[ 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐆𝐀 '𝐎𝐍𝐋𝐘' ]
«Encantado de conocerte.»
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Yo, Min Yoongi, lo tenía todo; sin embargo, seguía siendo insuficiente. Y por años continuó de esa manera hasta que un día él y yo nos conocimos de la forma má...
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Min Yoongi.
-Tus latidos han vuelto a la normalidad y tu presión también.
-¿Sí? -bostezó.
-Seguramente debes estar agotada. Duerme todo lo que quieras, ¿está bien?
Jihyo bostezó una vez más y me observó con una expresión que me rompió el corazón hasta luego asentir y darme la espalda, cubriéndose con sus mantas hasta la cabeza y rindiéndose al país de los sueños en cuestión de minutos. Poco después, me retiré y le hice saber sobre el estado de mi hermana menor a un preocupado Félix que no había parado de estar atento desde la madrugada. En respuesta recibí una fotografía suya mostrando su alivio mediante ella junto a un 'Gracias, hyung', que me llenó de ternura.
Y ya una vez disfrutando de mi desayuno, un mensaje de mi padre me descolocó y tardé en creer que realmente se trataba de él.
Suspiré y mi dedo dudó tantas veces que, en un pequeño movimiento en falso, acabé rechazando la llamada y por fortuna decidió no insistir, quizás pensando erróneamente que me encontraba ocupado en alguna cirugía, y esto último era lo que menos deseos tenía de hacer.
No había dormido las horas que necesitaba para ese día y consideraba que varios cafés podrían mantenerme despierto hasta completar las tres cirugías que tenía ese día. El sueño que estaba sintiendo no iba a afectar mi trabajo, ¡sobre mi cadáver!
Me preparé con mucha paciencia, mis muslos desnudos tocaron las mantas calientes sobre mi cama y me invitaron centenar de veces a rendirme y cerrar mis ojos hasta entrar en un profundo sueño, pero me esforcé por ganar la batalla contra mi cama y lo logré.
Luego de verificar que todo estuviera en orden en mi maleta, me retiré de la habitación con el timbre de la puerta principal sonando con mucha insistencia y me dirigí allí lo más rápido que mis piernas lo permitieron, en verdad quería que el silencio reinara mi departamento ese día en el que Jihyo no se encontraba bien y necesitaba de esas cuantas horas de sueño.
Sin embargo, mi rostro lleno de amargura cambió a uno de completa confusión al llevarme la sorpresa del siglo. Mi madre se encontraba justo frente a mí, vistiendo como acostumbraba a verla desde que tenía uso de razón. Siempre solía decirle que admiraba su elegancia... Qué inocencia la mía.
-¿Qué haces aquí? -Bajó sus lentes de sol, mirándome de arriba a abajo. Estaba juzgándome y yo adoraba cuando lo hacía.
-¿Estás feliz de verme? Ha pasado mucho tiempo, te ves... bien.
Una diminuta mueca de molestia se asomó a mis labios cuando, sin pedir permiso, se quitó sus zapatos y se colocó las pantuflas que descansaban en la entrada del departamento, ingresando a él y haciéndome a un lado.
-¿Quieres que sea sincero contigo? -bufé.
La seguí y abandoné la maleta sobre el sofá para poder sostener su mano cuando vi su intento de subir las escaleras.
