Epilogo

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Hugo:

—Papi, ¿de dónde vienen los bebés? —preguntó el pequeño Guito delante de todos en la mesa.

Era tan inteligente y estaba constantemente haciendo preguntas que nunca sabía cómo responder.

Tener la cena de Acción de Gracias con toda la banda y sus familias además de la mía y la madre de Sky hizo una gran mesa llena de gente. Todos ellos me miraron mientras Guito esperaba por una respuesta.

Mamá sonrió para ocultar el hecho de que ella quería reírse de mí. Ella amaba tanto a Guito. Nunca había sido tan feliz como lo fue el día que lo traje a casa para conocerla. Ella y Rick pasaban mucho tiempo consintiéndolo, y él amaba a su abuela y su bito.

Sergio se echó a reír y Max le dio un golpe en el brazo. Les di a ambos mi cara de cierren la maldita boca. Miré hacia Matheo por un poco de ayuda, pero él y Desiree estaban sentados allí con sus labios pegados para contener la risa.

—Los bebés vienen de la barriga de su mamá —respondió Sky con calma.

Tendí mi brazo y tomé su mano. Ella siempre era tan calmada con Guito y siempre tenía todas las respuestas. Era la madre y esposa perfecta. No podía imaginar la vida sin ella. Por supuesto, en su profesión, ella tenía que ser paciente. Era auxiliar médica a media jornada hasta que terminara la escuela de enfermería. Ser una enfermera iba a ser un duro trabajo, y ella sería perfecta a la hora de hacer frente a algunos locos.

Estuve feliz cuando ella accedió a no trabajar durante el embarazo, pero sabía que ella lo amaba y más que nada, quería que ella fuera feliz. El día que caminó a través del escenario y obtuvo su diploma de la escuela secundaria, su sonrisa había sido sobre todo luminosa. Ella nunca se rindió a su sueño de graduarse e ir a la universidad, y nunca había estado más orgulloso de ella.

Era tan fuerte e independiente y la amaba por eso, pero también amaba que supiera cuando dejarme cuidar de ella porque quería hacerlo el resto de mi vida.

Tendí mi mano y pasé mi palma sobre su vientre protuberante. Nuestra primera niña estaba en camino en dos meses, y no podía esperar para conocerla. La idea de tener una hija me asustaba como la mierda. Sobre todo porque sabía que había hombres como yo por todo el mundo. Recé todas las noches para que mi niña nunca conociera a cualquiera de ellos. No tenía ningún problema en absoluto de asfixiar la vida de cualquiera que hiriera a uno de mis hijos.

El pequeño Guito dejó el tema de los bebés y todos comieron la cena. La charla de la mesa sonaba mientras poníamos al corriente a nuestras familias sobre la vida de gira y las diferentes ciudades que visitamos.

Después de cenar, pasamos el tiempo con todo el mundo en la sala de estar antes de despedirnos. Amaba las fiestas porque significaban pasar tiempo con la familia, pero odiaba verlos partir. Estaba sorprendido por la cantidad de amor que me rodeaba. Como un niño que creció sin nadie, terminé con alguna de las mejores personas de mi vida.

No éramos una familia convencional para nada. Había sido adoptado por mi mamá y juntos adoptamos al resto de la banda, pero éramos más cercanos que la mayoría de familias, y ellos significaban el mundo para mí.

Más tarde esa noche, después de que todos se hubieran ido a casa, finalmente metimos a Guito en su cama. Me acurruqué con mi bella esposa y la sostuve cerca de mí. Nunca tendría suficiente de ella, nunca. Ella se veía aún más hermosa embarazada, y parecía que no podía mantener mis manos lejos de ella.

—Tengo algo para ti —dijo mientras se daba la vuelta en mis brazos.

Su estómago se presionó contra mí y sentí que el bebé pateó contra mí. Mi corazón se calentó y no pude evitar sonreír.

—Oh, ¿de verdad? —coqueteé de vuelta.

—Sí. ¿Lo quieres ahora o quieres esperar?

Amaba cuando ella era juguetona.

—Lo quiero ahora por favor.

Ella me rodó sobre mi espalda y se sentó a horcajadas en mi regazo.

—¿Estás seguro? —preguntó.

Extendí mis brazos y tomé sus pechos llenos. Todo su cuerpo se había llenado, y me encantaba ocupar mis manos con cada parte de ella. Ella era cálida, llena con tanta dulzura, cubierta con una preciosa y suave piel.

—Oh sí, estoy seguro.

Ella se inclinó y me besó, y perdí mis manos en su suave y largo pelo.

—Puedes tenerme con una condición —dijo con una sonrisa astuta.

—Lo que quieras —dije mientras mordía su labio inferior.

—Dime algo sucio.

Me reí mientras ella usaba mis propias palabras en mi contra, pero yo no era como Sky solía ser. No tenía ningún problema en absoluto en decir algo sucio. Así que la rodé sobre su espalda y la besé con fuerza, y luego pasé el resto de la noche mostrando a mi mujer exactamente cómo de sucio podía ser.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora