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Sky

“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:28. Creo que en estos días eso va para los hombres también. No dejes que te atrape deseando a ese chico de nuevo, Sky —dijo con los labios apretados—. Afortunadamente, no va a estar aquí mucho más tiempo. Ahora, ven. Stephen está aquí y quiere hablar contigo.
Mis mejillas ardían de vergüenza. Papá nunca hablaba de sexo o lujuria. Oírle decir la palabra me hizo sentir mal del estómago. Asentí con comprensión y seguí detrás de él. Apenas llegábamos a la puerta para salir cuando Stephen entró.
Su pelo castaño cobrizo parecía más rojo en la luz del sol y el sol se reflejó en sus frenos cuando me sonrió. Realmente era un buen tipo, pero no podía, no importaba cuánto intentara obligarme, gustarme.
—¿Todos están bien aquí? —preguntó a mi padre con una sonrisa.
—Sí, señor, sólo venía a conseguir a nuestra chica —dijo mi padre mientras me dio una palmada fuerte en mi espalda antes de que se apartara y saliera de la habitación.
—Lo siento. Espero no interrumpir tu trabajo, pero mi madre me dijo que estabas aquí hoy y ya que no obtuve tu número en la última cita, pensé en pasar por aquí y preguntar si querías tomar un bocado para comer ya que es hora de la cena.
Su sonrisa era demasiado amistosa, sus ojos sin llenarse con cualquier emoción alguna. Me preguntaba si mis ojos se veían igual ante Hugo cuando me conoció por primera vez. ¿Ellos todavía se veían de esa manera?
No quería ir. Honestamente, disfrutaría estando en casa y apoyando mi mano en la estufa caliente más que salir con él de nuevo, pero sabía que tenía que hacerlo. No podía mentir y decir que tenía planes porque mi papá fastidiaría eso. No tenía más remedio que ir y pretender que me divertía.
—Claro. —Mi cara se sentía rígida, cuando sonreí.
Giramos hacia la puerta para salir y Hugo estaba de pie en la puerta.
—Hola. ¿A dónde se dirigen? —preguntó mientras se secaba las manos en algunas toallas de papel, desde el cuarto de baño.
—Sólo nos íbamos a ir a cenar —dijo Stephen con una sonrisa amistosa.
Una extraña expresión cruzó el rostro de Hugo antes de que se aclarara rápidamente y me enviara su distintiva sonrisa. La expresión vino y se fue tan rápido que fue como si lo hubiera imaginado.
—Bueno, diviértanse. —Su sonrisa era falsa. Algo estaba definitivamente mal—. No hagan nada que yo haría.
Sus ojos se encontraron con los míos, como si me estuviera pidiendo algo. En mi imaginación, le oí decir: Por favor, no vayas con él. Ven conmigo. Quédate conmigo. Casi lo jalé a un lado y le pregunté si estaba bien.
—¿Todo listo? —preguntó Stephen mientras ponía su mano en la mía.
El gesto me hizo sonrojar y mis mejillas se sentían calientes. Hugo miró de arriba abajo a Stephen y brevemente, ira brilló en sus ojos. ¿Cuál diablos era su problema de todos modos?
Sonreí a Hugo mientras Stephen me llevó junto a él por la puerta de la habitación de los niños. Hugo extendió la mano y agarró mi otra mano, lo que provocó que me girara y lo mirara. Había una mirada destrozada en sus ojos antes de que rápidamente la dejara caer de nuevo a mi lado. Stephen no vio nada, pero cuando pasé por la oficina de mi padre, estaba de pie en la puerta y su expresión me dijo que no se perdió la pequeña demostración de Hugo.

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