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Hugo

El negro nunca se había visto tan jodidamente sexy... nunca. Un ángel con la ropa del diablo, mierda, era excitante. La forma en que se sintió en mis brazos cuando la saqué de la ducha de agua caliente había sido una cosa propia de mis recuerdos. Supongo que algunas cosas nunca cambiaban y el cuerpo de Sky era uno de ellas.

Odié que mi pene se endureciera con sólo ver su sujetador a través de su camiseta, pero no podía aguantar más. No había tenido relaciones sexuales desde que Sky volvió a entrar en mi vida. No por falta de intentos, pero al parecer no podía llegar hasta el final. Era como si me hubiera convertido en el mayor idiota que el mundo había visto nunca.

Metí la mano en mi bolsillo y la envolví alrededor de la cruz que llevaba conmigo a todas partes. Era lo único que tenía para demostrar que alguna vez había conocido a Sky, excepto la carta hiriente que me envió justo después que se fue. Esa la guardaba en mi billetera. Durante un tiempo, había llevado la cruz en una cadena alrededor de mi cuello, pero después de tener una noche particularmente difícil, la arranqué. Desde aquella noche, estaba en mi bolsillo, siempre.

En un primer momento, había sido un recordatorio de a lo que me estaba aferrando, pero en estos días, era un recordatorio de lo que estaba huyendo... del amor. Huiría de esa mierda por el resto de mi vida. No podía volver a pasar por lo que había pasado antes. Apenas podía creer que había logrado salir de eso para empezar. Había perdido a mis amigos en un terrible accidente, y luego en cuestión de días, perdí a la única chica que había amado.

Parecía que cuanto más tiempo pasaba con ella, más venían a mí los recuerdos del pasado. Algunos de esos recuerdos eran tan dulces que me dolía el estómago sólo de pensarlo, pero algunos me habían enseñado todo lo que sabía acerca de ser un tipo rudo y no dejar entrar a nadie. Estaba empezando a pensar que tenerla cerca y burlarme de ella no valía la pena los viejos recuerdos y tal vez debería despedirla.

Abrí la cartera y saqué la carta arrugada. La desdoblé y leí para mí. Cada vez que me sentía resbalar, me leía la carta y recobraba la cordura.



Hugo,

No puedo estar con alguien de quien me avergüenzo. Como cristiana temerosa de Dios, creo que es mejor si permanezco lejos de ti. Por favor, no contactes conmigo nunca más. Lo que teníamos no fue nada más que un vano intento de vengarme de mi padre. No fue amor, y creo que lo mejor es que no nos hablemos otra vez jamás.

Que tengas una buena vida.

Sky.




Incluso su escritura no había sido dulce. La mayoría de las niñas tenían una escritura burbujeante, fácil de leer. La de Sky había sido filosa como la carta en sí, y solía costarme un poco leerla. Me la sabía de memoria después de cuatro años, pero aun así, dolía tanto cada vez que la leía para mí de vez en cuando.

Después de toda la situación del sujetador negro, me planteé mantenerme alejado de Sky. Aún no había decidido si quería que se fuera del trabajo por completo, pero hasta que lo descubriera, mantenerme alejado fue lo mejor que se me pudo ocurrir.

Salí con los chicos en cada oportunidad que tuve y coqueteé con mujeres hermosas esperando que algo despertara mi interés y así pudiera llevarme a una de ellas a casa, pero cada vez, terminé yendo a casa solo.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora