Sky
Guau. Finalmente había saboreado lo que me había estado perdiendo y no estaba segura de que alguna vez volvería a ser la misma de nuevo. Ni siquiera podía creer que había estado tan abierta sobre desear besar a Hugo. Tal vez tener una excusa para hacerlo lo hizo más fácil, pero una vez que mis labios estaban sobre los suyos y me devolvió el beso, había cambiado. Cuando se apartó de mí y volvió a trabajar en su cartel, sabía que era una chica diferente.
Sólo había sido besada una vez en mi vida, pero me hallaba segura de que ningún otro beso superaría ese. Quizá nunca sea más que una amiga para Hugo, y puede que viva una vida aburrida hasta que me case con alguien igual de aburrido, pero al menos tuve ese momento. Era casi como si el beso de Hugo me había dado el valor para enfrentar la tranquila vida que se planteaba delante de mí.
Las cosas se pusieron raras a continuación. Hugo se quedó en silencio mientras yo hacía carteles para el lavado de autos. En un momento mi padre entró y le preguntó a Hugo si podría venir en un día libre y ayudar con la limpieza del pedazo de roca en el frente para un nuevo estacionamiento que la iglesia estaba recibiendo. Estuvo de acuerdo, lo que significaba que yo iría a la iglesia un jueves después de la escuela en lugar de hacer la tarea. Era extraño estar realmente emocionada de ir allí.
Al día siguiente fui a la iglesia con mi padre. Mentí de nuevo y dije que había cosas que tenía que hacer en la habitación de los niños. En realidad, me senté junto a la ventana y miré mientras Hugo ayudaba a palear las rocas en un recipiente grande que la iglesia alquiló.De vez en cuando, usaría su camisa para secarse el sudor de la cara y yo conseguiría una visión de su estómago. Era tan hermoso, esculpido por la mano de Dios. No podía haber otra razón para tal perfección. Él podría ser un pecador en toda regla, pero sus ojos fueron creados del cielo y cuando me miraba, había una calidez que nunca había conocido.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando Hugo desapareció. Me puse de puntillas e incliné la cabeza en diferentes direcciones tratando de ver dónde iba, pero no se encontraba por ningún lado.
—¿Siempre acechas a la gente desde las ventanas de la iglesia? —susurró detrás de mí.
Me di la vuelta tan rápido que perdí el equilibrio y tuvo que agarrarme. Su cuerpo se sentía caliente contra el mío y su empapada camiseta se pegó a la parte delantera de mi sencilla blusa blanca.
—Yo… yo no lo estaba —tartamudeé.
—Aja. ¿Por lo que siempre te sientas en las ventanas durante una hora, mirando? —Pasó su brazo por mi costado y sentí temblar mis rodillas.
—No lo hacía —le dije con claridad.
—Está bien, si tú lo dices, pero deja que te pregunte algo. ¿Te gusta mirarme, Sky?
Sus ojos se deslizaron a mi boca y aspiré un excitado aliento. En silencio rogué que me besara de nuevo. Ansiaba sentir su boca en la mía. Me gustó la forma en que me miraba y la forma en que se sentía tan cerca contra mi cuerpo.
Iba a ir directamente al infierno cuando tomara mi último aliento. ¿Qué tipo de persona se sienta en una sala de la iglesia y fantasea acerca de un hombre? Tenía que admitir para mí misma; definitivamente estaba fantaseando con Hugo.
—Yo, no esta… —empecé a decir.
Pasó su pulgar por mis labios, deteniendo mis palabras. Sus ojos penetraron en los míos mientras tomaba respiraciones lentas y profundas. Movió la otra mano, ajustándola en mis costillas.
—No digas que no lo estabas. Lo hacías. Te vi. ¿Y sabes qué? Me gustó. Me gustó casi tanto como me gusta mirarte.
Tragué el gemido que se alzó en mi garganta.
—¿Te gusta mirarme? —Las palabras apenas salieron.
Sus dedos se extendieron en mi pelo, dándome cosquilleos.
—Mucho. Tan feliz como estoy que no voy a tener que volver a esta iglesia en un par de semanas, estoy triste de que no voy a ser capaz de verte más. Haces que venir aquí sea tolerable.
Sus palabras eran demasiado, demasiado dulces, y no pude evitar cerrar los ojos y fundirme en él una vez su mano empezó a masajear la parte trasera de mi cabello. Me estaba dando algo que no sabía que necesitaba. Nunca había necesitado estar cerca de otra persona. Nunca había necesitado palabras bonitas. Acepté mi futuro de estar atrapada con un hombre de Dios que era apasionado como un palo. Pero Hugo me hizo replantear ese futuro. Tal vez yo no era tan sana y buena como papá dijo que era. Tal vez era más pecadora de lo que pensaba y tal vez me gustaba ser de esa manera.
Apretó sus labios en la comisura de mi boca y esperé a que los presionara contra mis labios de nuevo, pero el beso nunca llegó. Lentamente abrí los ojos para encontrarlo mirándome con una mirada confusa en su rostro. Negó con la cabeza un poco y luego se alejó. Mi cuerpo se sentía demasiado pesado y casi caí por el peso extra en las rodillas.
—¿Qué pasa? —dije con voz áspera.
Mi voz sonaba diferente. No joven e inexperta, sino pesada con la lujuria y la codicia. Le quería besándome. Lo quería demasiado.
—Esto está mal —se limitó a indicar.
Se veía tan inafectado por mí que dolió un poco. Sin embargo, él tenía razón. Lo que estábamos haciendo estaba mal y me alegré de que tuviera suficiente autocontrol para alejarse de mí ya que no creí que pudiera apartarme de él.
Agaché mi cabeza para que no pudiera ver mi decepción, metí mi pelo detrás de la oreja, y aclaré mi garganta.
—Tienes razón. Lo siento.
Tuve el repentino deseo de llorar. Estaba cansada de que se me negaran las cosas que quería en mi vida. Estaba harta de siempre preguntarme cómo era algo. Había saboreado a Hugo y todo lo que hizo eso fue empeorarlo más.
¿Por qué estaba pasándome esto? Había sido buena toda mi vida. Viví de la manera correcta en la que papá me enseñó. Fui a la iglesia y dije mis oraciones en cada oportunidad que tuve. ¿Cómo fui capaz de permitir que dichos impulsos pecaminosos se hicieran cargo de mí? El diablo estaba trabajando horas extras en mí, y tuve la sensación de que si no me dejaba pronto, haría algo que no podría deshacer y corromper mi alma.
Sólo de pensar en mi alma, me aferré a mi cruz y tomé respiraciones lentas y profundas.
—No lo sientas. Esta fue mi culpa. Soy el pecador, ¿recuerdas? —Sonrió, pero no llegó a sus ojos—. Voy a salir. Sólo vine para un descanso. Te veré por ahí, ¿de acuerdo?
Asentí como respuesta y no dije nada mientras se alejaba y salía de la habitación.
Al día siguiente, el viernes, fui a la iglesia de nuevo con papá y otra vez me encontré sentada en la ventana y observaba el trabajo de Hugo. Fue triste ver cómo de equivocada estaba de él. Tal vez tenía algo que ver con ese beso que alteró mi vida, mi primer beso. Tal vez fue porque era tan diferente de lo que me rodeaba y un buen cambio de ritmo. De cualquier manera, no podía evitarlo.
Esta vez, sólo miraba cuando se hallaba de espaldas a mí. No quería correr el riesgo de que me atrapara mirándolo de nuevo. Hacía más calor que el día anterior, él y el otro chico que estaba trabajando en la limpieza de las rocas estaban empapados en sudor.
Tenía la camisa pegada a su cuerpo y rogaba que se la sacara. Quería ver lo que se hallaba debajo. Quería ver si había más tatuajes y piercings. Lo quería más que un vaso frío de té helado en un día caluroso. Y entonces, como si hubiera oído mis pensamientos, se agachó y se quitó la camisa sobre la cabeza.Si hubiera pensado que su cuerpo se veía bien formado debajo de su ropa, realmente no tenía idea de lo que estaba pensando. Con su camisa fuera, pude ver cada onda; cada movimiento que su cuerpo hacía, haciendo hincapié en los músculos que se movían debajo de su piel. Había un tatuaje en el hombro derecho que no podía distinguir y cuando se volvió hacia donde yo estaba, esta vez, no me escondí.
Mis ojos estaban pegados a él. De su pecho duro, bajando hacia sus costillas y los músculos abdominales, y más allá de la ligera capa de pelo oscuro debajo de su ombligo. Me dejó sin aliento y me sentía rara. Mis pechos se sentían pesados y sensibles. Había una profunda sensación de hormigueo que corría desde el estómago hacia las partes inferiores de mi cuerpo y más allá de mis muslos.
Cuando volví a mirar, él estaba mirando hacia mí con una expresión de enojo. Recogió su camisa y la empujó por encima de su cabeza. Lanzando su pala en la tierra, entonces se puso de pie por sí mismo, mientras caminaba hacia la iglesia.
Rápidamente, me alejé de la ventana y di la vuelta. Cuando lo hice, me encontré con mi padre. Era mucho más alto que yo con una mirada conocedora.
—“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:28. Creo que en estos días eso va para los hombres también. No dejes que te atrape deseando a ese chico de nuevo, Sky —dijo con los labios apretados—. Afortunadamente, no va a estar aquí mucho más tiempo. Ahora, ven. Stephen está aquí y quiere hablar contigo.
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Azul Cielo
Teen FictionUna noche. Eso es todo lo que Hugo tuvo con la única chica a la que siempre amó. Años después, todo lo que le queda de esa noche es una cruz de plata, y el deseo inquebrantable de beber para olvidar su recuerdo. Como cantante de Dark Passion, Hugo t...