✡ CXCIV

885 71 38
                                    

Capítulo 194: Los Niveles del Xen

Otra vez el mismo sueño. El mismo maldito sueño.

Su mente se había visto trasladada a Fazblack, el maravilloso reino en el cual había nacido y pasado los primeros años de su infancia.

Ubicado al sureste del continente Colmillo Rojo y siendo uno de los reinos más pequeños de la región, Fazblack contaba con un significativo grado de pobreza, por lo que no se podía decir que aquel fuera precisamente el lugar más agradable en el que uno pudiera vivir. Sin embargo, él fue feliz en ese lugar; una felicidad que luego le sería arrancada súbitamente por las blasfemas criaturas del Mal, lo que lo sumiría en un estado de profunda melancolía la cual se prolongaría por casi veinte años.

En su sueño, él se encontraba de camino al mercado central del distrito en compañía de su madre, tal y como había sucedido hacia tantos años atrás...

Las estrechas y empolvadas calles estaban desiertas, a excepción de algún que otro mendigo que dormitaba en suelo, junto a las paredes.

Él arrugó la nariz al notar el desagradable hedor que desprendía el cuerpo en descomposición. Intentó no observar aquella figura, ya que sabía por experiencia propia que cada día que pasaba la visión del cadáver era más repugnante. Se trataba del cuerpo de un animal, probablemente un perro, el cual se hallaba tirado en la esquina más lejana del mugroso callejón por el que ellos estaban caminando en aquel momento.

Todo un enjambre de moscas y otros insectos que le eran desconocidos se apiñaban en torno al nauseabundo cuerpo del animal, revoloteando alrededor, en círculos que se sobreponían los unos a los otros.

A pesar de que prácticamente todos los días pasaba por allí, él todavía no lograba acostumbrarse al horrible hedor que desprendía el animal.

Todo esto hacía que resultara muy incómodo tener que caminar por aquel callejón, pero esa era la ruta más corta y segura para llegar a la Plaza de las Pulgas, en donde tenia lugar el mercado que llevaba el mismo nombre.

Las rutas alternativas eran más largas. Algunas de éstas apestaban a orina o cosas menos apatecibles; otras solían ser frecuentadas con bastante regularidad por traficantes de drogas o extraños grupos de dudosa reputación que tenían toda la pinta de ser miembros de alguna de las numerosas bandas criminales que merodeaban por el sector.

Evidentemente aquella no era una de esas zonas en que la gente se peleara por vivir. Montañas enteras de basura y residuos de toda clase se acumulaban prácticamente en cada esquina.

Los borrachos y drogadictos se contaban por cientos. Innumerables almas sumidas en la pobreza pasaban la vida sentadas en alguna esquina, inmersas en la droga más barata que encontraran aquel día.

Las fuerzas del orden ni siquiera se molestaban en entrar en este sector, por lo que era inevitable que las bandas criminales lucharan entre ellas por el control de toda la zona.

Este era un lugar olvidado por Dios. Pero el chico era muy pequeño para darse cuenta de eso. Esto era lo normal para él. Al fin y al cabo, en su corta vida, no había alcanzado a ver nada más allá de este basurero al que habian nombrado "Distrito de las Pulgas".

Pese a la gran cantidad de malandros, eran pocas las ocasiones en las que alguien se atrevía a molestar al chico y a su madre. Aunque él era muy pequeño, sabía que eso se debía a que su padre era un hombre muy respetado por aquellos lares.

Su padre, de hecho, era uno de los únicos tres médicos independientes del Distrito de las Pulgas que en verdad eran médicos. Cada día, varias decenas de personas, con heridas o enfermedades, se dirigían hacia su consultorio con la esperanza de que él pudiera curar, o al menos aliviar, sus malestares; Muchos de éstos eran pandilleros con múltiples heridas producidas por miembros de bandas rivales.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 2: La Ira del Dios de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora