Capitulo 46

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Mis manos temblaban al igual que mis piernas, pero quise parecer fuerte.

Mientras levantaba la vista choqué con la mirada que no era de Luna. Era una mujer mayor, quizás su mamá. Eran muy parecidas, pero los ojos de ella eran cafés claro, no verdes como los de Luna.

—Hola —sonreí nervioso. — ¿Se encuentra Luna?

Lo único que me faltaba, tener que esperar aún mas nervioso.

—Si —sonrió amable —, pero está durmiendo y no creo que sea buena idea despertarla.

Mi mirada cayó al suelo sin saber qué decir. Ella me observó de pies a cabeza y luego comenzó a hablar.

─ Pero, ¿Quién eres tú?

─ Matteo ─ respondí de inmediato.

Su mirada cambió al instante y sonrió con ternura.

—Ah, mi hija si me habló de ti. Soy Mónica, pasa —me dijo notando mi pierna en vuelta en vendas y una tablilla.

—Gracias —Sonreí. Caminé a mi paso hasta que estuve adentro.

─ ¿Quieres algo? ¿Jugo o agua?

─ No se preocupe, gracias.

Definitivamente si me daba nervios ver a Luna, estar conversando con su madre me daba terror.

—Bueno, cuéntame ¿Qué te trajo aquí o quién?

—Aquí me trajo Simón. Nada, sólo quiero intentar solucionar las cosas con su hija.

—Ella se ha sentido muy mal estos días, creo que nunca la había visto así.

─ Lo sé ─ bajé la voz.

─ Si quieres puedes subir.

─ No quiero despertarla.

—Ve y déjale esa rosa en su mueble y bajas a conversar conmigo. Hice galletas —me observó.

Asentí mirándola y me puse de pie. Ella me dio las indicaciones de donde se encontraba su habitación. Subí las escaleras dando con un pasillo, no me costó encontrar su habitación, ya que su puerta era blanca con adornos púrpuras y un colgante que decía "Luna". Agradecí que la puerta estuviese entreabierta, ya que no hice ruido al entrar.

Miré detenidamente la habitación, paredes blancas con collages de fotos del campamento y de su familia. Su cama era bastante grande, ella estaba en un lado y al otro estaba lleno de peluches. Una ventana con vista a la calle y un velador a su lado con una lámpara. Nunca era tan detallista para mirar lugares, pero éste era de Luna y me apetecía mirar hasta el último de sus detalles. En el techo había colgado un atrapa sueños y en su velador había una lámpara en forma de koala.

Ella estaba cubierta con su cubrecama hasta el cuello y dormía plácidamente. Quise despertarla y besarla, pero me contuve. Puse la rosa azul en su velador junto a las pulseras. La miré por última vez y bajé.

—¿Todavía está durmiendo? —Preguntó su madre poniendo su bandeja con galletas sobre una mesa de centro, me senté tratando de mantener la pierna estirada y recordé los antibióticos, los saqué de mi mochila bajo la mirada de la mujer, me las tomé junto a un vaso de agua que había dejado ella ahí y sentí que de a poco el dolor comenzaba a disminuir.

— ¿Debes tomar eso siempre? —inquirió.

—Si, es para la rodilla. Vine todo el viaje con la pierna flexionada y me lo prohibieron.

Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora