Capitulo 23

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Ella sonrió en silencio y luego me acosté a su lado.

─ ¿Paz entre nosotros? ─ estiré mi mano.

─ Está bien ─ apretó su pequeña mano con la mía.

Fingimos muy bien que el momento era normal, aunque fue muy incómodo.

...

─ ¡Uno, dos! ¡Vamos Trey! ¡Mueve ese trasero! ─ escuché una voz masculina muy fuerte.

Me sobresalté y abrí mis ojos, vi a Luna entre mis brazos durmiendo. ¡Mierda! Nos quedamos dormidos y ese sonido venía de las canchas, estaban entrenando ¿Quién demonios entrena después de la fiesta de navidad? ¡Maldito Alfred!

─ Luna, despierta ─ la moví lentamente.

Ella abrió sus ojos mirándome con lentitud.

─ Nos quedamos dormidos.

Luna se sentó enseguida soltándome.

─ ¿De dónde vienen esas voces? ─ preguntó mirando hacia todos lados.

─ De la cancha, están entrenando.

─ ¡Diablos!

─ Shh... ─ la callé.

Me puse de pie pensando en qué demonios hacer para salir de ésta. Hasta que se me ocurrió el plan B y le dije a Luna que bajáramos. Caminamos en silencio alrededor de toda la cancha, agradecí que fuera un muro lo que nos cubría y no una reja.

─ ¿Y ahora qué? ─ preguntó ella.

─ Aquí están los camerines, debemos actuar ─ la miré.

─ ¿Qué?

Seguí caminando y llegamos a una reja con un agujero abajo, pasé casi de rodillas y Luna también. Bajamos una escalera que nos llevaba al otro extremo de los camarines.

─ Ruega a que estén todos en la cancha ─ susurré.

─ No me asustes.

─ Ya sabes, si Alfred nos ve, inventaremos algo.

Giré la manilla de la puerta y me asomé al pasillo, no había nadie. Le tomé el brazo a Luna y la arrastré hasta adentro, cerré despacio y caminamos suavemente por el pasillo.

─ ¿Dónde está Matteo? ─ escuchamos la voz de Alfred y unos pasos que se acercaban.

La puerta de entrada se abrió dejándome ver el rostro de Simón quien nos vio a Luna y a mí. Él se detuvo unos segundos dándome el pase para abrir la puerta de los artículos de aseo y me metí ahí junto a ella. Demasiado pequeño.

─ Se estaba levantando Alfred, no pensábamos que ibas a ser tan cruel y harías entrenamiento hoy ─ mintió Simón. Aunque en cierto punto era verdad.

Suspiré aliviado y Luna también.

Los pasos se alejaron y abrí lentamente la puerta. Luego de salir de ahí, corrimos a la cabaña. Me puse la ropa de entrenamiento y corrí devuelta a la cancha.

─ ¡Llegas tarde! ─ comentó Alfred al verme.

Seguía agitado por haberme apurado tanto.

─ Lo lamento ─ comenté intentando regular mi respiración ─ eres el único desgraciado que nos hace entrenar hoy.

Él rió divertido.

─ ¿Cómo estuvo tu noche?

Sonreí recordando todo ─ excelente.

Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora