Capitulo 41

591 64 12
                                    

─ ¿Has recordado? ─ pregunté con confusión.

─ ¿De qué estás hablando? ─ pregunta mirándome.

Él no sabía acerca de su enfermedad y me sentí un idiota por haberle preguntado eso.

—No, nada... —sonreí, feliz de tener a mi padre de vuelta.

Él sonrió y puso su gran y fría mano sobre la mía, por primera vez en muchísimo tiempo me sentí un niño de cinco años viendo al mejor héroe... Mi papá.

—Si esa chica te hace feliz, no la dejes ir, Matteo —contestó conteniendo la tos.

Luego tosió de todas maneras apretando sus ojos hasta que reguló su respiración.

Intenté tragar el nudo en mi garganta.

—Lo siento mucho papá, siento mucho toda la mierda que pasó entre los dos, eres lo mejor que tengo y siempre será así... —Dije mirándolo y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Pude notar como sus ojos se rebalsaron en lágrimas y sonrió dejando caer una por su rostro.

—Ya nada de eso importa, gracias por quedarte haciéndole compañía a éste viejo —su voz comenzó a sonar débil y mi corazón se aceleró, estaba asustado.

─ ¿Papá? ─ lo llamé.

La máquina comenzó a sonar, sus latidos cada vez eran más lentos.

─ ¡¿Papá?!

Su mano apretó fuerte la mía e intenté calmarme, pero la máquina se detuvo emitiendo un sonido sordo y una línea recta apareció en ella, la mano de mi padre ya no me apretaba.

—¡Demonios Angelo no! —grité empuñando mis manos en su camisa de hospital — ¡Papá! ¡Demonios papá despierta! —continué ahogándome en mi respiración.

La puerta se abrió de golpe y unas enfermeras entraron junto a mis tías y a mi hermana.

Estaba alterado, me sentía fuera de mi cuerpo y no podían asimilar lo que estaba ocurriendo.

—Papá no... —susurré rodeando su cabeza con mis manos y tratando de levantarlo —Mierda Angelo, no me abandones, no me dejes solo papá ¡No, demonios! ¡No me hagas esto!

Mi voz cada vez era más elevada y las lágrimas comenzaban a nublar mi vista, sentí una mano en mi codo, pero la ignoré.

Me alteré gritándole a mi papá que estaba siendo atendido por muchas de enfermeras, las otras me decían que saliera. La mano de mi codo me apretó con fuerza y luego tres pares de manos femeninas me sacaron de ahí a gritos, pero yo no escuchaba, no quería escuchar.

La puerta se cerró en mi rostro y sólo pude escuchar como estaban intentando reanimarlo.

Esto no es real...

— ¡Matteo ya cálmate! —Me gritó mi hermana tomándome de los hombros.

La miré hablarme, sentía que todo daba vueltas y tenía el presentimiento de un puto trance del cual no podría escapar.

— ¡Maldita sea! Suéltame —continué alterado zafándome de su agarre.

Apoyé mi espalda en la muralla y me deslicé en ella hasta quedar sentado en el frío piso de cerámica.

Flexioné mis piernas hundiendo mi cabeza en mis brazos y rodillas. Y sin poder evitarlo, las lágrimas recorrieron mis mejillas después de 10 putos años.

Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora