Capítulo 10

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Cerca de las siete de la tarde comencé a arreglarme. Finalmente era sábado, por lo tanto Levi vendría a buscarme en unas horas.

Seguía preguntándome a mí misma porqué había accedido a tener aquella cita, estaba haciendo peligrar la tranquilidad que había construido en los últimos años.

Decidí no pensar mucho acerca del tema, ya que el miedo probablemente me haría cancelar la cita, y escogí la ropa que llevaría aquella noche.

Horas antes, Levi me había sugerido por teléfono que mi atuendo consistiese principalmente en pantalones, por lo que podía descartar todos mis vestidos y faldas. Desconocía sus motivos, pero no iba a arriesgarme a llevarle la contraria.

Me puse unos pitillo negros y unas sandalias de tacón de aguja, junto con una preciosa camisa blanca que transparentaba ligeramente mi sujetador básico negro.

Eran las ocho y media cuando ya hube terminado de arreglarme. Caminaba nerviosa de un lado a otro de la casa, con el sonido de los tacones rompiendo el silencio.

Hacía tres años que no tenía una cita, probablemente me había quedado oxidada en la materia.
Traté de tranquilizarme. Levi no podía verme nerviosa, o sabría que no era tan dura como quería hacerle creer.

A las nueve menos cinco llamaron a la puerta. Respiré hondo y me acerqué a abrir.

–Llegas antes de tiempo –le sonreí.

Vestía casual. Con unos vaqueros oscuros, una chaqueta de cuero negra y un jersey del mismo color.

–No podía esperar ni un minuto más para verte –agarró mi mano y la besó. Adoraba el tacto de sus labios y el roce de su aliento–. Estás preciosa Gea.

Sus ojos azules se clavaron en los míos. Aquella seductora mirada me hizo ver que el Sr. Hawthorn ya comenzaba a jugar sus cartas.

–Tú tampoco estás nada mal Levi –reí y cerré la puerta tras de mí.

Me dio la mano y bajamos las escaleras del portal hacia la calle. Justo en frente de la puerta había una grande y preciosa motocicleta negra.

–Me alegro de que hayas seguido mi sugerencia y te hayas puesto pantalones –habló sin borrar su preciosa sonrisa y me tendió un casco.

Mientras me ajustaba el casco negro, Levi se puso el suyo y se subió a la moto, quitándole la pata que evitaba que cayese.

–Sube –dijo. El casco mataba gran parte de la intensidad de su voz, escuchándosele mucho menos de lo habitual.

Asentí y, agarrándome a su cintura, traté de subirme con la mayor gracia posible. Seguidamente arrancó y comenzamos a movernos. Me agarré con fuerza a Levi ya que, por mucho que me avergonzase reconocerlo, me daban miedo las motocicletas, aunque era mucho más llevable con su presencia justo en frente de mí, haciéndome disfrutar del duro tacto de sus marcados abdominales.

Desconocía por completo el lugar al que nos dirigíamos, Levi había querido mantener cada detalle en secreto.

Habíamos atravesado gran parte de la ciudad cuando se introdujo dentro de un garaje perteneciente a un bloque de apartamentos de lujo de inmensa fachada acristalada.

No fue necesario que diese un amplio vistazo al garaje para darme cuenta de que el vehículo más barato de aquel lugar no bajaba de los 50.000 dólares.

Finalmente, paró la motocicleta junto a un Audi R8 blanco.

–¿Es tuyo? –pregunté cuando nos hubimos bajado del vehículo.

–Lo es –respondió–. Aunque no suelo usarlo, la moto resulta más útil para el denso tráfico de Nueva York.

Volvió a darme la mano y me dirigió con delicadeza al ascensor del edificio. Pulsó el botón del último piso y las puertas se cerraron.

Mantuvo su mano sosteniendo la mía y con la otra apartó un mechón de mi cara.

–He de reconocer que estoy nervioso Gea, espero poder hacerte feliz aunque sea sólo por ésta noche –habló.

Sus palabras me conquistaban poco a poco, junto con su fragancia, su intensa mirada, el grosor de sus labios y la atractiva barba rubia que cubría parte de su cara. Tenía el poder de hipnotizarme con cada gesto.

El sonido del ascensor nos dejó ver que ya habíamos llegado al último piso. Sus puertas se abrieron y tras ellas apareció un luminoso y grande pasillo con paredes blancas.

Un hombre se encontraba parado junto a unas inmensas puertas negras. Era alto y de cuerpo ancho. Su piel era oscura al igual que sus ojos. Aunque a simple vista pudiese resultar intimidante, nos recibió con una grata sonrisa.

–Buenas noches –habló y abrió la puerta.

Yo le mandé una sonrisa amable que él recibió con agradecimiento.

Tras aquellas puertas se podía ver un espacioso piso, con muebles de formas rectas y colores blanco y negro.

En el medio del lugar un precioso cheslong negro que invitaba a relajarse en él, y al fondo, cristaleras que dejaban ver todo Nueva York.

–Bienvenida a mi hogar Gea –dijo Levi examinando mi reacción.

–Es precioso –apenas podía articular palabra. Aquel lugar era una obra de arte del diseño contemporáneo. Era magnífico.

Con una sonrisa, besó mi pelo.

–Sígueme.

Sin dejar de admirar las vistas, seguí a Levi por la casa.

Nos llevó a una preciosa mesa que se encontraba justo al lado de los ventanales. Era de cristal, cubierta por manteles individuales azules, un par de copas, platos cuadrados de porcelana y cubertería de plata. A los lados, velas blancas y un florero con rosas.

Levi separó una de las sillas tapizadas en piel negra y me pidió amablemente que me sentara.

Asentí y me senté de buena gana.

El hombre que nos había abierto la puerta anteriormente apareció de nuevo y nos ofreció una cara botella de vino, que seguidamente sirvió en nuestras copas.

–Gracias Michael –agradeció Levi cuando el hombre hubo terminado de llenar nuestras copas.

–Es un placer Sr. Hawthorn –volvió a esbozar una sonrisa y nos dejó a solas.

–Háblame de ti Gea –me miró a los ojos fijamente, con la luz de las velas reflejándose en su mirada.

–No hay mucho que contar realmente. Nací en Ohio, estudié diseño en la universidad y recientemente me he mudado a Nueva York para trabajar para ti –esbocé una malvada sonrisa sabiendo que le estaba poniendo las cosas difíciles.

–Eso ya lo sé –se rió poniendo los ojos en blanco, sabía que estaba jugando con él. Sin embargo, su encantadora sonrisa no se borró–. Háblame de lo que hace Gea Ross cuando llega a casa de trabajar, de los libros que lee, de la música que escucha, de su color favorito… Pequeños detalles que hacen una gran diferencia en una persona. Quiero conocerte Gea.

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Así termina el capítulo 10 de Killing Gea! ¿Qué opináis? ¿Cómo esperáis que continúe la cita? 

Como es costumbre, agradeceros vuestras lecturas, votos y comentarios. Sois geniales!. 

-G.Bo

Killing Gea (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora