Capítulo 40: Amigos o Enemigos parte 2

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Empaco sus pocas pertenencias que tenía en el cuarto de descanso, al igual que otras cosas pertenecientes a su unidad, colocó algunos micrófonos dentro de la mansión donde por lo general los frecuentaría su joven maestro, esto por precaución a que le hicieran daño  los nuevos sirvientes como los anteriores lo habían hecho.

Desgraciadamente, por órdenes del señor Pardis, el ya no podría regresar a la mansión, su trabajo ahora era cuidar de su joven maestro desde las sombras, además para el señor Pardis era mejor que nadie se enterará sobre su nuevo puesto, ni siquiera sus propios compañeros.

— ¿Te despidieron por tu mala comida?—pregunto Marco con una leve burla en sus palabras.

Gabriel lo escucho sin embargo no le dio importancia a su burla, metió unas gafas y unos guantes de cuero a su maleta deportiva, la cerro y la llevo al hombro, volteó hacia a la puerta, donde un hombre alto y bronceado se encontraba comiendo uno de los pan tostados que él había preparado.

Entrecerró los ojos notando algo en particular.

—Regresaste demasiado rápido Marco, creí que te llevaría más tiempo al deshacerte de esos sirvientes.

El hombre sonrió y escupió de su boca la parte más quemada del pan.

— "Llévalos a un lugar del que ya no puedan regresar", eso fue lo que me ordeno el Jefe, yo hice lo que se me ordeno, créeme Gabriel, no se necesita ir demasiado lejos para que esas personas ya no puedan regresar.

—No los habrás matado ¿cierto?, el Jefe dijo que no deberíamos hacerlo.

—Claro que no los mate, aunque creo que...—se burló por dentro cuando recordó esos rostros llenos de esperanza—, en estos momentos desearan la muerte, dudo mucho que ellos puedan regresar de "ese lugar", Gabriel... es fácil encontrar el infierno en esta ciudad.

—El infierno se encuentra en todas partes, he visto muchas veces eso—Dijo Gabriel sin tomarle tanta importancia a las palabras de Marco, creía que este era una de esas charlas extrañas con toques filosóficos.

—Supongo que es así...

Gabriel asintió y avanzó a la salida aunque en su trayecto se atravesó la fornida pierna de Marco evitando que el pasara.

— ¿Entonces a dónde vas con eso? —señalo el pequeño bulto que cargaba en su espalda.

Sin decir nada Gabriel lo pateó directamente en la rodilla, desequilibrando el cuerpo de Marco y dejando el espacio libre para su salida.

— ¡Hey!—avanzo hacia él—Hemos sido compañeros por casi tres años, creo que merezco saber lo que sucede contigo amigo.

—...

Miro fijamente a su "amigo", el parecía un buen tipo, incluso se llevaban bien pero que caso tenia confiar en esta persona, cuando su deber era ser lo más discreto posible.

—El Jefe me envió a la empresa Pardis del lado sur, tal vez esa es su manera de reprenderme por el desayuno que serví.

—Oh...—contesto y asintió a su respuesta—Lo entiendo, la verdad es que cocinas horrible.

— "-_-"

Aunque era mentirá lo que había dicho, no le gustaba para nada que despreciaran su comida, si tan sólo todos tuvieran el buen gusto de su joven maestro, toda su vida sería tan buena.

—Debiste dejarme a mí preparar el desayuno, si lo hubieras hecho no tendrías que trasladarte a ningún lugar.

Gabriel asintió y alzó su mano para que los dos la estrecharan.

—Gracias por preocuparte, ahora sólo tratare de adaptarme a mi nuevo trabajo y tu—lo miro seriamente— trata de seguir las órdenes del jefe de unidad.

Las dos personas apretaron sus manos en señal de una despedida eminente.

—Lo haré y tú, cuídate Gabriel—apretó su agarre—En verdad cuídate.

—Claro...—contesto y se retiró del lugar.

Marco relajó un poco su cuello y lo tronó en ambos lados.

—Como si fuera a creerte Gabriel — curvo sus labios y sonrió—Por tu bien, es mejor que no te cruces en mi camino "Amigo"



~★~


Las acciones sin sentido de su Padre después de ese día en el hospital era algo que nunca entendería.

—Ares

Llamo Yao desde la ventanilla del auto y mostró una tarjeta dorada que sostenía en su mano.

—Ten—indico para que lo tomará consigo.

Ares lo tomó y levantó la ceja desconfiando de la capacidad mental de su padre.

—Señor Yao, ¿no creé que esto es demasiado para un joven como yo?

Yao movió la mano negando como si eso no fuera la gran cosa.

—Con esto podrás disponer del dinero que quieras a la hora que quieras, sé que lo usarás sabiamente, confió en ti Ares.

Después de decir esto su padre se marchó, dejándolo una vez más en la entrada del instituto.

Se preguntaba, ¿Cuándo se le quitaría esa manía de acompañarlo?

Suspiró profundo y opto por guardar la tarjeta de oro que Yao le dio.

Aún si Yao no era consciente de sus decisiones él los aprovecharía antes de que se diera cuenta de su error.

Cuando ingreso al instituto notó la gran diferencia, entre personas que se burlaban de él, personas que temían de él y sobre todo aquellas personas que ya no actúan de una u otra forma.

Este sí que era un día normal en toda su expresión.

El miedo, temor y angustia ya no habían en los ojos de sus compañeros, actuaban como jóvenes normales frente a él, probablemente su Padre deshizo todo lo que ocasionó en aquellas personas.

Claro que para él era mejor no devolver nada y así acostumbrarse a ese entorno retorcido que invadía a la familia Pardis.

Todo era demasiado bueno, demasiado...

Miro sus manos y sintió una leve suciedad, tal vez se debía a que su padre se estaba haciendo más cercano a él.

Abrazos, apretones y palmadas en la cabeza, eso era...

"Asqueroso"

No lo odiaba, pero algo dentro de él, le hacía sentir repulsión, aunque debía de soportarlo por el bien de su madre y el de Eleonor.

Se dirigió al baño del instituto y no pasó más de dos minutos cuando...

—Ares el lisiado—dijeron y el sonido de una puerta al ser bloqueada se escuchó.

Ese sonido era algo del que ya estaba acostumbrado escuchar, porque después de ese sonido siempre comenzaban los golpes de ellos contra él.

Lavó sus manos antes de voltear hacia ellos y discretamente movió sus piernas para constatar lo que pasaría si los atacará.

Bien que importaba, podría dirigir los golpes a una sola pierna para que no hubiera tanto daño en las otras partes de su cuerpo.

—Me parece de mal gusto que siempre nos reunamos en un baño, Roger.







Salvando Al Hijo DesterradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora