Celeste cruzó miradas con aquel joven que apareció repentinamente en su casa. Luego, la morocha se miró a sí misma y recordó que debajo del toallón no tenía ropa, por lo que corrió a esconderse debajo de las sábanas de su cama.
- ¡¿Me explicás qué mierda hacés acá?!
Lautaro había entrado llorando a la habitación, pero cuando vio esa imagen de Celeste, automáticamente se le hizo una sonrisa en la cara, pero sus ojos seguían apesadumbrados y tristes.
- Cambiate tranquila, perdón. Tu vieja me abrió. Me parece que ni se acordaba de mí, hasta que le expliqué quién era.
- ¿Y qué hacés acá?.- Celeste no entendía nada.
- Te tengo que contar algo de Rocío...Así que cambiate y vamos a caminar.
Ambos se miraron fijamente, y a Lautaro se le estaban acomodando las lágrimas en los ojos nuevamente.
- Por favor, Celes, sos la única que puede ayudarme.
Celeste no comprendía si era una orden, un pedido, o si la estaba obligando a hacer algo que no quería. Aún debajo de sus sábanas, sólo con la cabeza y el brazo derecho afuera, contestó:
- Yo no voy a ir a ningún lado.
Lautaro la miró con gesto cómplice y sin decir una palabra, cerró la puerta tras de sí. Celeste se tómo la cabeza con las manos en un gesto de no saber qué hacer. Tenía tantas cosas en su mente, se sentía en una nube de la que no podía bajar y estaban muy confusas las cosas en su cabeza como para ahora tener que aguantar otro problema más, que encima no tenía nada que ver con ella.
La situación en la comisaría ya se estaba poniendo incómoda. La tía de Santino fue a retirarlo, y por más que sea una loca bohemia a favor de la marihuana y todo lo que eso conlleva, se enojó mucho con su sobrino.
- ¡¿Sabés el quilombo que me harían tus viejos si saben lo que hiciste?!
Pero Santino no la escuchaba, sino que prestaba atención a la mesa contraria a la que estaban sentados. En aquel otro lugar se encontraba el comisario general junto a dos guardias y una joven con cara lastimada y los padres a su alrededor con cara de enojo.
- Entonces, si ella cumple con el tratamiento psicológico que le brinda su obra social, no hay necesidad de ir a un reformatorio, ¿está claro?.- comentó el oficial.
La madre de la chica comenzó a llorar desconsoladamente, se puso de pie, pidió disculpas y salió al otro living para tomar agua y relajarse. La joven solamente se predisponía a mirar el suelo, suficiente vergüenza parecía sentir.
La tía de Santi comenzó a caminar en dirección a la salida de la comisaría, y el joven, todo sucio, le indicó que suba al auto que él ya iría tras ella, y se paró mirando el cielo en la puerta de la comisaría. Cuando se estaba por ir, luego de respirar hondo, notó una presencia tras de sí. Allí estaban el padre y la chica que estaban dentro.
- ¡Señor! ¡Señor!.- se escuchó de adentro.- ¡Le faltan firmar los papeles de autorización para la atención psicológica a su hija!
El señor dio media vuelta, le indicó a su hija que espere ahí, que también iría a buscar a su madre y se alejó. La muchacha se cruzó de brazos y se sentó en el borde de la vereda, mirando el suelo. Santino sonrió de costado, estaba completamente intrigado por saber lo que le había pasado, entonces iba a buscar la forma más rápida y disimulada de averiguarlo. No podía evitar ser un curioso. Se sentó en el cordón a unos pocos metros de la chica, sacó un cigarrillo que le había quitado cuidadosamente a su tía y la miró a la extraña.
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ENTRELAZADOS
RomanceLos hechos y personajes de la siguiente texto-novela no son reales, pertenecen a una historia de ficción. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Rocío tensa por lo que está por presenciar y no saber cómo reaccionar. Lautaro ansios...