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Hugo

Vendí lo último de mi provisión, arreglé mi auto, y compré una rueda nueva. Se sentía malditamente genial tener auto de nuevo en la carretera. Estaba determinado a poner mi vida en orden y ser bueno por Sky. No quería esconderme a su alrededor. Quería que su padre estuviera de acuerdo con que saliera con ella, y si quería eso, tenía que enderezar mi vida.
Pasé todo el día después de que arreglaran mi auto yendo por ahí y dejando currículos en todos los sitios que podía. Mis días de venta de drogas habían acabado y quería conseguir dinero honesto. Mamá, que nunca supo que estaba vendiendo drogas, estuvo de acuerdo con que era el momento de que progresara y consiguiera un trabajo. Ella necesitaba mi ayuda, pero también entendía que tenía que hacer mi propio dinero; ser un hombre y todo eso.
Añoraba a Sky como un loco, pero no iba a acercarme a su padre con nada hasta que pudiera mostrarle que había cambiado y estaba consiguiendo ser mejor. Mi plan era ir a la iglesia el domingo siguiente para hablar con él. Tenía que saber que estaba enamorado de su hija y que quería lo mejor para ella.
El miércoles, no creí poder soportarlo más. Todo en lo que podía pensar era subir por su ventana y pasar la noche con ella de nuevo. Al menos, deseaba poder escuchar su voz por el teléfono. En vez de ceder, escribí canciones para la banda. ¿A quién le importaba que fueran baladas? Se sentía bien poner mis sentimientos en el papel.
Una vez que Ray apareció en mi casa para practicar el jueves por la noche, estaba hambriento por sólo un vistazo de Sky. Nunca había sabido lo que se sentía el añorar tanto a alguien. Tocó su batería y se quejó mientras esperábamos a Kevin y a Max. Le rechacé cuando me ofreció esnifar cocaina con él y estuve orgulloso de mí mismo.
Miré desde mi sofá mientras formaba una franja encima de mi mesa de café y después la esnifaba a través de un billete de dólar. Capturó el resto de ésta encima de la mesa con su dedo y la pasó por sus encías con una gran y estúpida sonrisa.
—Tienes que dejar esa mierda, hombre —dije mientras tomaba un trago de mi cerveza.
—Oh, vamos, Hugo, tú también no. Lo controlo, amigo. Sin problemas. —Pasó el dorso de su mano por su nariz.
Una sobredosis era una cosa real de donde yo venía. Sólo lo había visto pasar una vez, pero sabía que había gente que con el trascurso de los años habían llevado sus hábitos de drogadicción demasiado lejos. Estaba bien fuera de esa mierda. La gente a mi alrededor podía hacer lo que quisiera, pero yo había terminado.
Caminé al micrófono cuando sentí un auto aparcar. Estaba preparado para sacar mis frustraciones con mi música. Esperando a Kevin y a Max entrar en el garaje, me sorprendí cuando Jenny, mi ex novia, entró.
—¿Qué pasa? —pregunté mientras me sentaba en el sofá—. No te he visto últimamente por aquí.
Me sonrió tímidamente mientras se sentaba a mi lado en el sofá. Nunca había notado hasta ahora cuán vulgar parecía; su cabello era demasiado rubio, su maquillaje demasiado oscuro. Todo sobre ella estaba mal, y me encontré sintiéndome mal del estómago al pensar que alguna vez la había tocado.
—Pensé que podía pasar y verlos practicar. Lo extraño… te extraño —dijo mientras pasaba su mano por mi rodilla sugerentemente.
Sujeté su mano y la dejé en su regazo.
—Nah, estoy bien, pero eres bienvenida a quedarte y escuchar si quieres. —Tiré mi botella vacía y fui a la nevera a tomar otra.
Me siguió y cuando me di la vuelta, pasó sus brazos alrededor de mi cuello.
—¿En serio estas rechazando esto? —preguntó mientras presionaba sus tetas contra mi pecho.
Bajé la mirada a su escote y casi vomité. Olía a cigarrillos y laca, y la quería tan lejos de mí como fuera posible. Saqué sus brazos de mi cuello, la giré, y la puse contra la pared.
La excitación llenó sus ojos y se lamió sus labios.
—Eso es de lo que hablaba —dijo mientras se inclinaba a besarme.
Me aparté.
—Demonios, no. Hemos acabado. De hecho, creo que deberías irte.
Estaba a punto de liberarla cuando escuché la alta voz de Kevin detrás de mí.
—¡Demonios, hombre! Creía que íbamos a practicar. Para con esa mierda. Puedes follarla después.
Me giré y miré hacia mi micrófono de nuevo, pero paré cuando me encontré cara a cara con Sky. La dolorida mirada en sus ojos me atravesó. Sabía exactamente lo que estaba pensando.
Se volvió y dejó el garaje rápidamente, y yo juré y la seguí. Iba a tomar un poco de charla y mucha confianza por su parte.
—¡Espera! —dije mientras la tomaba por el brazo y la giraba.
Una sola lágrima bajaba por su mejilla y me rompió el corazón. Me acerqué para secarla, pero volvió su cabeza y apartó su mirada.
—Sky, nada estaba pasando. Le estaba diciendo que se fuera, te lo juro.
Se secó la cara y rodó los ojos.
—¡Sí, eso es exactamente lo que parecía!
Nunca la había escuchado gritar antes. Más lágrimas salieron de sus ojos y me maldije por ser tan estúpido.
—Lo siento mucho, bebé. Por favor, no llores. —La acerqué más a mí y envolví mis brazos a su alrededor.
Intentó alejarse y la mantuve fuertemente agarrada hasta que se relajó contra mí. Sentí su cuerpo temblar mientras lloraba contra mi hombro. Acaricié su espalda suavemente.
—Siento tanto que vieras eso, pero lo juro, Sky, le estaba diciendo que no. Le estaba pidiendo que se marchara. La iré a buscar ahora mismo y te lo dirá. Te prometí que nunca haría nada que te hiciera daño y lo decía de verdad. Por favor, confía en mí.
Miró hacia arriba y sorbió por la nariz. Incluso con su cara roja cubierta en lágrimas, era hermosa.
—Todo esto es nuevo para mí, Hugo. No sé lo que estoy haciendo. No sé qué es esto que estamos haciendo. Si esto no es nada y estoy viendo cosas que no son sólo dímelo. Me alejaré sin preguntas.
Me reí suavemente. Estaba tan equivocada.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora