Sky
—Hugo, no puedo quedarme aquí. Tengo que regresar.
—Quédate. —Tragó duro y sus ojos brillaron.
Nunca lo había visto de esa manera. Se veía vulnerable y eso rompió mi corazón. Por lo que sabía de él en las últimas semanas que pasamos juntos en la iglesia, no tenía miedo de nada ni de nadie, pero algo lo estaba asustando, y de repente tenía la necesidad de confortarlo, hacerlo sonreír y dar vida a sus ojos.
—¿Qué está mal Hugo? Me puedes decir lo que sea. —Pasé mis dedos por su cabello.
Cerrando sus ojos, soltó un silencioso jadeo, como si mis dedos fueran la mejor cosa que conociera. Cuando abrió sus ojos celestes de nuevo, chocaron con los míos y luego algo inesperado sucedió. Una sola lágrima se tambaleó por sus pestañas antes de escapar y correr por su mejilla.
Tomé su mejilla y atrapé su lágrima con mi pulgar.
—Cariño, ¿por favor, dime que pasa? ¿Sucedió algo?
Una vez más, él cerró los ojos como si estuviera sintiendo placer antes de volver a abrirlos de nuevo y mostrar su dolor.
—Dilo de nuevo —dijo él rudamente, como si las lágrimas estuvieran estrujando su garganta.
—¿Decir qué?
—Llamarme cariño.
La expresión en su rostro arrancó mi corazón. Quería más que nada hacer que se fuera.
—Me estás asustando, Hugo. Lo que sea que te esté molestando, solo dímelo. Déjame intentar mejorarlo.
Él me sorprendió mientras se inclinó y apoyó su cabeza contra mi hombro. Su respiración era caliente contra mi cuello y no pude evitar el escalofrío que corrió a través de mi cuerpo. Estaba caliente y fría por todos lados y la extraña sensación en mi estómago me hacía sentir mareada.
Deslizando mis brazos por su cintura, se moldeó contra mí. Tenía que admitir, se sentía asombroso ser sostenida de aquella forma. Presioné la parte trasera de mi cabeza contra la puerta y sostuve su cabeza para reconfortarlo.
—Siento mucho asustarte. Nunca haría algo para dañarte. Juro que nunca haría algo para dañarte, nunca. Estaré bien si prometes quedarte. No vayas con Stephen. Por favor, quédate.
Me derretí por todos lados. Hugo, la persona más despreocupada que conocía, estaba sosteniéndome de una forma en que no me era familiar y me rogaba que me quedara como si le importara. Quería hacerlo. Quería quedarme allí con él, encerrada en el baño del cine. Solo nosotros dos en paz y en silencio, mientras el mundo se movía sin nosotros, pero luego recordé que Stephen estaba afuera buscándome. Él probablemente ya había llamado a mi papá, asustado.
—Hugo, no puedo. Él está afuera esperándome. No puedo hacerle eso a él.
Me miró. Sus ojos aún no estaban enfocándose y brevemente pensé que la única razón por la que estaba actuando así era porque había estado bebiendo.
—¿Él? No me hagas esto a mí. Por favor, Sky, quédate. —Se apartó y se inclinó contra la pared. No había notado antes lo mal que arrastraba las palabras y encorvándose.
Nunca había visto a una persona ebria antes, solo en la televisión, pero estaba segura de que estaba ebrio.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —pregunté.
Él miró a través de su cabello, luego apoyó su rostro enrojecido contra la pared.
—Manejé.
—¿Manejaste ebrio?
No podía creer que acabara de decir eso. ¿Quién haría una cosa tan estúpida?
Se río de sí mismo y, finalmente, sonrió. Sus mejillas levantadas y mostrando sus hermosos hoyuelos. Incluso inestable sobre sus pies, con sus ojos vidriosos y desenfocados, todavía era precioso.
—Nena, he hecho cosas mucho peores. —Su sonrisa se convirtió en siniestra.
—¿Cómo se supone que vas a llegar a casa?
De ninguna manera iba a dejarle conducir a su casa. Una vez se aseguró de que regresara a casa de forma segura, e incluso si tuviera que llamar a su madre, me aseguraría de que regresara bien a su casa, también.
—Voy a manejar. ¿Por qué estamos hablando de esto? Hablemos de algo más divertido. Como, ¿puedo besarte otra vez?
Lo quería también. Dios sabe que lo hacía, pero no podía hacer eso. No cuando estaba borracho y probablemente no tenía idea de lo que estaba diciendo. Se despertaría por mañana y lo lamentaría. Eso si incluso lo recordaba. Nunca quise ser algo que alguien lamentara.
—Voy a llamar a tu madre. No voy a dejar que conduzcas a tu casa como estás. —Me di la vuelta para abrir la puerta y salir.
Atrapó mi mano y lentamente entrelazó los dedos. Me jaló contra su pecho y usó su otra mano para empujar el pelo de mi cara.
—Tengo su auto. ¿Me llevarías a casa, Sky? Te necesito.
Esas dos palabras me mataron. No quería decirle que no a él. Me necesitaba y yo estaría allí para él de la misma forma en que estuvo para mí. Incluso si no supo que me estaba ayudando, lo hizo. Trajo color a mi vida y siempre estaría agradecida por ello.
—Dame las llaves. —Extendí mi mano y esperé a que buscara en el bolsillo de sus vaqueros.
Sólo había manejado un auto una vez. Mi padre me dejó conducir a casa desde la tienda de comestibles y lo odié. No era muy buena en ello y cada vez que un auto se acercaba por detrás de mí, me asustaba, pero tenía que hacer lo que tenía que hacer.
Nos escapamos de la sala de cine, con cuidado de no toparnos con Stephen o incluso peor, mi padre.
Estoy segura de que le había llamado a esta altura. Ya me encontraba pensando en cosas qué decir a mi padre cuando enloqueciera sobre mí. Por no hablar del pobre Stephen. Me sentí muy mal por hacerle esto a él, pero nunca lo entendería. Era como una versión más joven de mi padre. No tenían idea de lo que quería decir estar vivo.
Hugo se apoyó en mí a través del estacionamiento hasta el Jeep de su madre. Abrí el lado del pasajero y lo ayudé a entrar. Una vez que estuve dentro, me sentí como si estuviera demasiado elevada del suelo. Era muy diferente de estar en el Tauro de mi padre. Bajé la ventanilla y lentamente me retiré del lugar para estacionar.
Estaba más nerviosa por el hecho de que Hugo me miraba como un halcón en la oscuridad de su lado del auto mientras conducía que de conducir en sí. Traté de recordar cómo llegar a casa de Hugo, pero sólo había estado allí una vez y tuve que seguir preguntándole en qué dirección.
Nada parecía familiar para mí y me quedé a la espera de que su barrio apareciera, pero no había nada más que bosques. Estaba empezando a preocuparme de que Hugo estuviera más borracho de lo que pensaba. Continué conduciendo mientras los pensamientos siguieron viniendo a mí. Como, ¿de qué manera iba a llegar a casa? Pensé en todos los problemas en los que iba a estar en cuando por fin entrara y lo mal que se iba a poner.
—Gira a la izquierda aquí —dijo Hugo desde la oscuridad.
Tomé la izquierda en un camino oscuro y continué conduciendo hasta que finalmente llegué a un claro. Había un bosque detrás de mí y delante de mí se encontraba el océano. El olor del agua salada envolvió el auto ya que las olas se precipitaban hacia la orilla que estaba prácticamente en frente de nosotros. Un largo muelle se extendía sobre el agua y en la distancia, pude ver los barcos con luces en ellos. El puente del río Cooper era el telón de fondo. Estaba iluminado con luces azul claro mientras los autos conducían a través de este y el cielo negro lleno de estrellas.
—Es hermoso —le dije con asombro.
Nunca había visto un lugar más hermoso en mi vida. No es que hubiera ido a muchos lugares.
Me giré cuando sentí los dedos de Hugo en mi pelo. Estaba sentado a mi lado y tirando suavemente de mis dedos sobre el volante.
—Entonces es perfecto para ti —susurró en mi oído.
Mi cuerpo se incendió. Me estaba quemando y se sentía tan maravilloso.
Capturó mi cara entre sus manos y me giró para mirarlo. Incluso en la oscuridad, pude ver sus ojos claros, observando mi cara y luego posándose en mis labios.
—Por favor, ¿puedo besarte otra vez? —Pasó el pulgar por mi labio inferior mientras preguntaba.
Asentí como respuesta y cerré los ojos. Sus suaves labios se posaron en los míos y absorbí todo lo que pude. La sensación de su aliento, su sabor, y la forma en que su lengua se movía suavemente sobre mi labio. No quería perderme ni un solo segundo. Ruidos diminutos viajaban de sus labios y se precipitaron por mi cuerpo, aterrizando en la parte inferior de mi espalda.
Cuando rompió el beso, presionó su frente contra la mía y ambos tomamos un muy necesario aliento.
—Tengo un pequeño problema —dijo mientras sus labios rozaron los míos.
—¿Qué?
Sonaba como una persona diferente. Mi voz era más profunda, como la de una mujer con experiencia. Un beso, eso es todo lo que hizo, y yo estaba floreciendo bajo el calor como una flor madurada.
—Nunca pensé que diría esto, pero creo que podría estar enamorándome de ti.
Abrió sus ojos y miró profundamente a los míos, mientras esperaba mi reacción. Estaba borracho. Sólo un hombre borracho podía pensar que estaba enamorado de mí. ¿Yo? La hija aburrida del pastor que nunca iba a ninguna parte ni hacía nada emocionante, pero por otra parte, ¿no estaba aquí sola con él en el medio de la nada? ¿No salí corriendo de una cita sin avisar a nadie?
—Ese es el alcohol hablando —dije.
Él parpadeó y luego negó con la cabeza.
—No. Ese es mi corazón hablando. Nunca he sentido esto por nadie antes. Lo siento si eso te asusta.
En ese momento, todo cambió. Yo era suya y no me importaba quién dijera que no podía ser. No me importaba nada más. Sólo quería estar con él y disfrutar de cada momento que se nos ofrecía.
Deslicé mis brazos alrededor de su cuello y él me sonrió.
—No estoy asustada, pero creo que también tengo un problema —dije.
Se inclinó y presionó sus labios sonrientes contra los míos.
—¿Y cuál es? ¿Algo de lo que pueda ayudarte?
—Tal vez. Parece que mi corazón quiere hablar, también.
—Oh, ¿en serio? ¿Y qué es lo que tu corazón tiene que decir?
Me senté en silencio e incliné la cabeza como si estuviera escuchando algo.
—Me estoy enamorando de ti, también.
En el momento en que las palabras salieron de mis labios, su rostro se iluminó. El auto ya no se sentía como un lugar oscuro y aterrador. Era luminoso y tranquilo. Como si alguien hubiera levantado toneladas de peso de nuestros hombros.
Se inclinó y me besó de nuevo. Esta vez, empujó un poco más lejos y provocando ruidos por mí parte. Mi cuerpo se rebeló contra todo lo que mi padre me enseñó, y no me importaba. Si Dios no quería que yo tuviera ese momento, entonces yo no habría estado allí. Mi corazón no habría estado tan lleno de amor por Hugo.
—Tenemos que reducir la velocidad —dijo contra mis labios.
—¿Por qué? ¿Hice algo mal?
—Dios, no. Estás haciendo todo lo contrario.
Fui de nuevo y lo besé con más fuerza. No estaba segura de lo que me estaba pasando, pero no podía conseguir lo suficiente de él. Presioné mi cuerpo contra el suyo de formas que no tenían ningún sentido para mí y en silencio maldije a mi falda restrictiva por no permitir que moviera mis piernas de la forma en que pedía que se movieran. No entendía nada de eso. Sólo sabía que se sentía bien y quería seguir haciéndolo. Se río contra mis labios y se apartó.
—No quiero empujarte a cualquier cosa. Cuando estés lista, y si decides que me quieres de esa manera, estaré aquí. Voy a esperar. —Sonrió.
Hice una pausa en la expresión de sus ojos. Solo conocía a Hugo de unas semanas, pero de alguna manera se había envuelto alrededor de mí con tanta fuerza, metafórica y literalmente.
—¿Podrías esperar por mí?
El concepto parecía extraño. Yo no era nada, una gota de pastel sobre la faz de la tierra. Mientras tanto, él era brillante, una estrella que iluminaba mi existencia. Me sentía atraída por él y no sabía si alguna vez querría alejarme.
Su pulgar acarició mi mejilla y mis labios. Miró abajo hacía ellos como si quisiera besarme de nuevo y luego se lamió.
—Te esperaría siempre.
Y así como así, estábamos juntos. Yo era suya y él era mío. No pensé dos veces en Stephen o mi padre, y cuando Hugo me pidió que pasara la noche con él en el jeep de su madre, fue lo que hice. Me quedé dormida en sus brazos con los sonidos de las olas como nuestro ruido de fondo y sus dedos en mi pelo.
ESTÁS LEYENDO
Azul Cielo
Teen FictionUna noche. Eso es todo lo que Hugo tuvo con la única chica a la que siempre amó. Años después, todo lo que le queda de esa noche es una cruz de plata, y el deseo inquebrantable de beber para olvidar su recuerdo. Como cantante de Dark Passion, Hugo t...