ya he terminado de bañarme, me envuelvo en una toalla y luego me visto, también me pongo corrector en las marcas de mi cuello. Veinte minutos después ya vamos rumbo a la clínica de ginecología.
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LA ASISTENTE DE LEO ✔️
Teen FictionGianna Coleman, una recién graduada universitaria logra conseguir un empleo como asistente personal de su cantante favorito y además amor platónico, Leo Hertzman. Ella piensa que este será el trabajo de sus sueños, hasta que conoce al verdadero homb...