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Sky

Definitivamente estaba enamorada. Punto. Ya no había ninguna duda en mi mente al respecto. Hugo era para mí. No había otro. Lo comprendí desde el momento que puse un pie en su garaje y lo vi de pie allí sosteniendo a otra chica contra la pared.
La mirada en su rostro cuando me vio solo podría describirse como abatida. Dolor llenó sus ojos y su boca se abrió como si le hubiesen dicho que alguien a quien amaba profundamente había muerto. El tiempo pareció detenerse mientras todos a nuestro alrededor nos miraban e intenté averiguar por qué el mundo se sentía como si estuviera derrumbándose.
No me importaba. Me sentía como una idiota. Sol sabía todo acerca de mí y de Hugo, y le sorprendió lo mismo que a mí. No podía salir del garaje lo suficientemente rápido. No quería llorar como un gran bebé en frente de una habitación llena de extraños. Había tenido suficiente humillación.
Cuando me detuvo y me dijo lo que realmente había pasado en el garaje, no tenía razón para no creerle. Nunca me había dado ninguna razón para no confiar en él y la mirada en sus ojos selló el trato para mí. Él estaba tan desconsolado por mí como yo lo estaba.
Afortunadamente, su ex se fue tan pronto como regresamos adentro. Quizá estaba siendo una loca celosa, pero no la quería allí. Se veía completamente opuesta a mí y no quería a Hugo teniendo ningún recordatorio de lo que podría tener si no estaba atascado con una chica de iglesia que no tenía ni idea de nada relacionado con el sexo.

Pasó el resto de la noche cantando dulcemente para mí delante de todos, y una vez el garaje estuvo limpio y solo estábamos nosotros, pasó el resto de nuestro tiempo mostrándome y diciéndome lo perfecta que él pensaba que era. Fue increíble. Él era increíble. Sabía en el fondo de mi mente que estaba lejos de ser perfecta, pero él verdaderamente lo creía y mientras pensara que lo era, entonces eso es todo lo que me importaba.
Pasé el siguiente día en la escuela mirando el reloj. No podía esperar para estar a solas con él de nuevo. Había decidido que iba a lanzar la precaución al viento y hacer todo lo necesario para estar con Hugo. Acepté el hecho de que tenía que mentir y escapar. No había forma en que mi papá fuera a permitirnos estar juntos a solas, después del gran incidente de las películas fui puesta en detención hasta que prácticamente me graduara.
Me aseguré de que Sol me trajera una muda de ropa a la escuela, y una vez que escuché a mis padres roncando al final del pasillo, cerré mi puerta, la bloqueé, y me cambié. Me reí de mí misma mientras miraba hacia abajo a mis rodillas desnudas. Nunca había usado una falta que quedaba arriba de la rodilla, pero había una primera vez para todo. La verdad era que me gustaba.
Algunos verdugones permanecían, pero nada que fuera tan notable para que no me sintiera cómoda mostrando mis piernas. No había pensado mucho sobre ello, pero había pasado un tiempo desde que papá uso su cinturón conmigo. No desde el episodio donde en realidad rasgó mi piel. No me estaba quejando. Quizá verme sangrar fue lo que lo hizo detenerse.
La blusa que Sol eligió para mí realmente nunca podría ser llamada una blusa ya que apenas cubría nada. En lugar de llevarla, la lancé al fondo de mi armario y saqué uno de mis suéteres. Haciendo una última comprobación en el espejo, decidí dejar mi cabello suelto y puse un poco de brillo labial que también había pedido prestado de Sol. Al momento que escuché a Hugo golpear suavemente mi ventana, estaba lista para ir y llena de emoción.
Nos tomamos de las manos en su auto mientras nos condujo hacia la costa. Pensaba que no me había dado cuenta, pero se mantuvo mirando a hurtadillas mis piernas, observando. Me gustó. Me hizo sentir atractiva. Jadeé cuando deslizó su cálida palma sobre mi rodilla y la dejó allí.

—¿A dónde vamos? —pregunté.
La verdad era que no me importaba a dónde fuéramos siempre y cuando estuviéramos juntos.
—A nuestro lugar. —Sonrió por encima de mí y cambió la velocidad cuando llegamos a la interestatal.
Se veía tan bien conduciendo su auto. No estaba en la mejor forma, pero ronroneaba con fuerza y vibraba debajo de nosotros, dejándonos saber que era poderoso. Encajaba bien con él puesto que era un tipo muy poderoso. Me sentía segura con Hugo, como si nada ni nadie pudiera alguna vez lastimarme cuando estaba con él.
Cuando giró hacia la conocida calle arbolada, sonreí para mí misma. Recordé la primera vez que había ido por ese camino y la playa a la cual me condujo. Esa noche había sido tan perfecta y fue romántico de su parte llevarme allí nuevamente.
Una vez que nos estacionamos y salimos, caminamos por la playa tomados de la mano y paramos para pequeños besos a lo largo del camino. No tenía idea de qué hora era. Solo sabía que el agua era hermosa bajo la luz de la luna y Hugo no podía mantener sus manos y labios lejos de mí.
—Así que creo que tengo un trabajo —dijo mientras pateaba una concha marina.
Se inclinó y lo levantó para su inspección.
—Eso es fantástico. ¿Haciendo qué? —pregunté.
Se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa cuando los dos sabíamos que lo era.
—El papá de Kevin tiene un negocio de construcción. Se supone que tengo que ir allá el lunes y hablar con él, pero Kevin dijo que estaba seguro que su papá me contratará. No es mucho dinero, pero es dinero. —Metió las manos en sus bolsillos y continuó caminando.
—Pienso que es genial. —Deslicé mi mano por su codo y presioné mi mejilla contra su brazo.
Sonrió con dulzura hacia mí antes de besarme en la frente.
—Entonces, ¿cómo está la hermana Francis y cómo lo está haciendo todo el mundo? —preguntó.
Estaba sorprendida de que le importara lo suficiente mi familia de la iglesia para que preguntara por ellos.
Cuando finalmente me llevó de vuelta a su auto, eran las dos de la mañana. Abrió la puerta para mí, pero antes de entrar, giré y lo besé.
Para alguien que una vez pensó que besar era asqueroso, estaba segura que no podía conseguir suficiente de él. No parecía pensar cuando me devolvió el beso. Sus dedos se enredaron en mi cabello y me escuché gemir audiblemente. Se echó hacia atrás y me miró; su pesada respiración chocaba contra mis labios y mejillas.
—¿Qué pasó con la dulce e inocente Sky? —preguntó con una sonrisa que mostraba sus hoyuelos.
—Tuvo una probada de Hugo.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora