✡ CLXXVII

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Capítulo 177: Metamorfosis

—Por el trono, ¿qué clase de criatura es esa? —dijo Erton en un murmullo apenas audible.

El monstruo que se erguía ante ellos era todo lo horripilante que se podía llegar a ser. Zeida pensó que no podía haber una criatura más abominable que aquella.

Se encontraba de pie sobre sus dos patas traseras, mientras que sus ojos enloquecidos miraban de un lado a otro, como si estuviera buscando a alguien en particular.

Lorthys entrecerró los ojos para poder verlo mejor. A continuación retrocedió varios pasos, desconcertado y aturdido.

—¿E-esa es la armadura del White Darkness? —balbuceó, mientras levantaba un dedo tembloroso para señalar los harapos andrajosos que el monstruo llevaba encima.

Los demás miembros del Equipo se fijaron en él. Si Lorthys no lo hubiera mencionado, nadie se habría dado cuenta. La armadura estaba despedazada hasta tal punto que tenía agujeros y grietas en cada centímetro cúbico. Incluso le hacían falta innumerables pedazos, grandes y pequeños.

Resultaba que la criatura no era un demonio, sino un hombre…

—¿Q-qué significa esto? —tartamudeó Erton, quien por alguna razón estaba más aterrado que antes.

Zeida no apartaba la mirada del extraño, quien seguía acercándose a ellos, esta vez a paso lento y tambaleante. Su aspecto era tan deshecho que parecía que había pasado sus últimos años viviendo en un pútrido y oscuro agujero, completamente aislado de toda forma de vida.

Los ojos del extraño se revolvieron frenéticamente de izquierda a derecha hasta que finalmente fueron a posarse sobre Deon. Una furia asesina pareció apoderarse nuevamente de él.

—¡Deon, te mataré! —rugió con una voz gruesa y estremecedora, impropia de un ser humano.

A continuación el monstruo corrió hacia su presa con su expresión demencial en el rostro.

Completamente desesperado, Herfus lanzó rayos con su báculo, mientras que Lorthys, Erton y Zeida avanzaron hacia el enemigo, dispuestos a librar una lucha cuerpo a cuerpo.

Los rayos impactaron nuevamente en el blanco, formando una densa columna de polvo a su alrededor. Erton sonrió, creyendo que este era el fin del monstruo, pero el mago no estaba tan seguro. El extraño ni siquiera había intentado esquivar los rayos...

Sus temores se volvieron realidad en cuanto éste emergió de la nube de polvo y, mientras soltaba un rugido espantoso, avanzó a gran velocidad hacia Deon quien se encontraba detrás de la marcha. Su velocidad fue tan extraordinaria que esquivó los ataques de Lorthys, Erton y Zeida, y en apenas un instante se plantó enfrente de su verdadero objetivo.

Los nudillos del monstruo se enterraron en el rostro de Deon, mientras éste caía al suelo con un profundo alarido de dolor. A continuación el extraño se lanzó sobre él y prorrumpió en una interminable lluvia de puñetazos, los cuales fueron arrojados a una velocidad endemoniadamente rápida. De más estaba decir que uno solo de aquellos golpes habría sido suficiente para matar a un toro adulto.

—¡ESTÁS MUERTO, DESGRACIADO! ¡MUERTO! —gritaba el extraño una y otra vez, mientras que sus puños relampagueaban en el aire, golpeando a Deon con un frenesí demencial.

De los cientos de golpes lanzados, el monstruo apenas falló uno solo, el cual impactó contra el suelo de piedra, produciendo un enorme agujero del tamaño de una cabeza humana. Unas pequeñas grietas se formaron alrededor.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 2: La Ira del Dios de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora