Capitulo 25

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MATTEO BALSANO.

No sé si Luna habla de una apuesta real o no, pero sea como sea, no voy a perder porque jamás he sido un perdedor. Si tengo que jugar con fuego y quemarme, lo haré. Debajo de las sábanas, nadie se enamora... por lo menos, yo no.

Volví a la cabaña para encontrarme con la escena de Nina y Ámbar discutiendo por no sé qué.

─ ¿Y a ustedes que les sucede? ─ pregunté mirándolas.

─ Nada ─ respondió Ámbar sonriente.

Nina se puso de pie y salió de la cabaña. Me serví un vaso de jugo y luego me encerré en mi habitación.

Cuando dieron las doce de la noche aún no podía dormir, así que aquí comenzaba mi plan. Salí de mi habitación despacio y me adentré a la habitación de Luna, ella se sobresaltó y se sentó en la cama rápidamente.

—Idiota, me asustaste —Me lanzó una almohada la cual agarré y la apoyé en su cama.

—Estoy aburrido —Me senté a su lado.

—Yo no —Sonrió mirándome hacia arriba, ya que ella había vuelto a acostarse.

—¿Salgamos a dar una vuelta?

Sabía que era parte del plan, pero también era verdad querer salir a caminar con ella.

─ ¿A esta hora?

─ Sí ─ sonreí.

─ ¿Y dónde?

─ Nose, por ahí ─ me encogí de hombros.

─ Está bien.

Se puso de pie, sacó un short y una camiseta holgada. Se colocó unos zapatos y luego se abrigó.

Caminamos sin ninguna dirección hasta que nos adentramos en el bosque cerca de la piscina. Nos sentamos en el césped, apoyé mi espalda en un árbol y ella se acostó en mis piernas mirándome.

—¿Sabes algo? —Preguntó.

La miré sin entender esperando que continuara.

—No nada, olvídalo —Rió.

—Dime ¿Qué ibas a decirme?

—Nada —Sonrió inocente.

—Dime o...

—¿O qué? —Se sentó mirándome.

La miré desafiante y comencé a hacerle cosquillas, no podía gritar, pero si reía diciéndome que la soltara, hasta que se pudo zafar de mí y corrió, me puse de pie y la seguí hasta que la tomé de la cintura, mi pecho chocó con su espalda, un silencio incómodo nos invadió.

—¿Me dirás? —Susurré en su oído.

Su cuerpo se estremeció contra el mío, yo sólo sonreí sin soltarla.

Ella volteó a mirarme como pudo, estábamos tan cerca que la diferencia de estatura se hacía más notoria. Mi vista se fue hacia abajo y su mirada chocó con la mía.

—¿Y? —Sonreí.

—Es sólo que... —Dijo mientras miraba mis labios.

—¿Qué? ¿Extrañas mis besos? —Pregunté sarcástico.

—Idiota —Rió.

—¿Entonces?

—Me gusta tu mirada... —Confesó.

Eres Mío! Imbécil |Lutteo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora