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Cielo… apasionado y fugaz. Un minuto te encuentras nadando, sumergiéndote en los recovecos más profundos, aquellos a los que adoras. Te bañas en su calor mientras sus presencias sanadoras pululan a tu alrededor y construyes una devoción casi irrompible.

Crees que ellos, confías y dependes de ellos ciegamente, sabiendo que si caes, sus manos leales te atraparán. Estás convencido, tan fuertemente dedicado a ellos que el resto de tu mundo cae a un segundo plano y sólo está la gracia de ellos.

Y en el siguiente instante, tu reverencia se ha roto, exponiendo el aliento y los huesos. Hundiéndote y dejándote sin fe en todas las cosas que una vez tuvieron propósito y esperanza. Las creencias se deshacen y todo lo que puedes hacer es aferrarte al recuerdo de cuando te sentiste a gusto y completo.

Una vez fui un no creyente. Creyendo solamente en mí mismo y las cosas que podía tocar con mis manos, pero luego el amor se instaló en mi corazón y me robó el alma. Algo floreció dentro de mí que carecía de explicación y razón y lo expliqué, creyendo que con ese amor, todas las cosas eran posibles. Prosperé, me mantuve fuerte solamente con una promesa de las dulces respiraciones del deseo.

Y luego fui abandonado y no quedó nada.

La pasión y el deseo te abandonan y encuentras el cielo, no obstante contaminada y breve, te ha cambiado, ha reformulado tu ADN y convertido en algo que nunca pensaste que serías. Y luego vuelves la vista a la que sostuvo tu adoración por tanto tiempo, y descubres que ella no es éxtasis color piel, sino un demonio de piel cremosa y ojos eternos… ojos eternos que juré que nunca me volverían a capturar.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora