Capítulo 38

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El mundo se detiene por completo.

El aire me falta, la habitación empieza a hacerse cada vez más y más pequeña y me deja atrapado aquí en medio de un lugar que desconozco.

Con un sobre en manos que contienen unos resultados de exámenes sanguíneos que dicen que tengo noventa y nueve por ciento de compatibilidad con el hombre que hasta hoy en día conocía como el hermano del que fue mi novio.

Trato, desesperadamente, de no echarme a llorar, de mantenerme sereno y tranquilo mientras logro captar y digerir toda la información, trato de no ahogarme en lo que puede llegar a ser un vaso con agua, en una broma de mal gusto.

No lo consigo en absoluto.

No puedo dejar de ver las hojas frente a mí, no puedo dejar de leer las líneas una y otra vez tratando de encontrar una explicación lógica para esto, tratando de entender el contenido, esperando equivocarme con todas mis ansias.


Las palabras de Andrew, de Nichollas incluso las de Alessandro Seller llegan a mi mente en forma de retazos inconexos que no hacen otra cosa que confundirme más.

Rompo en llanto, porque no puedo creer que esto me esté pasando justamente a mí, justamente con ellos.

Decir que me siento usado, marginado, denigrado en maneras que no soy capaz de siquiera plasmar en palabras, es quedarnos cortos. No puedo concebir la idea de que esto sea verdad, de que ellos lleven conociendo esto desde quien sabe hace cuánto tiempo y aun así me hayan jugado el dedo en la boca como un idiota.

Siento las manos de alguien tomar el sobre de mis manos, y en ellas depositar un vaso con agua, junto con un paño para poder secar mis lágrimas.

Levanto la mirada, empañada y borrosa por las mismas observo al doctor mirarme con preocupación y cautela.

— ¿Qué...? ¿Qué es esto? —Digo, en medio de un pánico que me recorre por completo—, no... no entiendo.

Él asiente, mientras me invita a sentarme una vez más y tratar de calmarme, se toma su tiempo para leer lo que para mí son interminables páginas y, cuando termina, me mira fijamente antes de empezar a hablar.

—Estos son... —carraspea—, unas pruebas de ADN, que fueron realizadas hace un par de meses atrás, todas parecen ser verídicas...

— ¿To-todas? —Lo interrumpo, a media voz—, ¿Cómo que todas? ¿Cómo que hace un par de meses atrás? ¿Qué...?

Las preguntas no hacen más que incrementar en mi interior, no hacen más que aglomerarse y exigir salir, pero estoy tan afectado, tan dolido, al borde de un colapso que no soy capaz de formularlas todas.

—Fueron realizadas hace exactamente tres meses atrás, y son... tres en total, una es sanguínea, la segunda es con las células epiteliales de tu boca, o tu saliva, para ponerlo en palabras más sencillas y, la tercera es capilar. Todas y cada una de ellas da 99,9% de compatibilidad genética con... Christopher Da Silva.

Elevo la mirada hacia el doctor esperando una risotada de su parte.

¿Qué?

Cubro mi rostro con mi mano y ahogo un sollozo.

¡Tres meses atrás!, ¡Ellos lo sabían desde hace tres putos meses atrás!

—Esto es una maldita broma —digo, mientras una risa histérica se me escapa y me pongo en pie—, ¿No? ¡Usted es doctor! Usted puede darse cuenta de que eso está alterado, de... de... de —trago— que no es verdad, o de serlo de que no es acerca de mi de quien están hablando... así que por favor dígame... solo dígame que está equivocado y que esto es una broma.

Esclavo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora