31

7 1 0
                                    

Hugo

No podía llegar lo suficientemente rápido a ella. Desde el momento en que la escuché llorando en el teléfono y diciéndome que me necesitaba, estaba saliendo por la puerta. Rompí el límite de velocidad durante todo el camino a su lado de la ciudad y la goma de mis neumáticos prácticamente quedó en la carretera. Cuando me detuve en la estación de gasolina y la vi sentada en la acera en su bonito vestido negro y su cabello todo enmarañado, estaba enojado. Quería poner mi puño en toda la cara de su padre, pastor o no pastor.

Ella se levantó, mis faros delanteros la deslumbraron, y ajustó su vestido. Parecía un sauce llorón en un punto de la luz solar. Salté de mi auto y fui hacia ella. Atrayéndola a mis brazos, la abracé y la respiré.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Ahora lo estoy.

Levantó la vista hacia mí con una sonrisa rota. Capturé una lágrima obstinada en su mejilla con mi pulgar.

—Vamos. Vas a venir a casa conmigo.

Tomé su mano en el camino de regreso a casa. Para el momento en que llegamos allí, estaba dormida. En lugar de despertarla, di la vuelta a su lado del auto, abrí la puerta, y la llevé a mi casa.

Ella envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y respiró suavemente en mi oreja.

Mamá había ido al bingo con algunos amigos con la esperanza de sacarse la lotería grande y pagar algunas cuentas, por lo que la casa estaba vacía y tranquila.

Llevé a Sky directo a mi habitación y la acosté en mi cama. Ella se volvió y suspiró en mi almohada. Su cabello se extendió a través de mi almohada y una pequeña sonrisa se formó en su boca. Se veía tan tranquila. Encajaba perfectamente allí, y en silencio deseaba que durmiera allí todas las noches.

La dejé allí, apagué todo en la casa, y entonces fui a la ducha. El baño se empañó cuando dejé al agua caliente lavar los malos recuerdos de la semana que pasó. Tantas cosas que cambian la vida me sucedieron en la última semana, la pérdida de mis hermanos y con suerte, la permanencia de Sky.

Apagué la ducha, envolví una toalla alrededor de mi cintura, y después me arrastré en mi habitación para conseguir algo de ropa. Mi habitación estaba oscura, el único sonido era la oscilación del ventilador sin el que no podía dormir. Abrí mi cajón superior y agarré un par de calzoncillos.

Volteándome, estaba a punto de dejar caer mi toalla y deslizarme en los calzoncillos, pero me detuve cuando me di cuenta de que Sky estaba de pie al otro lado de la habitación, mirándome. Sus ojos me quemaban mientras se movían por mi cara, pasando mi cuello y pecho, y aterrizaron en la parte de mi toalla que estaba levantando lentamente.

Esperaba que ella se diera la vuelta o dejara la habitación, pero en cambio, ella se acercó a mí y deslizó sus brazos alrededor de mi cuello.

Sus dedos se movieron a través de las gotas de agua que permanecían en mi espalda antes de que ella los moviera a través de mi cabello mojado. Contuve el aliento cuando presionó su boca dulce en mi pecho.

Enredé mis dedos en la parte posterior de su cabello y levanté su rostro hacia el mío. La besé lentamente, memorizando su boca con mi lengua.

Ella se presionó contra mí y enterró sus uñas en mi espalda como si no pudiera tener suficiente.

Me di la vuelta, presionándola contra la pared. Levantando su vestido, envolví sus piernas alrededor de mis caderas.

Ella no me detuvo; en cambio, empezó a mover sus caderas como si supiera lo que estaba haciendo. Nuestras respiraciones jadeantes llenaron la habitación mientas nos besábamos.

Dejando caer mi boca en su cuello, la besé suavemente, mordiendo el lóbulo de su oreja antes de chuparlo en mi boca.

—Por favor, Hugo —dijo una y otra vez.
Sabía lo que me estaba pidiendo, pero era demasiado pronto. Las cosas estaban demasiado emocionalmente jodidas en este momento, y no la quería buscando consuelo en los lugares equivocados. Su amiga había muerto y su padre la había atacado.

Pensando en lo que me dijo en el auto antes de quedarse dormida me estaba volviendo loco. Él le pegó y por lo que me dijo, no tenía ningún motivo en absoluto. ¡Ese hijo de puta le pegó!
Gruñí un poco antes de tomar su boca de nuevo. Me sentí como un animal, salvaje y listo para desgarrar algo. Ella tiró de su vestido, haciéndolo moverse más allá de sus caderas, antes de que empezara a apretarse contra mi toalla, contra mi miembro.

Fue entonces que supe que me tenía que parar. Estaba listo para seguir, pero estaba mal. Era el peor momento para que ella perdiera su virginidad. Una vez que acabara el duelo por Sol, me odiaría por aprovecharme.

Me alejé de ella y utilicé mi mano para bloquear mi dureza.

—Sky, tenemos que detenernos.

Estaba respirando como si acabara de correr en un maratón. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso como si hubiera estado ejercitándolos todos al mismo tiempo.

Ella me sorprendió cuando me siguió, deslizó sus brazos alrededor de mi cuello de nuevo, y después empezó a besarme otra vez. Sabía tan dulce y su cuerpo se sentía tan asombroso contra el mío. Quería seguir adelante. Lo deseaba más que nada, pero de nuevo, la alejé. Tenía que ser el sensato.

Ella levantó la vista hacia mí con dolor en sus ojos.

—Por favor, Hugo, sólo dame esta noche. Por favor.

Eso no tenía sentido para mí. Teníamos todas las noches de nuestras vidas si lo queríamos.

—Habrán otras noches. Tenemos el resto de nuestras vidas, Sky. Ha pasado mucho esta semana. Déjame abrazarte y cuando en verdad estés lista y sólo cuando realmente estés lista…

Ella atrapó mi rostro en sus manos y me besó de nuevo, con más fuerza. Le devolví el beso y después la aparté.

—Estoy lista, Hugo. Nunca he estado más lista. ¿Y si ésta es la única noche que pasamos juntos?

Estaba confundido.

—Pero no lo es. Ni siquiera digas eso.

—Lo sé, ¿pero y si lo fuera? ¿Y si alguien tratara de alejarme de ti?

Ni siquiera podía comprender la idea.

—Eso no pasará —dije.

Apreté mi mandíbula con tanta fuerza que mis dientes dolían.

—Pero, ¿cómo lo sabes? —preguntó ella.

—Porque mataría a cualquiera que tratara de alejarte… o eso o moriría luchando por ti. Nadie nunca te alejará de mí, jamás.

La verdad de mis palabras quemaba en mi pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas hasta que escaparon y cayeron por sus mejillas.

—Te amo, Hugo.

Mi corazón se apresuró. Ella lo decía en serio. Podía ver en sus ojos que lo decía en serio, y nunca había sido tan feliz de escuchar esas palabras. Las necesitaba.
Quería envolverlas y meterlas en una caja para guardarlas a salvo.

Significaban todo para mí ya que me sentía exactamente igual.

La vi a los ojos y respiré hondo. No todos los días le confesaba mi amor a alguien.

—También te amo.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora