Capítulo 43

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Todo se había desbarrancado en menos de cinco segundos. La noche maravillosa que habían pasado Macarena y Pache junto a sus amigos acababa de ser arruinada por completo.
El ruido de la policía y la sirena de la ambulancia despertó a todo el vecindario en esa madrugada de domingo luego de un sábado lluvioso.
Pachetti se encontraba esposado en la comisaría, con Macarena a su lado llorando. El padre del joven, ya que madre no tenía, llegó al lugar luego de una hora de que lo habían llamado. Pache estaba muy nervioso y preocupado, pero a la vez aún no podía entrar en razón. Cuando vio entrar a su papá tan enojado y con cara de pocos amigos, comprobó que todo estaba perdido.

Vera abrió los ojos y se encontró recostada en el sillón de la casa de Bautista, abrazada a Nicolás. La televisión estaba encendida en el canal Fox. A los pocos segundos de despertar, recordó que se habían puesto a mirar los Simpsons hasta quedarse dormidos los dos. No había pasado nada, y de hecho no habían vuelto a hablar de lo sucedido la noche anterior. Vera sabía que no estaba bien esto de ceder tan fácil, pero el corazón se le derretía cada vez que Nicolás le decía algo lindo. Le costaba muchísimo creer en lo que él le decía, mucho más confiar en sus promesas, pero algo en la mirada del joven le indicaba que esto que sentía era real.
La muchacha intentó levantarse del sillón con movimientos incómodos para lograr que Nicolás no se despierte. Cuando finalmente lo logró, se acomodó la ropa y fue al baño. Se miró fijamente al espejo y notó lo desastrosa que estaba. Si Nicolás le había dicho que la quería viéndola en ese estado, posiblemente sea verdad, ¡porque estaba impresentable! El rodete que tenía en el pelo era muy desprolijo, el maquillaje estaba todo descorrido al igual que el rouge...Parecía el Guasón. Luego de observar lo físico, se miró de nuevo para hablarse a sí misma. No entendía nada de lo que había pasado en tan pocas horas. Por un lado, la hermosa noche del Álamo había pasado a ser horrenda, donde vio a Nicolás besando a otra chica, que para colmo era muy hermosa. Después de eso, tuvo que verle la cara de desilusión a Rocío también, como si hubiera sido ella la que estaba con Nico y a la que acababan de defraudar. Por último, haberse amigado con Bautista y dormir con él y Celeste en la misma habitación había sido extraño, pero la habían ayudado muchísimo a que se sienta mejor, y para rematar una noche de adrenalina, entre la lluvia y el viento apareció Nicolás en la casa de Bauti para jurarle amor eterno...¡Si no se volvía loca después de todo eso, ya no le iba a suceder nunca más!.
Vera comprendió que el amor duele siempre, cuando es correspondido y también cuando no lo es. Siempre hay barreras y a veces no sólo basta con quererse, porque pueden pasarnos un montón de cosas en nuestro interior que no sólo dependen de la persona que tenemos al lado, sino de todo nuestro alrededor. Ella se dio cuenta también que las cosas con Nicolás habían sido rápidas, que así como se enamoró en un par de días, también se desilusionó en cinco minutos, y que la confianza que tarda meses en alcanzarse, se puede derrumbar en un sólo acto de breves segundos. Otra cosa que analizó fue que nadie es perfecto en este mundo y que todos cometemos errores. Si no existieran las equivocaciones, tampoco existiría el perdón, y si esa palabra está en el diccionario es para ser usada.
Quería seguir pensando cómo solucionar su vida ahora, pero fue interrumpida por alguien que tocó la puerta del baño.
- ¡Ya voy!.- exclamó Vera. Se lavó la cara rápidamente, se hizo una colita en el pelo, se ató la remera con un nudo ya que estaba toda sucia. Seguro era Nicolás el que llamaba a la puerta para indicarle que vuelva a acomodarse con él en el sillón, o simplemente para darle el beso de los buenos días, o capaz para preguntarle algo. Sabía que detrás de esa puerta estaba el amor de su vida. Cuando la abrió, allí se topó con Bautista.

Al mediodía, después de haber pasado una noche genial junto a su novio, Malena abrió los ojos y lo buscó en la cama para arroparse junto a él y seguir haciendo fiaca un rato más. Lo que sucedió fue que Alejandro no estaba allí, y tampoco estaba su ropa que había quedado dando vueltas en el piso. "¿Dónde se metió?", pensó Malena. Lo buscó en la pieza de sus padres, en el baño, en el living, pero no donde era más posible que esté. Finalmente, allí lo vio a Ale, sentado en una silla de la cocina, con un frasco de dulce de leche y comiendo sin parar.
- ¡Alejo!.- exclamó Malena.- ¿Qué hacés?.
El gordo se sobresaltó y cerró rápidamente el envase, y lo guardó en la heladera. Luego se limpió la boca y puso cara de "yo no fui" mientras miraba a Male. Ella le dedicó una tierna sonrisa y se acercó a darle un beso de los buenos días, pero Ale la rechazó y esto la hizo sentir un poco mal.
- Eu, ¿qué pasa?.- le preguntó ella a él.
- Nada. Tengo un par de llamadas perdidas de Macarena, así que voy a ir hasta la casa a ver qué pasó porque ahora no me atiende.- Ale se acercó y le dio un tierno beso en la frente a Malena, quien lo tomó del brazo mientras él se alejaba.
- Pará.- dijo ella.- Pará, boludo, ¿qué onda?.- le preguntó con nerviosismo. No quería que la dejen de nuevo, no quería que otra vez le vuelva a pasar lo mismo, no quería ser la tarada de vuelta que había creído las mentiras de un hombre. No quería arrepentirse de haber hecho las cosas bien una vez en su vida y oponerse ante el mundo admitiendo que estaba con el gordo Ale.
El joven suspiró, miró hacia el suelo y se acercó a su novia, tomándola de la cintura y observándola fijamente a los ojos.
- Me levanté re temprano hoy...Tipo nueve.
- ¿Y?.- preguntó Malena deseando encontrar algo que tenga que ver con su actitud sospechosa.
- Y nada, me vine acá a la cocina a comer algo porque me hacía ruido el estómago...y...- Alejandro realmente no sabía cómo decir lo que pensaba porque, a decir verdad, no quería discutir con su novia después de la hermosa noche que habían pasado.- Nada, gorda, me siento un poco mal y estoy preocupado por las llamadas de Macarena. Sólo eso.
Malena lo miró fijo, demostrándole que no le creía.
- Dale, amor, no soy boluda.
Alejandro puso sus manos en su cintura y la cabeza gacha, señal de estar pensando. Luego, tomó a Male de la mano y se dirigieron al living, sentándose en el sillón para conversar.

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