Acababa de despertar cuando me levanté y dirigí al baño. Me paré frente al espejo, y tras lavar mi cara con agua me miré en él. Ahí estaban, aquellas ojeras que nunca iban a desaparecer rodeando mis ojos verdes, haciéndolos parecer oscuros. Hacía meses que no conciliaba el sueño bien debido a las constantes pesadillas sobre aquella horrible noche. Inmediatamente, me miré el brazo derecho, y tristemente descubrí que la horrible cicatriz que recorría parte de mi antebrazo no había desaparecido, y nunca lo haría. Un tatuaje natural como recordatorio de que nunca debía confiar en un hombre.
Así pues, desayuné una taza de café y un par de tostadas con aceite para mantener la línea, o por lo menos no hacer sufrir más aún a la báscula, y me di una ducha relajante. Me había levantado con suficiente tiempo para el primer día de trabajo, así que alargué el momento todo lo que pude.
Solía trabajar en una de las pequeñas divisiones de Construcciones Dixon en Ohio, hasta que hacía unas semanas, mi jefe había solicitado mi traslado a las oficinas centrales en Nueva York, según él "para crecer profesionalmente". Podría crecer como profesional, pero desde luego eso no iría acompañado de un crecimiento en mi cuenta bancaria.
Por esa misma razón, había pasado el último fin de semana de mudanza. Realmente había necesitado un poco de ayuda, pero finalmente decidí que yo misma y soledad podríamos hacer el trabajo bien solas, no necesitaba a nadie, podía valerme por mí misma.
Tras la ducha, me dirigí al tocador y me arreglé el pelo, de un castaño tan oscuro que parecía negro, y desde luego no ayudaba a disimular las ojeras que se habían apegado a mi persona últimamente. Tras retocarlo con la plancha, me puse una base de maquillaje, me pinté los ojos y los culminé con rimmel. Tras ello, un toque de pintalabios rojo para alegrar la cara.
Perfecta. Nadie podría imaginar nunca que había pasado tan mala noche.
Me enfundé en un vestido negro y unos zapatos de salón y finalmente pude abandonar el piso.
Salí de la plaza de garaje con mi coche, un mini rojo del 2005, y me dirigí a las oficinas a una velocidad que podría haber sido considerada imprudente. Sin embargo, el tráfico, especialmente el de Nueva York, sacaba lo peor de mi.
Gracias a la tarjeta de identificación que mi antiguo jefe me había proporcionado antes de abandonar mi antiguo puesto pude acceder al garaje del edificio. Allí tenía reservada una plaza para aparcar mi mini, justo entre una gran columna y un viejo escarabajo de color blanco.
Cogí mi bolso, y tras salir del coche y cerrar me dirigí a los ascensores. Subí hasta la primera planta y pregunté en recepción:
-Había quedado con el señor Hawthorn, soy la nueva diseñadora.
La recepcionista, de pelo corto, castaño y bolsas en los ojos, que por cuya edad bien podría haber sido mi madre, respondió:
-¿Gea Ross? Por favor sígame.
Asentí con un leve movimiento de cabeza y seguí a la mujer, que andaba arrastrando los pies y cabizbaja.
Tras recorrer un largo pasillo de paredes de mármol blanco y suelos de granito negro, llegamos a un despacho cuyas puertas eran de cristal y completamente transparentes. Tal vez el sonido se aislase, pero todo en aquel despacho era visible para sus empleados.
-Adelante -la amable recepcionista me abrió la puerta y me indicó con un gesto que procediese.
Con una leve sonrisa le mostré mi agradecimiento y me introduje en la boca del lobo. Pocas cosas había más desagradables que conocer a tu jefe.
Sentado en una, a simple vista, cómoda silla de cuero, frente a un escritorio de madera, se encontraba el que parecía ser el Señor Hawthorn, algo que confirmaba la placa de su mesa en la que se podía leer en letras doradas "Levi Hawthorn. Vice-presidente".
Se trataba de un hombre de unos 28 años, iba vestido con un traje gris y una corbata negra. Su pelo era corto y rubio, acompañado por una arreglada barba que marcaba su cuadrado rostro. Cuando notó mi presencia, levantó su mirada del ordenador y pude observar que ésta era una mirada inexpresiva, que enmarcaba unos ojos azules intensos. Y finalmente, la cualidad de aquel sexy hombre que más llamó mi atención, sus labios. De un grosor medio y rosáceos que invitaban a ser mordidos y besados una y otra vez.
-Señorita Ross -su grave voz interrumpió mis pensamientos. Me tendió su mano y se presentó-. Soy Levi Hawthorn.
Y cuando sonrió se volvió infinitamente más atractivo. Su mirada, que había parecido inexpresiva, se animó a juego con su sonrisa.
-Encantada -le di mi mano.
-Me habían comentado que era una excelente diseñadora, pero por lo que veo también es preciosa -dijo sin borrar su atractiva sonrisa, besando mi mano.
-Soy mujer de grandes virtudes -le devolví la sonrisa sin apartar mi mirada de la suya, manteniendo mi pulso firme. Había aprendido a no ponerme nunca nerviosa frente a un hombre cuando la seducción entraba en juego, yo también sabía jugar.
Finalmente, dejó mi brazo libre y comenzó a hablar, sin borrar aquella mirada de interés, que no paraba de analizarme a cada segundo, acompañada por aquella sonrisa que pretendía darle una imagen de chico bueno.
-Hemos dejado un despacho para usted en la segunda planta, esperamos que cuente con todo lo necesario para llevar a cabo su trabajo -finalmente se retiró del escritorio, cerrando aún más el espacio entre ambos-. Déjeme que la acompañe.
Posó su mano derecha sobre mi espalda y nos dirigió hacia el ascensor por el que había subido a la primera planta anteriormente.
Ambos nos detuvimos en silencio dentro del ascensor. Él finalmente retiró su mano de mi espalda y presionó el botón del segundo piso. Tal y cómo esperaba, se hizo aquel silencio incómodo que no hacía más que intensificar la tensión sexual palpable en el ambiente. No pude evitar examinar de reojo su mandíbula tan masculina y la forma en que los pantalones se le ajustaban en aquel trasero que le había debido costar tanto sudor.
El sonido del ascensor al abrir las puertas me sacó de mi ensimismamiento, y me mostró una nueva planta considerablemente más habitada que la anterior.
Había un movimiento constante de personal, que iba de puerta en puerta con los papeles en la mano y el escalímetro entre los dientes.
"Bienvenida de nuevo al estrés de la oficina" me dije a mí misma observando a los que debían ser mis futuros compañeros.
-Señor Hawthorn -una rubia despampanante saludó a mi nuevo jefe guiñando uno de sus preciosos ojos azules.
Un gesto que fue recibido con otro guiño en respuesta al coqueteo. Definitivamente, aquel hombre era un mujeriego.
Cuando llegamos al final del pasillo, el Señor Hawthorn abrió la puerta de madera maciza del despacho 220, junto a la que se podía ver una placa que decía:
Gea Ross
Diseñadora de Interiores
Ashby Scott
Ingeniero de Construcción
Al parecer, aquel despacho no iba a ser sólo mío, algo que se confirmó al ver tras la puerta dos escritorios en los lados opuestos de la habitación. Al fondo, un gran ventanal iluminaba la estancia con aquel sol resplandeciente con el que había amanecido el día.
-Parece que su nuevo compañero de despacho no se encuentra aquí -observó al ver el lugar vacío-. Yo he de ir a una reunión ahora mismo, así que póngase cómoda y espere al Señor Scott. No tardará en venir.
De nuevo cerró el espacio entre ambos, y con su suave tacto agarró mi mano izquierda, y debido a su cercanía, no pude evitar inhalar aquel aroma tan cautivador de su perfume, intenso, fresco y muy masculino.
-Me aseguraré de que Nueva York la reciba como se merece Señorita Ross -tras aquella afirmación, besó mi mano de nuevo y sin apartar su cautivadora mirada de mi, desapareció tras la puerta.
Fue en ese momento cuando me permití flaquear y dejé a mis piernas temblar mientras emitía un suspiro.
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Pues así comienza Killing Gea! ¿Qué opinais de Gea, la protagonista? ¿Y de Levi? Muchas gracias por leer el comienzo de ésta historia :)
- G.Bo
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Killing Gea (hot)
RomanceTras aquella traumática noche, Gea Ross decide que nunca debe confiar en los hombres de nuevo. Se niega a sí misma cualquier sentimiento hacia ellos, excepto el más puro placer sexual. Sus muros se tambalearán cuando conozca a Levi, Ashby y William...