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—Amo a Hugo, papi. No lo voy a dejar. Lo siento, pero tengo diecisiete y…

El dorso de su mano conectó con mi mejilla, empujándome de regreso al sofá. Me levanté rápidamente. Mi rostro se sentía como si estuviera a punto de explotar.

El sabor de mi sangre rondaba en mi lengua, haciendo que mi estómago se revolviera. Puse mi palma contra mi rostro y lo miré como si estuviera loco. Estaba segura que él lo estaba. Yo era mayor y sabía más. Entendía.

Él apretó su cinturón antes de sacárselo y usarlo en mí. Pero esta vez yo luché de regreso. Agarré el cinturón y lo jalé. Aun así, él logró atraparme en mis brazos e incluso a través de mi rostro. Todo el tiempo grité para que él me dejara en paz e incluso una vez lo aruñé en el brazo.

Cuando terminó, se limpió el sudor en su frente y me apuntó con un dedo.

—Vas a ir. De hecho, no vas a dejar esta casa otra vez hasta que sea momento de irse. Ya llamé a unos amigos, hay una buena iglesia allí que puede usar mis servicios. Creo que esto es lo mejor.

Dándole la espalda, me giré hacia la puerta de entrada. Tomé el pomo y me preparé para correr. Tenía que llegar a Hugo. Él tenía que saber lo que estaba pasando para que pudiera pensar en qué hacer. No iba a dejarlo. No lo haría. Él era todo para mí y la única persona que quedaba en el mundo que me importaba.

Mi cabeza se giró hacia atrás cuando mi papá me agarró de mi cabello y me jaló dentro de la casa. Los ganchos se zafaron de mi cabello y mechones se soltaron y cayeron en mi rostro.

—Ni siquiera lo pienses. A Dios no le gusta lo feo, Sky, y estás degradándote a ti y a tu familia. Odio hacerlo de esta forma, pero no me dejas otra opción. Soy un hombre respetado aquí. Una sola llamada a la policía y puedo hacer que ese chico sea puesto en prisión por mucho tiempo. ¿Sabes que vende drogas desde su casa? Sé eso. —Él se inclinó hacia mí; mi cabello estaba siendo arrancado de sus raíces—. Todo lo que tengo que hacer es una llamada. Deja de ser una chica egoísta. Piensa en la madre de él. Ella apenas puede lograrlo sin él. ¿Realmente quieres quitarle a Hugo?

—¡Estás mintiendo!

Él me giró y su mano conectó con mi mejilla.

Sacó una cinta de video, una que iba en esos viejos VCRS que ya nadie usaba. Lo empujó a mi rostro, el plástico negro se enterró en mi mejilla.

—¿Sabes qué es esto Sky? —Una vena enojada saltó de su frente—. Por supuesto que no lo sabes. Bueno, déjame decirte qué es. Es una cinta de Hugo, vendiendo drogas. Apuesto a que ahora sabes todo acerca de las drogas ya que eres una pecadora. —Empujé la cinta lejos de mi rostro y me aparté—. Abandona esta casa, incluso piensa en abandonarla, y él va a ir a prisión por un largo tiempo. Ya no tienes permiso de ver al chico. Está terminado y nos iremos.

Intenté no creer en nada de lo que estaba diciendo, pero era difícil ya que por mi vida entera, había mirado a mi padre como si él fuera bueno y santo.

Tampoco ayudaba que podía recordar todas las drogas del garaje de Hugo. Él aún no tenía un trabajo, pero de alguna manera había sido capaz de arreglar su auto y comprar cosas. Yo no sabía mucho acerca de la forma en que vender drogas funcionaba, pero estaba segura de que Hugo estaba en el lugar correcto en el mundo para hacer esa clase de cosas. Simplemente sus vecinos serían buenos clientes para él.

Me aparté de mi padre esta vez y él me soltó. Tomé ventaja del momento y de su edad para abrir la puerta delantera. Estaba arriesgando meter a Hugo en un grave problema, pero el pensamiento de solo desaparecer no me sentaba bien. Yo conocía a Hugo y sabía que él querría saber que me estaba pasando, incluso si eso significaba que él recibiría acusaciones falsas.

Colisioné contra la mosquitera y la atravesé. Pequeños pedazos de madera se partieron en el aire. Escuché a mi papá gritando detrás de mí, seguido de la voz de mi madre. Tropezándome en la puerta rota, caí al suelo. Mi papá se lanzó a mi tobillo con dedos firmes y yo lo pateé con todas mis fuerzas hasta que me soltó. Saltando, corrí.

Corrí hasta que mis pulmones dolieron, mis zapatillas golpeando el asfalto y haciendo eco en el viento que pasaba a mí alrededor. Lágrimas que no sabía que estaba derramando se esparcieron por mis mejillas y se enfriaron, dejando que mi rostro se sintiera duro e inflamado.
El cabello golpeaba a mi rostro y se enredaba en la cadena alrededor de mi cuello. Mi cruz se enterró en mi palma y sentí que sangraba.

La noche se estaba poniendo y el aire se estaba enfriando. Cuando vi un par de luces que venían en mi dirección, me espanté, sabiendo que era mi padre que venía por mí, me giré y me dirigí hacia el bosque al lado de la carretera. Me escondí contra un arbusto cuando el auto de mi padre pasaba.

Había hecho lo impensable, y ya sabía que no iba a terminar bien para mí.

Tenía diecisiete. Podía irme. Podía decirle a mi padre que se jodiera y huir con Hugo, pero tenía que asegurarme de que Hugo estaba a bordo primero. Quería asegurarme de que él quisiera lo mismo para mí.

Tomó un tiempo, pero al fin llegué a la estación de gasolina más cercana. Mis pies ardían y mis pulmones dolían de tanto respirar el aire de la noche. El cajero me vio como si fuera la muerte que caminaba en la tienda, lo cual tenía sentido pues así me sentía.

—¿Tienes un teléfono que pueda usar? —pregunté.

Oré para que él contestara y cuando lo hizo, casi rompí a llorar.

—Hugo, ten necesito. Por favor, ven por mí. —El minuto en que las palabras dejaron mi boca, comencé a llorar.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora