CAPÍTULO XLVIII

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No espero más tiempo para salir del auto, y cierro el coche de un portazo a causa de la rabia que siento solo con ver a este pedazo de mierda aquí, que al impactar se escucha el intenso sonido de los metales chocar. Él ni siquiera parece haberse percatado del estruendo ya que sigue de espaldas conversando con quien sea que este dentro de la casa, sin imaginarse quien se encuentra detrás suyo, es que es un completo imbécil.

Camino hacia su dirección a paso decidido, y aprieto mis puños a medida me voy aproximando. Por cada paso que doy, siento cada vez más la tensión en mi cuerpo, mi respiración se acelera, y la ira en mi aumenta cada segundo. Ninguno se percata de mí, hasta que estoy a menos un metro de distancia de ellos. La primera en notar mi presencia es la mujer con la que está conversando en la puerta, que supongo es la madre de Gianna; ella parece congelarse, y abre los ojos desmesuradamente al verme, lo que provoca que él gire de cara hacia mí, dejándome de primer plano su rostro con expresión perpleja al observarme. Una pequeña sonrisa ladeada escapa de mi rostro por su gesto, y sin que ni por cerca se lo espere le asesto un puñetazo en la mandíbula con tanta fuerza que cae al suelo del impacto y deja mis manos ardiendo por choque de mis nudillos con su cara, sorpresa hijo de puta. No me limito a sentir el dolor en mis manos, solo quiero acabar con el desde que llegue aquí, y eso es lo que voy a hacer, como tuve que haberlo hecho hace tiempo. Escucho los gritos de pavor de la mujer que está ahí, pero no le presto atención, ahora solo puedo enfocarme en la puta escoria que esta tirada en el césped y sigue sin levantarse.

— Leo, qué... —intenta formular mientras lleva su mano a la zona golpeada, observándome de manera desconcertada como si todavía no pudiera creer que estoy frente a él.

— Levántate, hijo de puta —le ordeno cabreado, porque no vine a conversar. Se va a arrepentir de haber nacido y mucho más de haberse metido con lo mío.

— No quiero pelear contigo —expresa aun tirado en el suelo, maldito de cobarde mierda.

— ¡Que te levantes! —le espeto tomándolo de su camiseta con violencia, logrando que débilmente se ponga de pie y quede frente a mí.

— Hermano, yo... — solo escuchar esa palabra tan falsa de su asquerosa boca causa que toda mi sangre hierva y no tarde en propinarle otro puñetazo con mas fuerza que la vez interior, que va dirigido a su boca, y logra reventarle su labio inferior y lo deja botando hilos de sangre.

Al recibir el impacto se tambalea hacia atrás debido al impulso con que lo golpee; sin embargo, esta vez logra mantenerse de pie y rápidamente intenta atacarme para devolverme el golpe. Pero es tan clara su intención para mí, que consigo esquivarme a tiempo, y llego a impactar mi puño a un costado de su torso, justo en el área de sus costillas, causando que suelte un agudo quejido de dolor. Golpeo repetidas veces el mismo punto de su cuerpo como si fuera un maldito saco de boxeo, sacando toda mi furia hasta que cae al piso retorciéndose del dolor. Es un maldito cobarde de mierda, ni siquiera pone resistencia y eso solo me enfurece más.

— Leo... —pronuncia con dificultad. — No... —toma unas bocanadas de aire para poder seguir. — No voy a pelear contigo —pues te mataré más rápido imbécil.

Le asesto varias patadas en el estómago sin compasión, que lo dejan sin aire y hacen que se retuerza en posición fetal, acto que ni por cerca me causa un ápice de lástima, porque él lo provoco. Lo tomo del cabello y sin más intesto estrellar su rostro contra el suelo. Pero en el acto consigue tomar mis muñecas y logra tirarme al césped junto con él. Se impulsa para abalanzarse sobre mí y conectar su puño directo en mi tabique nasal. Yo sólo puedo escuchar el sonido del pequeño hueso romperse y casi al momento tengo la sensación de un líquido espeso descender por mis fosas nasales, este pedazo de mierda... me ha roto la nariz. Intento tomar impulso para poder quitármelo lo de encima, pero él me lo impide impactando otro gancho en mi mentón justo como lo hice con él, causándome un dolor algo agudo pero soportable. Al captar que ha soltado una de mis muñecas, aprovecho para utilizar mi brazo libre y le propino un golpe directo a su ojo izquierdo, con el que logro quitarlo de mí.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora