SEGUNDA PARTE (35)

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4 AÑOS DESPUES

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4 AÑOS DESPUES

Hugo

Puse mi mano en la parte posterior de su cabeza mientras ella continuaba chupando mi polla. No era la mejor que he tenido, pero era malditamente buena en ello. Se sentía incluso mejor cuando cerraba mis ojos e imaginaba que era cierta morena que amaba odiar. Al final, imaginando cosas así solo me hacía incluso más idiota.

Miré abajo hacia mi mano y el cabello rubio apretado en mis dedos. Se tinturaba. No había nada de natural en la chica de rodillas frente a mí. Me miró con grandes ojos azules y tuve que apartar la mirada. No era la mujer que deseaba, así que mantuve los ojos cerrados y deseé que todo hubiera terminado ya. Sin embargo, le daría algo; ganó un montón de puntos extra cuando le dije que me iba a venir y siguió chupando hasta que estaba seco.

Guardé mi polla de nuevo en mis bóxers y subí la cremallera de mis pantalones vaqueros. La rubia se ajustó los pantalones cortos mientras se sentaba en el sofá junto a mí y trataba de acurrucarse. Hubo una vez un tiempo en mi vida cuando disfrutaba acurrucarme, estar cerca de la mujer que me importaba y olerla... ya no tanto. De hecho, lo odiaba. Por no hablar, me importaba una mierda la chica con la que estaba. Ni siquiera había preguntado su nombre. Creo que en un momento dado me lo había dicho, pero había oído un montón de nombres. No me había dado ninguna razón para recordar el suyo.

—Escucha, bebé, aprecio el buen momento, pero creo que es hora de dormir un poco —dije mientras bostezaba.

Odiaba traer chicas al bus, pero un hombre tenía necesidades, y cuando había una chica lista para cubrir esas necesidades, ¿entonces qué más podías hacer? No era como si las obligara a hacer algo. Deberían haberlo pensado dos veces antes de dejar caer sus bragas por cualquiera.

—¿Debería darte mi número? —preguntó dulcemente.

Pasó su rodilla sugestivamente a través de la mía, y me deslicé y agarré mi cerveza.

Odiaba la parte cuando pensaban que habría más. Siempre lo dejaba claro de antemano, pero todas pensaban que serían la que hizo el truco, como si tuvieran una boca mágica que me volvería algún romántico Romeo. No tanto. Había sido quemado antes. De ninguna manera en el infierno esa mierda iba a ocurrir de nuevo.

—No, estoy bien —dije descuidadamente—. Sin embargo, gracias de nuevo.

Sus ojos se agrandaron y me miró como si no pudiera creer que tuviera la audacia de decirle algo tan grosero. Tenía toda la audacia en el puto mundo dado que ella había sido tan tonta como para caer de rodillas en un autobús con un tipo extraño que nunca iba a volver a ver. Su bolso se balanceó cerca de mi cara cuando lo cogió y salió corriendo del bus. Me reí entre dientes y sacudí mi cabeza. Era un día cualquiera en la vida.

—Amigo, dime que tuviste algo de eso —dijo Sergio mientras daba un paso a bordo del bus.

Se dio la vuelta y la vio caminar a través del estacionamiento. Lamiéndose los labios, dijo:

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora