Sky
Hugo, me estaba haciendo algo. Desde que empezamos a salir tanto, nunca me había sentido tan viva. Nunca había sonreído secretamente para mí misma tanto. Sonreír no era algo que hiciera a menudo, y desde que le conocí no parecía poder parar. Me sentía como si respirar fuese un poquito más fácil, mirando al sol un poco diferente.
No estaba por ahí pintando la ciudad de rojo o tomando drogas, simplemente estaba con él, y era increíble. Me hacía reír hasta que lloraba y probablemente era el chico más dulce que jamás había tenido el privilegio de conocer, a pesar de que él nunca lo admitiría. No es como si hubiera conocido a muchos chicos, pero había algo sobre él, algo especial.
Era más que sus ojos azul bebé que parecían ver a través de mí o sus hoyuelos que me hallaba casi segura que reservaba sólo para mí. Era más que su apariencia, punto. Me hacía sentir diferente. Como si me estuviera encontrando a mí misma y viviendo por primera vez.
No podía creer que estaba a punto de besarme en la cocina de la iglesia. Nunca me besaron antes, besar siempre me había asqueado un poco, pero el pensamiento de esos labios carnosos contra los míos hizo que mi estómago se contrajera de una forma que no había hecho nunca antes y me daba una sensación de estar mareada y sin aire. Era aterrador y estimulante a la vez.
Todavía estaba ida por él cuando me encontré de cara con una familia que no había conocido antes. Casi no tuve tiempo de poner en orden mis pensamientos antes de que papá me los presentara. Se acababan de mudar a la ciudad y estaban pensando en unirse a nuestra iglesia. Mi papá me dijo sus nombres, pero mis oídos estaban todavía confusos y no lo escuché. Sin embargo, alargué mi mano a la madre y sonreí dulcemente.
—Y éste es Stephen, su hijo. Los Peterson me estaban diciendo justamente que Stephen tiene la misma edad que tú, Sky. ¿No es eso agradable?
Miré hacia Stephen. Era más bien bajo con su pelo marrón recortado y pecas a través de sus mejillas y nariz. Cuando me sonrió, sus dientes estaban cubiertos de metal, pero aun así, tenía una sonrisa muy agradable. Estaba vestido de caqui como yo, pero en vez de sentirme cómoda con él, instantáneamente odié lo inhóspito de su vestimenta.
Se estaba haciendo cada vez más duro incluso para mí el ponerme estas aburridas faldas por la mañana. Sabía en mi cabeza que tenía que ver con Hugo y sus vaqueros cómodos y las camisetas de colores de bandas, pero no me importaba. Me estaba enseñando una o dos cosas sobre estar cómoda con mi propia piel, y la cubierta puritana que había estado vistiendo toda mi vida nunca la había sentido tan restrictiva.
—Encantado de conocerte, Sky. Es un nombre muy bonito —dijo atrevidamente.
Sentí mis mejillas enrojecer mientras miraba hacia mi padre y esperaba la mirada enfadada en su cara que siempre estaba ahí cuando Hugo me decía cosas bonitas... excepto, que sólo había una sonrisa feliz en sus labios.
No lo entendía. A papá nunca le gustaba que estuviera alrededor de chicos, aun así aquí estaba él presentándome uno y sonriendo felizmente mientras el chico me halagaba.
—Gracias —murmuré suavemente.
—Eso es una cosa muy bonita de decir, Stephen. Sabes, dado que eres nuevo en la ciudad, quizás tú y Sky deberían ir a ver una película o algo. Quizás te podría enseñar la ciudad y familiarizarte con el lugar antes de que empieces en tu nueva escuela el lunes. ¿Cómo suena eso, chicos? —dijo mi padre orgullosamente.
Mi mandíbula casi da contra el suelo. Mi padre definitivamente estaba teniendo alguna crisis de la mediana edad. Quizás se encontraba en medio de un infarto y los efectos secundarios aún no habían comenzado a mostrarse, porque mi padre nunca diría una cosa así. Nunca estaría de acuerdo en dejarme ir a ningún sitio con nadie excepto él y mamá. La idea de él dejándome ir a una cita con un chico era algo que nunca había pensado que ocurriría.
Miré de nuevo a Stephen y él enrojeció brillantemente y sonrió hacia mí.
—Pienso que suena divertido. ¿Quieres ir a ver una película conmigo, Sky? —preguntó.
Miré a nuestros padres, que estaban llenos de sonrisas y ojos locos. Necesitaba correr al baño y pellizcarme. Mis colapsos en el baño habían parado gracias a Hugo, pero definitivamente necesitaba un pellizco fuerte o una fuerte bofetada en mi cara para devolverme a la realidad.
Me quedé con la boca abierta mientras todo el mundo me miraba y esperaba una respuesta. Parte de mi quería decir que no. No conocía a este chico y parecía tan aburrido como yo, pero de todos modos, ¿cuáles eran las probabilidades de mi padre prácticamente empujándome por la puerta para que fuera a ver una película con algún chico? Tenía que tomar lo que podía, supongo. Al menos de esta manera tendría un momento para respirar el aire fresco fuera de la escuela, casa y la iglesia.
Le eché un vistazo a mi padre y pedí permiso con mis ojos. Él me sonrió y asintió con su cabeza.
—Bien —chillé.
Todo el tiempo en lo único en lo que podía pensar era en Hugo y cuánto deseaba que fuera él con el que iba a ir al cine. Realmente necesitaba dejar de pensar tanto en Hugo. Sí, parecía como si estuviera a punto de besarme no hace ni diez minutos, pero tenía que hacer frente a los hechos, y el hecho era que no me hallaba ni siquiera cerca de ser el tipo de chica que Hugo querría. Éramos amigos. Realmente tenía que dejar de pensar que a veces cuando me miraba había más que amistad en sus ojos.
Después de acceder a mi primera cita y viendo como nuestros padres hacían los arreglos, paré en el baño de la iglesia y pasé un poco de agua fría sobre mis mejillas. Todavía se sentían calientes por el toque de Hugo y lo último que necesitaba era volver a la cocina con unas mejillas calientes y avergonzadas y hacer nuestra amistad incómoda.
Cuando volví a la cocina, Hugo estaba apoyado contra la encimera con sus brazos cruzados. No me había oído entrar y estaba mirando la ventana con sus ojos cerrados. La habitación había sido limpiada y todas las galletas estaban en el horno. El olor de galletas con pepitas de chocolate y azúcar llenaba la habitación. Siempre asociaría este olor con Hugo, lo cual tenía sentido ya que él era tan dulce.
Sonreí secretamente ante mis pensamientos. Si en algún momento le decía que pensaba que era un amor, probablemente gruñiría y haría algo ridículamente rudo sólo para probar su punto.
—Hola —dije mientras caminaba hacia él.
Abrió sus ojos y me sonrió. Pareció genuinamente contento de verme.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Sí. Mi padre quería presentarme a una nueva familia que se va a unir a la iglesia. Y algo loco pasó.
Se volvió, apoyo los codos en la encimera, y ahuecó sus mejillas con sus manos. Cuando sonrió, uno de sus hoyuelos estaba oculto detrás de su mano y quería quitarla para poder verlos ambos.
—Mi padre me consiguió una cita.
Su sonrisa cayó instantáneamente, y pensé por un minuto que me pediría que no fuera. Si me lo pidiera, aún si necesitara mi libertad o no, me saltaría la cita. Todo lo que tenía que hacer era decir las palabras, pero en cambio, comenzó a reírse. Se sintió como una bofetada en la cara.
¿Qué era tan gracioso sobre que tuviera una cita?
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Azul Cielo
Teen FictionUna noche. Eso es todo lo que Hugo tuvo con la única chica a la que siempre amó. Años después, todo lo que le queda de esa noche es una cruz de plata, y el deseo inquebrantable de beber para olvidar su recuerdo. Como cantante de Dark Passion, Hugo t...