Capítulo 45

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Ya estaba harta de soñar despierta todo el tiempo, encima a veces lo que pensaba era tan real que dudaba si ocurrió o no. Ya le pasó una vez pensando que Pache la engañaba, y ahora le estaba pasando escuchando una deliberación del juzgado que no era la que iban a decir en realidad.
Macarena abrió los ojos y se encontraba aún abrazada al cuerpo de su hermano, mientras éste la abrazaba y daba consuelo, esperando el fallo de la jueza. Miró hacia la derecha y ahí estaban Vera y Celeste, sus amigas, fieles como siempre. Le hacía falta Rocío para alentarla como siempre, pero por trabajo no había podido ir así que la comprendía. Luego observó para la izquierda y los vio a Lautaro, Nicolás y Bautista sentados juntos, agarrándose las manos entre ellos, gesto que le dio muchísima ternura a Maca. Por último observó al gordo Ale que se tapaba la cara, y Malena que le acariciaba la espalda.
Casi sin darse cuenta, Macarena posó sus ojos en su novio. Allí estaba él, vestido de traje, se pudo bañar después de dos meses y medio allí dentro, entre la mugre, el peligro, los delincuentes y demás. Fue un tiempo larguísimo donde Macarena no podía dormir y casi no tenía vida, ya que se la pasaba entre la facultad y la cárcel todos los días. Deseaba con todo su corazón volver a la normalidad y poder eliminar esto de su cabeza, aunque sabía que todo cambiaría en Pache, porque no es dato menor haber matado a alguien.
Finalmente, el veredicto final fue que el delito cometido por Pachetti fue negligencia, homicidio culposo, y aquí en nuestro país es excarcelable, por lo que le dieron la libertad, con la condición de sacarle el registro y el auto utilizado para seguir realizando autopsias y exámenes.
Todos, por fin, pudieron respirar y volver a abrazar a su amigo como antes, quien no paraba de llorar de la emoción que sentía, y a la vez el miedo...

Lautaro fue dejado por Rocío una vez más. Para colmo, ella lo hizo de la manera más humillante posible, diciéndole la famosa frase: "no sos vos, soy yo". Lauti siempre supo que el problema de su relación no era él, sino los mambos internos de Rocío. Intentó con todas sus fuerzas volver a enamorarla, hacerla sentir única, darle la seguridad que necesitaba para volver a ser la pareja feliz que eran al principio. Pero comprobó que nada de lo que haga podía cambiar los sentimientos de Rocío, y la realidad era que ya no sentía nada por él, solamente un amplio cariño por las cosas vividas y un gran respeto por haber sido un buen amigo en momentos donde ella más necesitó apoyo. La realidad de hoy en día era que Rocío tenía un corazón latiendo fuerte cuando aparecía Nicolás, y aunque intentaba engañarse un montón de veces creyendo que aún lo quería a él, Lautaro lo terminó aceptando. Decidió, por fin, no rogarle más y dejarla ser feliz. La quería tanto que prefería que esté contenta con otro chico que la quiera de verdad, el tema es que Lauti sabía que nadie la iba a querer jamás de la manera que él la quería.
El joven optó por empezar a cambiar su actitud. Si bien optó por dejar las cosas bien con Rocío, para que no haya rencores ni incomodidades al momento de cruzarse en una juntada de amigos ya que compartían el mismo grupo, por otro lado quiso empezar a hacer su vida de verdad. Tenía diecinueve años, era joven y bonito, seguramente iba a conseguir mujeres y olvidarse de Rocío tan pronto como conozca a otra.

Rocío, por su parte, se sentía relajada. No tenía más obligaciones amorosas con nadie. Finalmente, luego de mucho tiempo, pudo ser sincera por completo con Lauti. Le había dado mucha lástima dejarlo, y sobre todo que él se haya puesto a llorar frente a ella, pero al fin y al cabo era lo mejor para ambos y ella ya no quería seguir mintiéndose a sí misma, y mucho menos a él que tanto la había apreciado y cuidado todo este tiempo.
Rocío no sabía si en verdad lo dejaba por Nicolás, por capricho, por ganas de estar sola o qué, pero la realidad era que no iba a meterse en la relación de Nico con Vera ni iba a utilizar a Lautaro para estar con alguien cuando en verdad no lo amaba como él a ella.
Por primera vez en su vida, Rocío quería hacer las cosas bien. O quizá no tan bien...
Cada vez que los jefes se iban del estudio jurídico, Santino llamaba a Rocío a su oficina, cerraban la puerta, revoleaban hacia el suelo todo lo que se encontraba sobre el escritorio y allí hacían el amor una y otra vez. Rocío pensaba que tenía el mejor trabajo del mundo, y Santino, que siempre fue un ninfómano por excelencia, no dudaba un segundo en estar con ella. Le importaba poco que Lauti esté sufriendo o que Nico haya sentido cosas por ella, nunca fue un chico con bastantes códigos y tampoco se sentía culpable.
- Si no le contamos a nadie, entonces nadie se entera, por lo tanto nunca pasó.- le decía Santino a Rocío para mantener ocultas las cosas y así no se armaba lío. A la rubia le encantaba toda esta adrenalina de estar juntos en secreto, o al menos como amigos con beneficios. Por otro lado, se moría de ganas de que Nicolás se entere y se quiera matar, y ahí se de cuenta que su verdadero amor es ella y no la estúpida de Vera. Pero también pensaba en qué sucedería si Lautaro se enteraba, y supuso que se iba a entristecer mucho, y no quería que él sufra. Por primera vez, Rocío priorizó los sentimientos de Lautaro sobre los de ella y optó por seguir la idea de Santino de no decir nada a los demás, cosa que además hacían más divertidos esos encuentros clandestinos en horario laboral.
Santino le generaba a Rocío cosas que ella nunca había sentido. Tenía tanta práctica, tanta técnica, tantas ideas, tantos ruidos, tantas posiciones que dejaban a la rubia obnubilada y sin saber cómo seguirle la mano. Se sentía totalmente dominada por él en la cama, y sin embargo dejaba que lo haga porque la pasaba realmente bien.

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