Capítulo 29

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El velorio fue una de las escenas más tristes que tuvieron que presenciar todos.
Pachetti y Nico no se movieron de al lado de su amigo un segundo e hicieron todos los arreglos para que la fiesta de inicio del club sea la semana siguiente, cuando las cosas estén más tranquilas y quizá un tanto más superadas. No querían suspenderla definitivamente ya que le haría bien a su compañero despejarse un poco. Con esta decisión, el entrenamiento en el club comenzaría diez días más tarde.

Macarena acompañó a su amiga a cada paso que daba, no la dejó sola un momento y la contuvo de la mejor manera que pudo. Este acto de valentía de Maca generó aumentar su nivel de autoestima, se sentía más útil esta vez...Siempre habían estado todos atrás de ella escuchándola, y esta vez era distinto, entonces le confortaba muchísimo estar ahí.

Lautaro asistió al velorio y al entierro vestido de traje, muy formal y de negro, junto al gordo Ale, quien sentía un gran apego por aquella persona por las tardes que han pasado juntos charlando de la vida y anécdotas antiguas.

Rocío estaba deprimida en su hogar, llorando desconsoladamente por la escena que presenció y por haber tenido que ser ella quien avisó a lo demás de lo ocurrido. Además, era la única testigo y en las fuentes policiales va a tener que ir a declarar...¡Con lo que le atemorizaban las comisarías!. Decidió no asistir al velorio ya que no tenía nada que hacer ahí. El joven no era su amigo y bastante tortura tuvo al haber visto lo que vio.
Apenas sucedió el accidente, Rocío se acercó al cuerpo que había creído reconocer y estaba en lo cierto: era el remisero que la llevaba todas las noches de un lado a otro. Las dos jóvenes también fallecidas no las conocía, no las había visto nunca. Llamó a la ambulancia y a la policía, y se quedó allí tendida, paralizada, sin saber qué hacer. Investigando la escena en la espera de la ayuda médica, y con los vecinos saliendo de sus casas, se acercó al remis que quedó arruinado por completo, y vio cómo dentro del mismo yacía el cuerpo sin vida de Haydée, la abuela de Bautista.
Una vez que los cuerpos estaban en camino a la morgue, ya que no había esperanza de vida, Rocío corrió nuevamente a lo de Celeste sin dudar. Cuando le contó lo sucedido, la morocha irrumpió en un llanto imposible de consolar.

¡Amaba a su abuela Haydée! Era jovial, simpática y moderna. Salía todos los fines de semana con sus amigas, a veces iban al casino, al teatro, o se juntaban en la casa de alguna a jugar a las cartas...¡Era muy trasnochera! La noche del accidente, había ido al cine con sus compañeras de bingo y luego al mencionado lugar a realizar unas apuestas. Si bien era a diez cuadras de su casa, se pidió un remis para volver: lo que nunca imaginó Haydée era que su vida iba a acabar en ese mismo instante.
La noticia esa madrugada cayó como un balde de agua fría para Bauti. Otra vez solo. Otra vez se perdía alguien de su familia. Otra vez tenía que cargar con una muerte. Otra vez iba a tener que conseguir apoyo maternal. Otra vez todo. Otra vez...

La tarea más dura fue la de Celeste. Al enterarse, luego de llorar un largo rato, tenía que ir a la casa de su novio a contarle todo lo que había pasado. Encima era plena madrugada, y despertar a sus padres a los gritos por el llanto y tener que irse de su casa a altas horas de la noche, asustó mucho a toda la cuadra que la escuchó. Le ofreció a Rocío acompañarla a lo de Bautista, pero la se negó rotundamente: ya había tenido demasiado esa noche y decidió irse a su casa.
Bautista continuaba jugando al truco con el gordo Ale, chusmeando por todo lo sucedido con Lautaro, Nicolás y Rocío. Pache y Maca se habían ido hace apenas unos segundos cuando escuchó el timbre y los portazos. Ambos amigos bajaron juntos, tomados del brazo, cada uno con un palo en la mano...¡Tenían un miedo terrible! ¿Quién golpeaba así la puerta de una casa a plena madrugada? Al abrir la puerta, la vida de Bauti volvió a dar un giro rotundo.

Retomando el velorio, el joven no se movió de al lado del cuerpo de su abuela ni un segundo. Cientos de familiares, amigos y vecinos se acercaron a saludar, a dar el temido pésame y a preguntar qué había pasado...Pero Bauti no contestaba: sólo sonreía mirando a Haydée, recordando todo lo que ella había hecho por él, lo bien que lo había criado, lo feliz que era merendando con ella, y lo orgulloso que estaba de todas las metas que su abuela había alcanzado en la vida. Pero ya está. Todo terminó. Su vida había concluido de manera totalmente trágica e inesperada, pero tampoco podía ahogarse en un mar de depresión ya que tenía que salir adelante por él, por su hermano Pedro, por su novia y por sus amigos...¡Era tan sólo un adolescente para vivir las terribles cosas que padeció! Sin embargo, eso no haría que baje los brazos. No se comportaría como Pedro, no tomaría el camino de las drogas y el alcohol...Debía mantenerse, debía sobrevivir con lo poco que sabía sobre mantenimientos domiciliarios y tantos otros trámites que debía realizas. La peor parte era tener que ir a dar declaraciones, pero creía que ya con haber visto a su abuela fría, adentro de un cajón marrón decorado con flores truchas y con los ojos cerrados para siempre, ya era suficiente castigo.

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