Capitulo 47

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Después de un rato, mi madre se paseaba por la casa arreglándose y aplicándose perfume cada vez que podía. Hasta que finalmente nos quedó mirando con una pequeña cartera en su mano.

—Bueno chicos, debo irme. Deséenme suerte —nos dijo mientras se acercaba a la puerta.

—Suerte —contestamos al unísono.

Ella cerró la puerta a su espalda, luego escuchamos el motor del auto encenderse hasta que se marchó.

─ ¿Qué haremos? ─ le pregunté a Matteo.

—¿Lo que todas las personas que se aman hacen? —sonrió.

Reí y sólo pude abrazarlo y luego besar sus cálidos labios.

Matteo llamó a Simón y a su hermana para decirles que todo estaba bien y se quedaría conmigo esa noche.

Subimos a mi habitación y comenzó a hacerme preguntas mientras yo quitaba los peluches de mi cama para hacerle un espacio a él.

—Así que estas bajando tus notas en el Instituto —decía mientras me observaba.

—Un poco —me encogí de hombros.

─ Arreglaremos eso.

─ ¿De qué hablas?

─ Voy a ayudarte a estudiar.

—¿Estás bromeando? —enarqué una ceja mientras me deslizaba por mi cama cubriéndome con las sábanas.

─ Claro que no ─ rió.

Él se sacó sus short quedando en bóxer, se tomó unos medicamentos y luego se tendió a mi lado.

─ ¿Tienes frío?

—No —respondió y luego comenzó a cubrirse cuidadosamente con las sábanas.

Matteo apagó la luz y al entender que no podía moverse por su pierna, volteé a mirarlo y puse mi brazo izquierdo rodeando su tórax. Él sonrió tranquilo y besó mi frente.

─ Gracias por estar aquí ─ dije.

—Gracias a ti princesa, por no sacarme de tu corazón.

Sonreí en silencio y apoyé mi cabeza en su hombro.


.....


─ Matteo despierta ─ susurré en su oído.

Él sonrió con sus ojos cerrados y luego los abrió rápidamente asustándome.

—Idiota, me has asustado —reí.

—Esa es mi chica —soltó una carcajada y luego se removió para sentarse. —Debo volver a casa hoy —me miró a los ojos.

—No te preocupes, mamá te irá a dejar.

─ ¿De qué hablas?

—Sabe que no puedes flexionar tu rodilla e irse en el bus significa estar dos horas con la pierna flexionada, así que iremos a dejarte en el auto.

—Luna —sonreí nervioso. —Realmente no es necesario.

─ Tranquilo Matteo, ella se ofreció.

─ Gracias.

─ Bueno, ¡es hora de levantarse!


Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora