Capitulo 40

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MATTEO.

Sentía que todo se venía abajo de pronto en esta situación ¿Por qué le estaba prometiendo cosas a Luna? Ni siquiera sé lo que puede ocurrir mañana, no debería estar haciendo algo como eso.

No quiero que ella me odie, no soy el tipo de persona que las chicas esperan para enamorarse. Soy un impulsivo, la mayoría del tiempo digo tonterías, tengo trances de agresividad ¿Quién quiere estar con una persona así? No tengo mamá, mi papá corre riesgo vital y mis hermanas están lejos de mí.

Entrar al campamento fue idea de mi padre y yo lo apoyé, me quería despejar, salir un poco de la realidad y conocer personas nuevas. También me había llamado la atención el equipo de F.A. Jugar fútbol Americano era mi casi mi única escapatoria y no quería perderla.

Mi hermana no hacía nada más que tomar mi brazo y acariciarlo ¿Qué podía ser tan grave? Nunca habíamos sido demasiado demostrativos con nosotros mismos.

Al llegar a casa, enseguida pude sentir como el frío aire chocó con mi cuerpo, parecía todo vacío, como si hace años nadie viviera ahí.

─ ¿Dónde están todos? ─ le pregunté a mi hermana.

─ En la clínica.

Intenté no sentir el nudo de mi garganta, dejé el bolso en mi habitación y baje con prisa.

─ Vámonos.

─ ¿Qué? recién hemos llegado, debes comer algo ─ exigió.

─Olvídalo, vámonos. Quiero llegar rápido a la clínica.

─ Matteo...

—¿Vas o voy solo? —fruncí el ceño, no estaba para regaños en ese momento.

─ Vamos ─ se resignó.

Esperamos un autobús que nos dejó justo en la entrada de la clínica. Me bajé nervioso, tenía las manos sudadas y a ratos sentía que no coordinaba mis pasos.

—¿Él está mejor? —le pregunté, intentando olvidar el motivo por el cuál había ido por mí. Tal vez al pasar algunos días se había sentido mejor, o eso quería creer.

Ella se quedó mirándome por unos segundos y negó con su cabeza. Lo único que pude hacer fue respirar profundo y evitando sentir el terror que estaba entrando en mi cuerpo.

—Buenas tardes ¿Puedo ayudarles en algo? —Preguntó una mujer detrás de un escritorio.

─ Sí, venimos a ver a Angelo Bálsano.

Ella buscó en el computador, supongo que información y luego hablo:

─ Habitación 328, piso 8.

─ Gracias.

Rápidamente nos dirigimos al ascensor marcando con nerviosismo el octavo piso. Mis piernas temblaban, mi corazón iba a salir de su lugar.

—¿Estas bien? —Preguntó mi hermana al bajarnos del ascensor y buscando la habitación.

─ Sí, no es nada ─ mentí.

Entramos al pasillo que nos habían indicado, hasta que caras conocidos aparecieron frente a nosotros. Eran mis tías, Johanna y Katerine. Estaban sentadas en la sala de espera.

—¡Matteo! —Mi tía Katerine se puso de pie feliz de verme.

La abracé por unos segundos y luego a mi tia Johanna.

─ ¿Cómo estuvo el viaje?

─ Ninguna novedad ─ respondió mi hermana.

─ Eso es bueno.

Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora