Capítulo 37

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Allí estaba Celeste, parada frente a Bautista, mojándose por completo y despeinada. Aún así de desprolija, estaba radiante y más hermosa que ninguna..."Pero siempre tan lejos", pensó Bautista en su interior. Las dos palabras que salieron de la boca de la joven, movieron el mundo de los dos.

Bauti se vio débil, incapaz de decir una sola palabra. Quedó mudo y totalmente tenso ante la situación. Moría de ganas de correr hacia ella y darle un abrazo que dure toda la vida, pero debía conformarse con hacerse el fuerte por la desilusión que le había dado la partida de Celeste.

Mientras tanto, ella en su interior estaba dispuesto a todo por recuperar su vida. Comprobó que su sueño no era estar allá con Felipe estudiando inglés. Su sueño era ser feliz acá, en su Argentina natal, en Buenos Aires: al lado de la panza embarazada de su cuñada en la espera de su primer sobrino, viviendo a pocas cuadras de las casas de sus mejores amigas para juntarse cuando sea, a la hora que se les ocurra. Y lo que más quería Celeste era recuperar al amor de su vida. Porque si bien Felipe fue su primer amor, el amor de su vida era Bautista. Y no se comparaba una cosa con la otra. El primer amor era Feli porque fue el primer hombre del que se enamoró y este cariño fue recíproco, pero el amor de su vida era Bautista porque era la persona con la que quería pasar el resto de su eternidad y con quien formar una familia. A Felipe no lo veía como su marido, a Bautista sí.

Celeste, un tiempo atrás, antes de conocer a Bauti, se había cerrado totalmente al amor. Creyó que nunca se iba a poder enamorar otra vez, que no iba a superar jamás a Felipe y mucho menos intentar una relación amorosa con otro chico. Hasta que apareció Bautista y todo cambió. Y Celeste pensaba: si él logró que olvide a Felipe que parecía una meta tan inalcanzable de superar, era porque realmente valía la pena y ella lo quería lo suficiente como para resignar todo e intentarlo de nuevo. Los problemas en una relación a veces son necesarios, ni hablar de la distancia.

Luego de pensar tanto, rápidamente los dos jóvenes volvieron a la realidad. Celeste sintió que ambos estaban en el aeropuerto y Bautista a punto de rescatarla. Se continuaron mirando fijo, y luego de su "Te amo" fatal, esperaba alguna reacción de Bautista que le indique cómo seguir. Lo que sucedió fue que él le dedicó la sonrisa más llena de amor que ella haya visto, y esto provocó que se arroje a sus brazos, saltando sobre él como un koala, abrazándolo con los brazos e incluso con las piernas, sellando el reencuentro con un mágico beso bajo la lluvia, igual que como había sido aquella primera vez que sus labios se chocaron como si el tiempo no hubiera pasado para ninguno de los dos...

Ya era las cinco menos cinco del martes. Ale, en su casa con Lautaro, lo escuchó mientras contaba todo lo que había pasado el domingo anterior entre él, Nico, Rocío y Vera. 

Ale siempre fue un amigo de escuchar a los demás, pero esta vez...¡Estaba muy nervioso! Le dijo a Lautaro un par de palabras alentadoras, ya que realmente se alegraba de que Rocío se aleje de la vida de ambos. El gordo no se la bancaba demasiado.

Un rato después, llegó el momento de partir hacia el parque. Alejandro se había preparado: ¡se bañó con ganas! Así que eso era todo un suceso para resaltar, porque si había algo que el gordo detestaba era bañarse, aunque lo hacía todos los días, pero le fastidiaba demasiado. Lo que sucedió esta vez, es que disfrutó la ducha como nunca antes.

Cuanto más se acercaba al lugar de encuentro con Malena, más fuerte y rápido le latía el corazón, y más se le aceleraba el pulso. Nunca había sentido tantos nervios en su vida. Bah, en realidad sí, en todos los clásicos del club contra el rival Nueva Estrella sentía el corazón de esa manera, pero nunca por amor, así que era un sentimiento nuevo para el gordo.

Se quedó sentado en un banco. La cadenita de Malena permanecía en su bolsillo, resguardada de cualquier situación peligrosa.

Cinco en punto de la tarde. En cualquier momento estaba por llegar. Ale se comió todas las uñas de las manos, así que dentro de pocos minutos recurriría a las de los pies porque no aguantaba la tensión.

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