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Hugo

—Todo esto es nuevo para mí, Hugo. No sé lo que estoy haciendo. No sé qué es esto que estamos haciendo. Si esto no es nada y estoy viendo cosas que no son sólo dímelo. Me alejaré sin preguntas.
Me reí suavemente. Estaba tan equivocada.
Capturé su rostro en mis manos y la besé suavemente.
—Eso es lo último que quiero. Sé que he estado alejado últimamente, pero es sólo porque he estado intentando conseguir un trabajo y poner mi vida en orden. Quiero ser bueno para ti, Sky, y ahora no lo soy.
Era raro poner mis emociones encima de la mesa de esa manera, pero confiaba en ella con mi vida. Nunca me haría daño y me sentía seguro dándole todo de mí.
—Lo eres… eres perfecto para mí. Desde que te conocí, todo es mejor. Haces todo mejor y…
No la dejé acabar. No podía soportarlo más. Necesitaba besarla. Así que lo hice. Se agarró de la parte delantera de mi camiseta y llené mis manos con sus caderas y la acerqué más a mí. No había nada como demasiado cerca cuando se trataba de Sky.
Nos tomamos de las manos mientras entramos de nuevo en el garaje. Los chicos, que estaban tirados en el sofá, esperando, rodaron sus ojos y se quejaron de que me hubiera ido.
—Ya era la maldita hora, hombre. ¿Vamos a hacer esto o no? —preguntó Ray.
Sonreí a Sky mientras la sentaba en el sofá. Fue entonces cuando realmente pude mirarla. Su cabello estaba sujetado hacia atrás y podía ver cada centímetro de su rostro y su cuello. La camiseta que llevaba era negra y caía baja en sus hombros, revelando incluso más de su cremosa piel. Sus apretados vaqueros acentuaban cada curva y valle de sus caderas y piernas.
Estaba tan malditamente sexy y dulce que casi la alcé en mis brazos en ese momento y la llevé a mi habitación. Inclinándome, susurré en su oído.
—Estás muy sexy esta noche.
Sus mejillas se volvieron rosas, y suavemente besé sus labios antes de alejarme de ella.
Canté con todo mi corazón esa noche. Ni una vez rompí el contacto visual mientras ella me miraba desde el sofá. Cada palabra que cantaba era para ella, y cuando me sonrió y movía su cabeza un poco al ritmo de la música, me sentí realizado. Siempre había amado ser parte de Pain and pleasure, pero había algo especial en cantar con Sky como mi audiencia que lo hacía real.
Cuando la práctica se acabó, todo el mundo se marchó menos Sky. Le prometí a Sol que la llevaría a casa sana y salva, y lo haría, pero quería pasar un tiempo a solas con ella. Habían pasado muchos días desde que nos habíamos visto y dado que ella ya se había escapado de todos modos, no había necesidad en perder una noche perfectamente buena.
—Tienes una voz hermosa —dijo mientras me sentaba a su lado en el sofá y la ponía en mi regazo.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y besó mi mejilla. Se sentía tan bien contra mí pero me controlé. Mi cuerpo rogaba estar con ella y mi mente giraba cada vez que se movía en mi regazo.
—Tú eres toda hermosa —dije mientras capturaba sus labios con los míos.
Nunca había sido tan feliz en mi vida. Nunca había hecho planes de futuro. Nunca había una persona en mi vida que fuera constante. Quería que Sky fuera esa persona. Éramos jóvenes, pero no importaba. Era la que quería y la quería hasta que muriera.
Me aseguré de tomar mi tiempo con cada movimiento que hice. Pese a lo mucho que quería tener sexo con Sky, sabía que necesitaba hacerlo lento, y tan poco masculino como sonara, todavía no estaba realmente preparado para dar ese paso con ella. Tenía que ser perfecto para ella porque era muy perfecta.
Una hora más tarde, la llevé a casa y la acompañé a su ventana. La besé de nuevo y la ayudé a subir. Su culo y sus caderas se sentían increíbles en mis manos y tuve que detenerme para no apretar y volver a acercarla a mí. Iba a ser mi perdición.
Una vez estuvo dentro, se volvió y me sonrió.
—¿Misma hora mañana por la noche? —susurró.
No pude evitarlo, me reí. Mi pequeño ángel se estaba convirtiendo en un demonio. No me gustaba la idea de que se escapara, pero tampoco quería negarle nada. Si quería verme, entonces iba a conseguir lo que quería.
—Me estacionaré en la señal de stop. Mi auto hace más ruido que el de Kevin. Buenas noches, preciosa. Te veré mañana por la noche.
—Buenas noches.
Me besó una última vez y lentamente cerró su ventana.
No recuerdo haber caminado a mi auto. Ella me elevaba más que cualquier droga que nunca hubiera tomado y me estaba haciendo adicto a ella.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora