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Hugo

Cuando desperté, mis brazos estaban envueltos alrededor de Sky y su rostro estaba enterrado en mi pecho. Estaba cubierto por su calor y su largo y suelto cabello. Pasé mi mano por su espalda yendo hacia arriba y un pequeño sonido se escuchó de sus labios humedecidos.
Bajé la mirada hacia sus mejillas ruborizadas y sonreí. Su boca estaba abierta y roncaba suavemente cuando inhalaba. Fue el mejor momento de mi vida. Había dormido mejor recostado en el asiento en la parte posterior del Jeep de mamá que en cualquier otra parte en toda mi vida, y había dormido en muchos lugares.
La observé dormir hasta que el sol estuvo brillando plenamente en las ventanas. Las gaviotas afuera parecieron volverse más ruidosas cuanto más brillante se hacía el sol. Mi pierna se estaba quedando dormida, pero no me moví. No quería despertarla. El momento era demasiado dulce para arruinarlo.
Cuando finalmente despertó, se recostó y alzó la mirada hacia mí con una sonrisa soñolienta. Su largo cabello extendido sobre mi brazo. El suave aroma a rosas y a talco fresco llenó mis sentidos mientras inclinaba mi cabeza hacia abajo y le daba un pequeño beso.
—Buenos días, hermosa —dije a la vez que dejaba que mi dedo explorara su mejilla cremosa.
No podía dejar de tocarla. Era como si necesitara la seguridad de que ella estaba realmente aquí conmigo. No se trataba de que no estuviese acostumbrado a las chicas estando a mi lado; era que no estaba acostumbrado a chicas como Sky. Ella era perfección, demasiado perfecta para un desastre como yo, y en mi corazón sabía que no la merecía, pero no podía evitarlo.
Ni siquiera podía pensar en el hecho de que mi cabeza estaba latiendo. Tenía una leve resaca y me sentía un poco avergonzado por mi comportamiento la noche anterior, pero a la mierda. Un hombre borracho no dice mentiras, y había sido directo y honesto con Sky, que era exactamente lo que ella merecía. Por lo menos, conseguí sacarlo de mi pecho y al menos, ella no me dio la espalda como probablemente debió hacer.
Sus mejillas se ruborizaron dulcemente.
—Buen día. Eres la primera persona en llamarme hermosa. Se siente raro cuando lo dices.
—Entonces supongo que lo diré una y otra vez hasta que ya no sea raro —dije mientras tocaba una hebra de sus suaves ondas—. Eres hermosa, Sky.
Sonrió dulcemente y se inclinó hacia arriba, para besarme. Le devolví el beso con todo lo que era e intenté permanecer controlado. No sólo ya era de mañana y mi erección matutina dolía contra mis pantalones vaqueros, sino que ella se estaba presionando contra mí de maneras que no podía saber que me estaban volviendo loco. La deseaba, más de lo que nunca había deseado a una chica, pero también quería asegurarme de que ella estaba lista.
Ella sacó un lado de mí que no había sabido que existía antes. Por lo general, no era un hombre paciente, pero ella me hacía serlo. Lentamente me estaba transformando en una mejor persona, una persona digna de ella.
Solté un grito ahogado cuando sentí unos dedos fríos contra mi estómago. Tocó las pendientes de mis abdominales con lentitud, como si me estuviera memorizando. A pesar de que me estaba matando, me contuve y le di libertad de deambular por mi cuerpo.
—Estás tan duro —dijo a la vez que presionaba sus palmas contra mi pecho.
No pude evitarlo.
—En más de un sentido. —Le sonreí.
Antes de poder entender lo que le estaba diciendo, la volví a besar y me reí entre dientes contra su boca. El tiempo se desvaneció mientras nos besábamos en la parte trasera del Jeep de mamá como unos adolescentes normales. Afuera, las olas chocaban contra la costa y las aves volaban por encima de nosotros en la cálida brisa.
Sentí algo frío contra mi pecho. Dejé de besarla y me recliné para descubrir que su collar se había escapado de su camisa y ahora yacía contra mí. Ella siempre había usado la cruz de plata alrededor de su cuello hasta donde sabía, y hubo muchos momentos cuando la había visto sacarla de su camisa y aferrarla en su palma como si la tranquilizara.
La levanté para inspeccionarla.
—¿Dónde conseguiste esto? —pregunté.
Ella miró hacia abajo y retiró la pequeña cruz de mis dedos. Desapareció en su pequeño puño cuando envolvió su mano alrededor de ésta.
—Mi abuela me la dio cuando era pequeña.
—¿Alguna vez te la sacas?
—Jamás. —Negó con la cabeza—. Me salvó cuando era pequeña, así que nunca me la quito.
Alzó sus ojos hacia mí. Sus profundos ojos marrones se arremolinaban con alguna emoción profunda de la que quería saber.
—¿A qué te refieres con que te salvó? ¿Te sucedió algo?
Sabía que la estaba presionando, pero estaba preocupado de que algo estuviera sucediendo en su vida de lo que no iba a contarme. Quería saberlo todo cuando se trataba de Sky.
—Cuando era una niña, mi padre acostumbraba a decirme que si era mala, el demonio vendría y se robaría mi alma. Por años, me preocupó que mi alma nunca estuviese a salvo. Así que cada vez que sentía que había hecho algo malo, o cuando sucedían cosas malas alrededor de mí, solía fingir que podía ocultar mi alma dentro de mi cruz y mantenerla a salvo. Tenía miedo cuando pensaba en quitármela. Está grabado en mi cabeza que tengo que mantener mi alma a salvo.
Cuando me miró, una diminuta lágrima se aferraba a su mejilla. La besé para secarla antes de besarla a ella. Cuando me retiré, me sonrió.
—Nunca dejaría que nadie tomara tu alma. Es demasiado preciosa… Tú eres demasiado preciosa.
Esta vez, ella me besó y se lo permití, pero justo cuando mi cuerpo se relajó contra el de ella, se apartó repentinamente, dejando mis labios ardiendo y sin aliento. Me miró con confusión y luego, como si fuera liberada de un hechizo, se levantó de un salto, sus ojos agrandándose con miedo y su respiración profunda y rápida, como si estuviera aterrorizada.
—Oh, Dios mío, mi padre va a matarme. —Agarró su cruz con una mano y pateó la puerta para abrirla con la otra.
Una brisa salada flotó dentro del auto cuando finalmente la empujó hasta abrirla. Fui detrás de ella y mis zapatos se hundieron en la espesa arena debajo de nuestros pies.
—No te asustes. Es mi culpa. Le diré que es mi culpa. —Intenté calmarla.
—No, es mi culpa. Sabía que no era lo mejor marcharme del cine, pero lo hice de todas maneras. Por favor, Hugo, llévame a casa.
El pánico se apoderó de mí. No había pensado en las consecuencias de mis acciones anoche. Nunca pensé realmente en las consecuencias, pero no pensar me estaba haciendo pagarla caro. Porque prácticamente la había obligado a dejar el cine anoche, eso haría diez veces más difícil ser capaz de verla. Por supuesto, una vez que su padre supiera que estuvo conmigo, iba a prohibirme verla de nuevo. Tenía que recordar que no estaba tratando con las chicas de mi mundo, a cuyos padres les importaba una mierda lo que fuera de ellas.
No dejaría que eso sucediera. Por las últimas semanas de mi vida, había sido capaz de ver a Sky, y si dependiera de mí, eso continuaría.
—Nah. Si quiero verte mucho, llegaré hasta ti. Soy como un maestro en escabullirme por las ventanas. —Sonreí.
Puso sus ojos en blanco de una manera adorable y lanzó las manos en el aire con frustración.
—Eso no me hace sentir mejor, Hugo.
No pude evitarlo. Me eché a reír y la atraje hacia mí. Se derritió en mis brazos.
—No te preocupes por esto, ¿sí? Lo arreglaré.
Y de alguna manera lo haría. Sin importar qué tuviera que hacer, lo arreglaría. Al menos, eso es lo que pensaba, pero treinta minutos después, cuando doblamos en su calle, supe que las cosas estaban a punto de empeorar. Dos autos de policía estaban en su entrada esperándonos. Su mano se apretó en la mía y sentí la humedad de sus palmas nerviosas. Ella tenía miedo y odié eso. Quise quitarle el miedo.
—Sólo sigue mi ejemplo —le dije mientras nos detenía detrás de uno de los autos de policía y estacionaba el Jeep.
Ella asintió estando de acuerdo, abrió la puerta del pasajero, y luego salió. La puerta principal de su casa se abrió de golpe, y sus padres salieron disparados de la casa, seguidos por dos oficiales de policía. La puerta mosquitera prácticamente fue arrancada de sus bisagras.
—¡Tú! —El predicador me apuntó con su dedo—. ¡Secuestraste a mi hija!
Me mantuve firme, pero de pronto Sky estaba parada entre su padre y yo, mientras éste me gruñía.
—Papi, no es culpa de Hugo. Fue mía.
—No la secuestré. Me llevó a casa. Yo estaba bebiendo, señor, y…
—No quiero escuchar tus excusas. Mantente alejado de mi hija, ¿me entiendes?
—Papi, por favor, cálmate por un…
Fue silenciada con un revés de su mano. El sonido de su mano impactando contra su mejilla retumbó alrededor de mí. Largo cabello marrón se movió frente a mí cuando ella se resbaló hacia un lado, aterrizando con fuerza contra el Jeep antes de caer al suelo.
Ni siquiera me di cuenta que me estaba moviendo hasta que sentí mi hombro conectar con su estómago. Lo derribé al suelo con tanta fuerza como pude y lo golpeé en el rostro dos veces. Subió los brazos para bloquearme, y alcé mi puño para volverlo a golpear. Hubiese seguido golpeándolo sólo que sentí unos dedos diminutos clavarse en mis brazos cuando Sky me apartó.
—¡Detente, Hugo, por favor, detente! —estaba gritando ella.

Azul CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora