Capítulo 12

566 11 1
                                    

Rocío se paralizó y quedó completamente sorprendida. No sabía qué hacer: si entrar como una fiera y empezar a las puteadas o irse y hacer como que nada pasó y no remarla nunca más. Era evidente que ya Lautaro se estaba chamuyando a otra piba, pero...¿justo a Malena? No, no podía ser posible...y no era justo tampoco. ¿De dónde se conocían? ¿Y si su relación viene de antes? ¿Sabía Nicolás de esto? Debía hablar enseguida con él, tenía que saberlo. Pero primero necesitaba encontrarse a sí misma, estar relajada en algún lado. Bajó las escaleras en silencio y Valentina estaba en la punta de la escalera, mirándola fijo. Rocío se quedó mirándola apenas bajó, haciendo puchero. La nena la abrazó fuerte y Rocío, inmutada, le sonrió como pudo y salió. Estaba tan sólo a la vuelta del parque, así que eligió ir a acostarse en un banco, con el sol pegándole en la cara y analizando toda la situación. De hecho lo hizo, se acostó, pero enseguida notó que las lágrimas brotaban de sus ojos, por lo que se tuvo que sentar y taparse la cara, intentando escapar de ese mundo, de esa realidad que tan rápido había cambiado su verdadera vida, la que tan cómoda estaba, la que no tenía problemas. Ella había arruinado todo, había arruinado su relación de más de un año, había arruinado otra relación como la de Nicolás y Malena, había dejado tiradas a sus amigas muchísimas veces por su novio, había tenido ese fuerte cruce con su padre, había hecho cosas horribles y tenido pensamientos muy erróneos tan sólo en un par de días. Y todo había pasado porque confundió las cosas...Es más, ni siquiera eso, solamente pegó buena onda con un chico, pero ni se había imaginado que eso equivalía a arruinar su tranquilidad. No se merecía esto, no era mala chica, no sabía qué le estaba pasando por la cabeza a la hora de hacer las cosas. Lloraba desconsoladamente en aquel banco del parque cuando sintió que se sentaron a su lado. No se animaba a quitarse las manos en la cara, no le gustaba en lo más mínimo la idea de que alguien la vea con todo el delineador corrido, llorando a mares, y menos que seguramente piense que es una loca esquizofrénica. La persona que se sentó a su lado tosió y Rocío respiró hondo. Sintió cómo le corrían el pelo de la cara y le sacaban las manos de los ojos. Cuando la rubia levantó la vista, allí lo vio a Nicolás, mirándola fijo y haciendo puchero, con un pañuelito en la mano. Rocío lo agarró y se secó las lágrimas.

- ¿Puedo preguntar qué te pasa?

- No sé.

- ¿No confiás en mí?

Rocío lo miró fijo.

- ¿Debería hacerlo?

- ¿Y por qué no?.- Nicolás le dedicó su mejor sonrisa.

- Te conozco hace una semana.

- El tiempo no da la confianza, sino las cosas que vas viviendo con el otro.

- En una semana lo único que vivimos fueron desplantes, angustias y explicaciones innecesarias.- Rocío puso la voz firme, no quería volver a quebrarse, bastante horrorosa debía verse en ese momento. Su cabeza no paraba de pensar en qué era lo correcto que debía hacer.- Y todo por mi culpa.

- Si te vas a victimizar, mejor me voy.- Nicolás amagó a levantarse y Rocío lo agarró del brazo bruscamente, obligándolo a volver a sentarse.

- Vengo de lo de Lautaro.

Nicolás la agarró de las manos y la miró fijo, esperando que continué. La tomó fuerte porque se imaginaba que estaba por venir un momento fuerte. Si estaba así, era porque algo la había impactado y le estaba haciendo mal. No era su obligación escucharla ni aconsejarla, de hecho no era muy bueno con eso, pero parecía una chica buena e inofensiva y no podía dejarla allí sola. De lejos, ve a Pache y a Bauti mirándolos, sentados en un banco más alejado. Con disimulo, Nicolás les hace un gesto con la cabeza para que se vayan y sus amigos obedecieron. Rocío comenzó su relato...

ENTRELAZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora