CAPÍTULO XXXVI

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El sonido incesante del timbre de un teléfono, hace que abra mis ojos con pesadez recibiendo la luz del sol que se filtra por mi ventana, directamente en la cara. Enfoco mi vista en la persona que tengo a la par, y me encuentro con Leo completamente dormido y con su brazo rodeando mi cintura, sonrío al verlo así, se ve tan angelical; nadie podría adivinar las cosas que me estuvo haciendo ayer con ese rostro tan pacifico.

Quito su brazo de mi cuerpo con sumo cuidado para no despertarlo. Me levanto de la cama, tomo la camisa de Leo que está en el suelo y me la pongo para no andar por la casa como Dios me trajo al mundo. Escucho que el sonido del celular proviene de mi bolso, así que voy hasta el y lo tomo. Cuando ya lo tengo en mis manos vuelve a sonar, mostrando el nombre de Adam en la pantalla. Descuelgo y salgo de la habitación.

— Hola —contesto en medio de un bostezo.

¿¡Por qué demonios no contestabas mis llamadas!? — es el lindo saludo que obtengo de su parte.

— Estaba dormida.

Te estuve mandando cientos de mensajes desde ayer en la noche, para confirmar nuestra salida de hoy.

— Ya te había dicho que sí nos veríamos.

Sí, dijiste que nos veríamos hoy a las tres de la tarde, pero ya son las dos pm y me dices que te vienes despertando — cualquier rastro de sueño se esfuma cuando escucho qué hora es salir de su boca.

— Mierda, lo siento.

Se me hace demasiado extraño que tú duermas hasta esta hora, cuando lo más tarde que te levantas en un fin de semana es a las diez de la mañana —expresa con tono recriminatorio. —No me digas que estuviste de fiesta y no me invitaste —si pasar toda la noche en la cama con Leo se considera una fiesta...

— Para nada Adam, no sé lo que es una fiesta desde hace meses.

Pues cuando estemos en Boston tendremos que salir a divertirnos.

— Tenlo por seguro.

Ok, entonces te dejo para que te alistes de una vez por todas. Nos vemos en el restaurante.

— Ahí estaré —corto la llamada y me encamino de nuevo hacia mi habitación.

Cuando ingreso a la recámara, me percato de que Leo todavía sigue dormido, a excepción de su amigo, que bajo esa sabana está muy despierto. Mientras me acerco a él, se me ocurre la buenísima idea de tomarle una fotografía mientras duerme. No tengo muchas fotos suyas en mi teléfono, así que no estaría mal tomarle una. Me meto al icono de la cámara, y cuando lo tengo enfocado, presiono el botón blanco de la pantalla y automáticamente se escucha el sonido de la fotografía al ser capturada.

— ¿Cuál es la necesidad de parecer una acosadora tomándome fotos mientras duermo? —articula casi en un susurro. Mierda, debí de silenciar el teléfono.

— No sé de que hablas —replico, fingiendo no saber a lo qué se refiere.

— Estoy despierto desde que te levantaste de esta cama —expresa abriendo sus ojos, dejándome ver sus hermosos iris azules. —Y escuché perfectamente el sonido de la cámara.

— De acuerdo, me declaro culpable por tomarle una fotografía a mi guapo novio, mientras finge estar durmiendo —digo mientras levanto mis manos al aire en señal de rendición.

— Me gusta como te queda mi camisa —manifiesta, recorriendo mi cuerpo con su mirada.

— A mí también, creo que me la quedaré —él ríe forzosamente, y a juzgar por la expresión que pone, me percato de que quiere decirme algo.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora