CAPÍTULO XXXIX

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Detesto tener que madrugar. Me acosté demasiado tarde ayer, asegurándome de tener todo mi equipaje listo y también por mi preocupación de que Leo no tenga algo grave. No quise llamarlo o escribirle a esta hora porque seguramente sigue durmiendo y tampoco quiero despertarlo, así que tendré que hacerlo cuando ya esté en casa de mamá.

Veo la hora en el reloj que está en la mesita de noche de mi habitación y este marca las seis y cincuenta de mañana, Adam dijo que iba a pasar por mí a las siete, así que sé que en cuestión de nada llegará. Yo ya me encuentro completamente lista, me vestí simplemente con un conjunto deportivo de buzo y sudadera, con las zapatillas Nike; en este momento el clima está un poco fresco y al llegar a Boston estará totalmente frío, así que era la mejor opción.

Doy una última vuelta por el cuarto de baño para asegurarme de que no se me olvide ningún producto de higiene, o el maquillaje, y cuando estoy cien por ciento segura de tener todo: tomo mi equipaje y salgo de mi habitación. Dejo mis cosas en la sala por mientras llega Ady, y me encamino a la cocina para tomar un paquete de galletas, no he desayunado nada, así que estoy muerta de hambre. Y esto calmará mi apetito hasta que llegue al aeropuerto y pueda comprar algo de comer.

— Gia, ábreme —escucho la voz de Adam a través de la puerta. Veo la hora en mi teléfono y justo marca las siete en punto. Vaya sí que es puntual.

— Ya voy —me encamino hacia la puerta para abrirla, y ambos reímos al notar que vamos técnicamente iguales, solo que mi conjunto es negro y el suyo es gris. —Como que alguien quiso copiarme el estilo hoy.

— Desearías, tú me copiaste a mí envidiosa.

— Ya quisieras.

— Sí, sí, déjame entrar que se nos hará tarde —demanda.

— Pero si vamos dos horas antes, Ady —digo apartándome para que pueda pasar.

— Como sea es mejor estar antes —dice acercándose hacia donde tengo mis cosas. —Llevaré tu equipaje —toma las maletas y sin más sale del departamento, señor es tan exagerado con la puntualidad, y para nada porque seguramente tendremos que esperar buen rato para abordar.

Yo tomo mi bolso de mano, y salgo detrás de él; me aseguro de dejar la puerta perfectamente cerrada y entro al elevador. Ninguno dice nada, mientas estamos dentro, y a mi mente llega el pensamiento de la esperanza que tenía de que hoy, por fin mi periodo hiciera acto de presencia, pero que tampoco sucedió ¿debería de irme haciendo la idea de que una pequeña persona está formándose dentro de mí?

Inconscientemente llevo mi mano hacia mi vientre y cuando me percato de mi acto la retiro con rapidez recordando que Adam está a mi lado. Por suerte él ha sacado su teléfono y está inmiscuido en el, por lo que no ha visto nada. Quiero acabar con esta tortura que me produce no saber si estoy embarazada, ya. Cuando esté en Boston tendré que comprarme una prueba de embarazo.

— Te ves muy pensativa —expresa Adam, sacándome de mi ensimismamiento. Ni siquiera me di cuenta en que momento dejó su teléfono.

—Es solo que me siento algo nerviosa por el vuelo —miento, no estoy preparada para contarle a nadie lo que realmente me sucede.

— Yo igual, le tengo una puta fobia a los aviones.

— Hay que dejar de preocuparnos, estaremos bien.

— Eso espero —expresa, mientras salimos del elevador. Hoy no veo señales de Tom en la recepción, me imagino que estará en otro turno, así que paso de largo. — ¿Cómo crees que reaccione tu mamá al vernos?

— No se lo va a poder creer, y más aún porque vas tú —Adam pone el equipaje en el maletero, luego subimos al auto, y nos ponemos en marcha. —Me hace demasiado feliz poder verla, la he extrañado mucho.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora