Hugo
Se desmayó como un saco de patatas en un lío de toallas sucias. Volé a través de la habitación y la tomé entre mis brazos. Se sentía más ligera que la última vez que la había cargado. Algo pasaba con ella y por mucho que intentara no preocuparme por ella, no podía evitarlo.
Todo este tiempo había deseado más que nada verla sufrir, pero ahora que las piezas de la vida de Sky se unían, no estaba tan seguro de alegrarme al verla tan infeliz. Ella nunca sonreía, nunca. Era como si ya no supiera cómo hacerlo. No estaba seguro si sólo odiaba estar cerca de mí, cosa que era comprensible, ya que me había dedicado a meterme bajo su piel, sino que siempre se veía tan jodidamente miserable.
La puse en mi cama y busqué un trapo frío para presionar contra sus mejillas enrojecidas. Era el único en el condominio ya que todo el mundo había salido por la noche. Pensé en llamar a una ambulancia, pero para cuando conseguí mi celular, ella ya estaba empezando a recuperar la consciencia.
Me senté en el borde de la cama y vi mientras ella parpadeaba y poco a poco descubría dónde estaba. La habitación estaba tan silenciosa que pude oír su estómago gruñendo ruidosamente. ¿No había estado comiendo? Y por el aspecto de los oscuros círculos alrededor de sus ojos, estaba drogándose a lo grande o no estaba durmiendo. Diría que no estaba durmiendo ya que sabía que Sky jamás tocaría las drogas. Al menos, la chica que conocí alguna vez jamás lo haría.
Trató de apoyarse en los codos, pero no tuvo éxito.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —pregunté.
Ella me miró como si acabara de darse cuenta que yo estaba allí y cerró los ojos de nuevo.
—Comí antes. No puedo creer que me desmayé. Sólo déjame terminar por aquí y saldré de tu camino. —Una vez más, trató de levantarse.
Era obvio que estaba débil, y yo estaba empezando a sentirme mal por ella.
—No te preocupes por el maldito condominio. Está bien como está. ¿Antes cuándo? ¿Hace una hora? ¿Un almuerzo al mediodía? —pregunté.
Algo me decía que estaba mintiendo. De ninguna manera su estómago iba a estar gruñendo tan ruidosamente después de sólo unas pocas horas. Conocía el hambre y también sabía que los estómagos que gruñían como el de ella tenían que haber pasado unos días sin comida.
—Almorcé.
Ni siquiera podía mirarme a los ojos con esa patética mentira.
—Estás mintiendo —le dije.
Me lanzó una mirada de odio.
—No miento —gruñó ella.
Me reí.
—Esa es una mentira.
Ella saltó de la cama, agarrándose del borde cuando perdió el equilibrio.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Me voy. No tengo que soportar esta basura —dijo, a medida que trataba de caminar hacia la puerta. La detuve y la obligué a volver a sentarse.
—No vas a ninguna parte hasta que puedas caminar en línea recta. —Crucé los brazos sobre mi pecho mientras me cernía sobre ella.
Ella me miró y puso los ojos en blanco.
—No puedes mantenerme prisionera aquí, Hugo. Tengo que ir a otra parte.
¿Tenía una cita? ¿Por qué diablos odié la idea de ella teniendo una cita? Era hermosa. Por supuesto, estaba saliendo. ¿Por qué el chico con el que estaba saliendo no estaba asegurándose que estuviera comiendo correctamente? ¿Y si era alguien que la trataba mal? ¿Y si le pegaba o le hacía alguna mierda como esa?
ESTÁS LEYENDO
Azul Cielo
Teen FictionUna noche. Eso es todo lo que Hugo tuvo con la única chica a la que siempre amó. Años después, todo lo que le queda de esa noche es una cruz de plata, y el deseo inquebrantable de beber para olvidar su recuerdo. Como cantante de Dark Passion, Hugo t...