Capitulo 53 "Eres la parte que me faltaba"

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Una antigua leyenda griega decía que el dios del Olimpo estaba muy orgulloso de la creación perfecta de la humanidad, pero a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que era demasiado perfecta. Por lo tanto, condenó su nacimiento incompleto. Sí, no estar completos. La parte que los hace felices y perfectos no es de ellos. Por lo tanto, todos han estado buscando la mitad perdida de sus vidas. Esa mitad que los completa, lo que los hace felices. Y a veces, algunas personas no la pueden encontrar...

Natalia y Alba eran testigos de que esa historia era verdadera. Se pasaron toda su vida sintiéndose incompletas, hasta el día en el que el destino las hizo cruzar caminos.

Habían llegado a la cabaña entre risas y besos, Nat se había negado a la fiesta que quería armar Manu, debido a que se le ocurrían miles de formas mucho más mejores para celebrar. Al fin y al cabo, esa era su luna de miel.

-¡Amor!- dijo Alba sintiendo la textura de la madera de la pared de la cabaña detrás suyo.

-Lo siento, son las consecuencias de casarte conmigo, señora Reche de Lacunza- dijo Nat entre besos.

-¿Reche de Lacunza?- dijo risueña.

-Sí, ¿Qué tiene? ¿No te gusta?- 

-Me encanta- dijo Alba  antes de besar aquellos apetitosos labios una vez más.

Nat la miraba con deseo ante la respuesta.

A duras penas lograron abrir la puerta, era tarea difícil debido a que no quería separarse ni un segundo. Las manos de Alba exploraban sin parar el cuerpo de Natalia, la cual parecía querer devorar los labios de su chica.

Entraron dentro de la cabaña y Nat cerró la puerta con su pierna, a la vez que cargaba a Alba y hacía que enredara sus piernas en su cintura.

-Te ves muy hermosa- dijo Natalia entre besos.

-Tú más- le respondió Alba con dificultad debido a que su respiración se hacia cada vez más pesada.

-Me muero por probarte- 

-¿Qué te impide hacerlo?-

La mirada de Nat se hizo más oscura, abandonando su color original para dar lugar a un negro oscuro lleno de excitación. 

Sin duda Alba la llevaba a sus limites con solo una frase.

Sus bocas chocaron en un beso para nada delicado, tomar las cosas con calma eran echadas a un lado, no había lugar para la vergüenza, ni el pudor...no entre ellas. La intimidad que disfrutaban era única, del tipo de intimidad que se tiene cuando compartes tu alma con alguien. Esa que solo se goza cuando encuentras a tu verdadera mitad.

Nat caminó a ciegas hasta llegar a la esquina de la cama, donde la dejó caer con total suavidad. Alba quedó semi acostada sobre las sábanas, mientras que Natalia la observaba desde arriba, hipnotizada por la belleza de su ahora esposa. Porque sí, era su esposa, el amor de su vida.

No lo vio venir, ni siquiera se lo esperaba, pero cuando vino a darse cuenta era ella la que estaba acostada en la cama y Alba sobre su cuerpo. Apresándola con sus fuertes muslos.

-Te amo y te voy a amar siempre, Natalia- dijo llevando una de sus manos al rostro de Natalia para acomodar los mechones desordenados.

  -Yo también, Alba- respondió Nat antes de recibir aquellos finos labios que la hacían alcanzar la gloria. 

Alba se apartó un poco para mirarla una vez más. La amaba, la amaba con locura...

Llevó sus manos hacia los botones del chaleco de Natalia, los cuales comenzó a desabotonar uno a uno, sin apartar la mirada por un segundo de aquellos ojos que la volvían loca. Nat tenía en su rostro una pequeña sonrisa, que tenía de inocente la misma cantidad de no.

La miraba perdida en sus actos, con su respiración pesada y sus ojos oscuros lujuriosos, de amor.

Uno, dos, tres, cuatro...y ya estaban fuera el chaleco de color negro y la fina camisa de color blanco. Alba llevó su mano derecha hacia el pecho de Natalia, y con total delicadeza comenzó a explorar cada uno de sus lunares. Esos lunares que ya conocía de memoria y que podía encontrarlos con los ojos cerrados.

Mientras la respiración de la morena era cada vez más pesada, sus ojos se cerraban en contra de su voluntad al sentir los toques de su esposa explorando su hombro, su cuello, sus pechos, toda su anatomía. Parecía estar esculpiéndola con sus manos, aunque sabía perfectamente por qué lo hacía. Sabía qué era lo que estaba haciendo inconscientemente...quería grabarla, Alba quería grabarla en su mente, en su alma.

Su piel se erizó por completo al sentir las manos de Alba llegar a su espalda baja y comenzar a dejar caricias ahí. Escaló de a poco para llegar al broche de su sujetador. Y sin permiso...Desabrochó el cierre, liberando esas dos obras de arte de su cárcel.

Los pechos de Natalia siempre le parecieron perfectos a Alba, tan delicados, cálidos y con esa aureola rozada que gobernaba en ellos...eran tan apetitosos, que sentía todo su cuerpo estremecerse de solo pensar en ponerlos en su boca.

Puede que ya hubieran hecho el amor miles de veces, pero nunca, a pesar de la confianza que ya se tenía, desaparecía esa emoción, ese nerviosismo al ir descubriendo el cuerpo de la otra.

-Gracias por ser lo mejor que me pudo pasar en la vida, Nat- dijo Alba recostando el cuerpo de Natalia sobre el colchón y colocándose sobre ella. Llevó una pierna a cada lado del cuerpo de su mujer, quien la miraba embobada.

Las manos de la morena subieron el vestido blanco con delicadeza, hasta dejarlo fuera del cuerpo de Alba una vez, y dejar a la chica solamente en una hermosa lencería blanca.

Acarició el firme cuerpo de su chica, disfrutando la sensación de la piel de esta erizándose por el camino de sus caricias. Subió y bajó un par de veces por los costados de su chica, la cual no dejaba de mirarla en ningún segundo. Sus miradas solo decían una cosa...amor...el más puro amor que puede haber...ese que no tiene prisa, ese que lucha contra los miedos...ese que puede con todo.

-Lo mejor que me pudo dar la vida fuiste tú- susurró Nat en respuesta a la frase anterior de su esposa.

Al oír esto los ojos de Alba se iluminaron como dos luceros en la noche, y sin pensarlo mucho...Se lanzó sobre los labios de su mujer, quien la recibió gustosa.

Se sumergieron en un beso eterno, de esos que te marcan de por vida. Un beso lleno de promesas, de verdades...

Esas chicas hicieron el amor, hicieron el amor como tantas veces habían ya hecho, pero como nunca se cansarían de hacerlo.

Sus cuerpos llenos de calor mezclándose, entrelazándose, sintiéndose bajo aquellas finas sábanas blancas. Sus manos entrelazadas en todo momento, sus miradas conectadas. Sus besos que intercalaban entre el cariño y la pasión.

Aquella noche Málaga fue testigo de los gritos de amor...

De aquellos que no tuvieron fin...

De las uñas de Alba colonizando la espalda de Natalia, mientras esta se adueñaba con sus ágiles dedos y su despiadada lengua en el sur de su cuerpo...

Del grito ahogado de Natalia al llegar al clímax bajo el cuerpo de su chica...

Aquella noche fue testigo de dos personas que realmente se aman.

  

Be my summer / AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora