✡ CXXXVII

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Capítulo 137: Habitaciones

Raidel y los demás tuvieron que esperar a Sendor por dos horas. Mientras tanto, Alisa siguió esquivando las dagas, y Fran les contó varias historias de su vida. Resultaba que el equipo Ceifador había perdido a tres miembros en la última misión y solo habían sobrevivido él y Sendor. El muchacho supo entonces que todas las misiones eran tremendamente difíciles. Fran les reveló que en cada misión al menos un compañero moría, y eso sucedía casi siempre.

Raidel y Keila contaron de dónde habían venido, y acerca de la dificultad de la misión que habían acabado de realizar para poder entrar al White Darkness.

Y de ese modo anduvieron por dos horas, sentados en la hierba y relatando historias, mientras contemplaban el paisaje y miraban a Alisa esquivar las dagas voladoras. Los movimientos de la muchacha eran tan rápidos y precisos como al principio. Ni siquiera parecía estar agotándose. Y en un momento dado la puerta se abrió detrás de ellos y por allí entró un hombre de mediana edad, quien tenía escaso cabello entrecano y una pequeña calva en la coronilla.

El sujeto avanzó por el jardín. Llevaba un báculo brillante en una de sus manos. Raidel percibió un olor bastante conocido que desprendía de aquel hombre, pero éste era muy débil, por lo que tuvo problemas para recordar de qué olor se trataba.

—¡Sendor! —dijo Fran, quién parecía entusiasmado y enfadado al mismo tiempo—. Ya era hora que regresaras. —Con un dedo puntiagudo señaló a Alisa.

Los ojos del mago se fijaron en la chica.

—Ah, es verdad, me olvidé de ella —dijo él con bastante tranquilidad, y hasta aburrimiento.

Esta vez Raidel sí pudo distinguir qué olor era. Su aliento apestaba a alcohol.

El mago se dirigió hacia Alisa sin ninguna prisa. Es más, estaba arrastrando los pies.

Raidel y Keila no pasaron por alto el desinterés de Sendor. Todo parecía indicar que al mago no le importaba en lo absoluto la vida de la muchacha.

Y cuando Sendor llegó a ella, alzó su báculo mágico, y al instante las dagas que estaban persiguiendo a Alisa cayeron al suelo con un sonido sordo.

Ella detuvo sus movimientos y observó las inmóviles dagas por un segundo. A continuación su mirada fue a posarse sobre Sendor.

Raidel y Keila esperaban oír sus quejas de protesta, pero Alisa simplemente dijo con bastante calma:

—Vaya, esta vez si que te tomaste tu tiempo en volver, anciano. —Después de semejante entrenamiento de diez horas consecutivas, ella apenas estaba algo agitada... pero nada más.

—¿Anciano? —gruñó Sendor—. ¡Solo tengo cuarenta y seis años!

—Lo que te convierte en un anciano —concluyó Alisa, mientras se pasaba una mano por su rubio cabello.

—¡Mocosa, debí haberte dejado correteando por tres días más!

Ella abrió la boca para replicar, pero entonces se fijó en los nuevos miembros que estaban a cien metros más allá, sentados en la hierba.

—Un momento, ¿quiénes son ellos?

Sendor los quedó mirando por un buen rato. No se había dado cuenta de su presencia cuando entró...

Los compañeros resultaron ser personas bastante agradables. Pronto se dieron cuenta que Sendor era alguien despreocupado, y que no mostraba especial interés por ninguna cosa en particular. En cambio, Alisa, por alguna razón parecía que solo tenía una cosa en la mente: el entrenamiento. Lo primero que ella quiso saber al conocer a los nuevos miembros fueron los números que éstos tenían en los brazos. Y no se vio especialmente impresionada en cuanto vio qué números eran. De hecho pareció perder el interés en ellos, ya que la muchacha dijo que tenía que ir a descansar y luego se marchó del lugar.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 2: La Ira del Dios de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora