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Capítulo 110: Ascensión

La maldita montaña parecía infinita.

Raidel y Keila ya habían escalado mil o dos mil metros, pero todavía no lograban ver la cima de Therd. El muchacho se preguntó si aquella montaña en verdad tendría fin...

Raidel notó que a medida que escalaban hacía cada vez más frío, y hasta ya empezaba a aparecer algo de nieve en el lugar, la cual iba en aumento.

Y en un momento dado, luego de varias horas de una marcha incesante, el muchacho comenzó a tiritar de frío.

-¡Demonios! Hubiera traído una capa más gruesa... -balbuceó Raidel entre varios estornudos.

Sin embargo, Keila no parecía tener ningún problema con el ascendente frío de aquel monstruoso lugar. La capa que ella llevaba puesta era mucho más delgada que la de Raidel, pero aún así estaba tan tranquila que parecía que estaba paseando en una soleada playa.

-Una capa más gruesa solo te habría servido de estorbo -aseguró ella-. No habría entrado en tu mochila. Además, recuerda el calor que tenías los días anteriores...

Pero Raidel no estaba muy convencido.

Keila soltó un suspiro.

-Descuida, ya te acostumbrarás... Aunque bueno, probablemente eso te demore un par de años...

Raidel bajó la mirada al suelo. Esas palabras no ayudaban en nada.

-¿Cuánto falta? -se atrevió a preguntar el muchacho.

-No quisieras saberlo -dijo Keila, y a continuación se giró para seguir escalando la montaña.

Las horas transcurrían, y conforme subían la nieve empezó a hacerse más densa, y el terreno poco a poco estaba dejando de ser rocoso para dar paso a una pendiente lisa y ascendente que estaba recubierta de abundante nieve.

Y llegados a este punto, Raidel se encontraba temblando tan descontroladamente que Keila tuvo que darle su capa de viaje para que él se pusiera encima de la que ya tenía. El muchacho al principio había rechazado su ofrecimiento, pero ella insistió, diciendo que si no lo hacía podría darle hipotermia. Además aseguró que ella estaría bien.

De modo que Raidel no tuvo más remedio que aceptarlo. Keila no se había quedado con otra cosa más que la armadura blanca, la cual solo le protegía el torso pero no los brazos. Aunque aún así ella no parecía tener frío en lo absoluto, lo que sorprendió enormemente a Raidel.

Ambos siguieron escalando. El lugar estaba en silencio, a excepción por el incesable rugir del viento y el crujido de la nieve bajo sus pasos.

El muchacho no sabía qué hora era ni cuánto tiempo había pasado desde que empezaron a escalar, pero juzgando por la puesta de sol que ya estaba teniendo lugar tras las montañas occidentales, Raidel supuso que habían transcurrido unas diez o doce horas. Resultaba que la noche anterior habían dormido frente a Therd, ya que Keila dijo que sería mejor empezar a escalar la montaña a las primeras horas de la mañana... Pero ahora el día nuevamente se había terminado, y ellos no habían acabado de escalarla.

Y al percibir que ya estaba oscureciendo, Keila buscó un refugio en donde pasar la noche. Sobre su cabello negro posaban varias partículas de nieve, tan blancas como su armadura.

Ambos pasaron la noche frente a una gran roca de unos cinco metros de altura, la cual les era un poco de ayuda para protegerse del incesante viento. Keila sacó varias ramas de su mochila que había traído consigo para hacer una fogata.

✡ Guerra de Dioses y Demonios 2: La Ira del Dios de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora