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ADVERTENCIA: Llore escribiendo esto.



Hugo

Me había prometido a mí mismo que esperaría hasta que estuviera lista, y había fallado. Eso no fue una sorpresa dado que pasé la mayor parte de mi vida jodiéndola. No había planeado tocar a Sky en la arena. En realidad, había estado tratando de ser romántico y llevarla en una verdadera cita.

Caminar por la playa se suponía que debía ser dulce, pero una vez que empezó a besarme y presionarse contra mí, estaba acabado.

Seguía pensando que al menos no había tomado su virginidad. Quería hacerlo. Diablos, nunca había querido hacerlo tan desesperadamente. Los sonidos que hizo cuando se vino casi me hicieron hacerlo. Estaba seguro que iba a descargar justo allí en mis vaqueros. La cantidad de fuerza de voluntad que tomé al sostenerla después y no terminar el trabajo fue asombrosa. No tenía idea de que fuera capaz de mierdas como esa.

Quería mostrarle cuán bien podía hacerla sentir. Quería oírla decir mi nombre una y otra vez como lo había hecho. Lo quería desesperadamente de ella, pero al mismo tiempo, no pude evitar, sino sentir que la presioné por ello.

Lo último que quería era que ella se levantara y nunca me volviera a hablar del miedo. Nunca quise asustarla. Parecía bien cuando la dejé. Le prometí que iría la próxima noche y eso la hizo sonreír felizmente, pero conocía a las chicas bastante bien y sabía que ellas reaccionaban después de los hechos. Sólo tenía la esperanza que al día siguiente cuando la viera, no me odiara.

Cuando llegué a casa, Raynolds estaba esperando por mí en mi garaje. Sus largas piernas estaban reposando en la mesa del centro en frente del viejo sofá de cuero de mamá. Jaló una pieza rasgada, exponiendo más de la amarilla esponja del interior.

Cuando entré, me dio una dura mirada.

-¿Dónde diablos has estado, hombre? He estado esperando aquí toda la maldita noche.

Sus ojos estaban dilatados y no podía sentarse quieto. Cruzó su pierna sobre la otra y agitó su pie tan rápido que comenzó a marear. Sin duda alguna él estaba jodido otra vez con el polvo blanco.

Un poco de polvillo blanquesino atorado en la punta de su nariz atrapó mi atención y lo delató más que su comportamiento. Él había estado empeorando desde hace un tiempo, pero no noté cuánto hasta que me desintoxiqué y me alejé. Usualmente estaba al ritmo de la fiesta, pero desde que conocí a Sky, estaba limpio, menos por unas pocas cervezas de vez en cuando. Esa era aún otra razón por la que sabía que ella era buena para mí. Incluso mi mamá comentó de mis cambios.

-Estaba fuera con mi chica ¿Qué pasa? -pregunté mientras caía en el sofá junto a él.

Era tarde y estaba exhausto. Aún podía oler a Sky en mi piel, y estaba determinado a tener algo de alivio por mis manos antes de dormir.

Alcanzó un bolsillo y sacó un porro. El olor del suave fluido flotó a mí alrededor cuando prendió su mechero. La punta del porro crujió mientras inhaló fuerte y lo mantenía dentro.

-Hombre, deja esa mierda. Las relaciones son para las chicas y las perras. No te veas atrapado en todo eso. Es malo para el negocio.

Tuve que forzarme a mí mismo en recordar que estaba mal. De otro modo, lo hubiera golpeado en la boca. Desde que conocí a Reynolds, tenía una bocaza y nunca sabía cuándo callarla. Tampoco ayudaba que no le tuviera miedo a nada o nadie. Lo que sea que tuviera por su cabeza, lo que era la mayor parte del tiempo, siempre estaba allí para sacarlo.

Algo estaba pasando con él esta noche. Estaba empezando a preocuparme que estuviera en algo más pesado que lo usual. Seguía haciendo comentarios de mierda, pero lo ignoré y rechacé el porro cuando me lo tendió. Su brazo colgó suspendido y me miró duramente como si me estuviera retando a fumar. Aun así, negué con la cabeza.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora